martes, 23 de septiembre de 2025

La cuestionable receta de Rallo para el futuro de España

En los últimos años, un creciente grupo de economistas liberales ha aumentado su presencia e influencia en nuestro país sin que, en nuestra opinión, sus ideas y argumentos cuenten con suficiente contraste por especialistas de otras escuelas de pensamiento económico y político. Quienes escribimos este artículo, sin consideranos en absoluto especialistas, queremos contribuir a ese contraste, en la medida en que observamos cómo van calando algunas ideas simplistas, que tienen poca relación con el funcionamiento real de la economía, y que creemos necesario entrar a debatir.

Como ejemplo, analizamos aquí un reciente video del conocido economista y youtuber Juan Ramón Rallo, titulado “¿Qué hacer? España, el país más pesimista con su futuro”. En el mismo, Rallo se hace eco de una encuesta que reflejaría la alta inseguridad de buena parte de la población española respecto al futuro de su situación financiera. Según afirma, esta inseguridad es comprensible, a la vista de factores como “el estancamiento de los salarios, la inflación o las dudas sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones”. Ante tal situación, Rallo destaca que un alto porcentaje de españoles no adopta la tendencia lógica de quienes temen por su situación financiera, que para él consiste en ahorrar más. Aunque reconoce que la mejora de la economía requiere cambios institucionales, considera que esto queda fuera del margen de acción individual y, por tanto, propone ahorrar para invertir, y conseguir con ello un mayor patrimonio personal. Así, dedica buena parte del video a analizar las posibles ganancias de invertir en bolsa, con ejemplos para quienes cobran en España el salario medio (28.000€) y mediano (20.000€). Para los primeros, calcula que podrían obtener en torno a 1,2 millones de euros, y 250.000€ para los segundos, en ambos casos invirtiendo durante 40 años un porcentaje del salario, y suponiendo una rentabilidad en la media histórica de dos grandes índices bursátiles. Dejando al margen la debilidad de algunos datos del video, como el bajísimo porcentaje de población que compone la muestra de la encuesta, o el hecho de que, en la misma, EE.UU. aparece solo 4 puntos por debajo de España, la receta de Rallo se dirige, en principio, al 50% de trabajadores que más cobran. Sin embargo, las ganancias calculadas solo tendrían ciertas garantías para quienes tengan la capacidad de invertir en una cartera diversificada de activos, y de mantenerla durante toda su vida laboral; ello, además, sin períodos de paro, y aguantando la inversión ante los derrumbes más o menos drásticos que periódicamente afectan a la bolsa. Asimismo, al ahorro mencionado deberíamos sumar el necesario para gastos no corrientes, como compra o reparación de automóviles o electrodomésticos, formación propia o de hijos, y cualquier otro tipo de gastos imprevistos. De este modo, los destinatarios reales de la receta de Rallo acabarían por reducirse a un pequeño grupo de los representados en las encuestas, quienes no tendrían generalmente motivos para estar entre los más preocupados.

Lejos de un análisis riguroso, Rallo hace aquí un análisis bastante simple, en lo que semeja un spot publicitario del banco que apadrina el video (aunque en este aparece un mensaje de descarga, advirtiendo que se trata de un video “educativo”). Entre otras carencias, es difícil justificar teóricamente una rentabilidad futura de la bolsa semejante a la de las últimas décadas. En la misma línea, al conocido economista liberal no parece preocuparle colaborar con el oligopolio bancario que tantas veces ha criticado, al que pocas ideas contribuyen más que poner el foco en la sostenibilidad de las pensiones. Es evidente que la banca tiene un interés económico directo en que la población desconfíe del sistema público de pensiones, ya que esto aumenta el atractivo de los productos financieros de ahorro privado.

Al tiempo que nos coloca productos de inversión, Rallo alimenta el discurso del “cada uno, a lo suyo” entre su importante audiencia, y atribuye la causa de problemas económicos tan variados a “una oligarquía política que no tiene intención de mejorar la situación”. Sin embargo, lejos de proponer una respuesta a lo que considera el origen del problema, no recomienda a sus seguidores, en gran parte jóvenes, que trabajen para que haya más democracia, o para mejorar el funcionamiento de las instituciones, ni tampoco que exijan mejores salarios a sus empleadores. Si la recomendación de Rallo tiene acogida, nos preguntamos entonces quiénes han de acometer las mejoras estructurales necesarias.

Es conocido su planteamiento político, que confía la organización social a la libertad de mercado. El problema de esta actitud no es solo moral, en el sentido de despreocuparse de los problemas de los demás, sino también práctico, pues la bolsa no es un juego libre, ni en el que todos pueden ganar, sino una herramienta facilitadora de la concentración de capital en un pequeño número de empresas dirigidas por una oligarquía financiera. Una sociedad donde cada uno busca su interés económico no es, como se atribuye erróneamente a Adam Smith, una sociedad mejor, sino peor, que en nada garantiza tampoco una mejor situación social o política.

Magdalena Pérez de Vallejo y Miguel Fernández Taboada, economistas.

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