martes, 5 de marzo de 2024

EL SER HUMANO, BASTANTE MÁS QUE BIOQUÍMICA

Sigue siendo de máxima importancia hacerse la pregunta: ¿qué es el ser humano? Cuando Viktor Frankl tenía 13 años su profesora de Historia Natural de secundaria les explicaba la teoría de que los seres vivos, incluido el hombre, no son más que un proceso de oxidación y combustión. Ante eso Frankl preguntó con decisión. “¿Qué sentido tiene, entonces, la vida humana?”.

Leyendo el libro “Vejez biológica y vejez biográfica” (2015) de Fernando Bandrés Moya hallo que a principios de 2000 se decía que el ser humano tendría unos 100.000 genes, que posteriormente bajaron hasta situarse entre 21.000 y 23.000, mientras que la uva tiene descritos 30.434, la pulga de agua 31.000 y el maíz 40.000 y concluye: “Al margen de la perplejidad inicial que estos datos nos producen, lo que el cartografiado de nuestro genoma y el recuento de genes pone de manifiesto es una situación mucho más compleja, a saber, que el bajo recuento de genes humanos comparado con otras especies es una señal de complejidad, pues nuestros genes tienen una gran versatilidad”.

Con tener muchos más genes el maíz no tiene pensamiento abstracto y simbólico, ni camina, ni tiene un proceso histórico que le permita ir acumulando saber y cultura transmisibles a sus descendientes. Esto lleva a reflexionar sobre materia y vida, estructura y experiencia, y a preguntarnos, ¿qué es la vida? La vida humana no se explica con la biología, por eso, cuando a Gregorio Marañón le preguntaron por el mejor instrumento médico a emplear en la consulta para diagnosticar la enfermedad de un paciente, contestó que era la “SILLA”, porque como afirma Rof Carballo: “El hombre natural no existe, es decir, no puede existir un ser sin el prójimo... no hay hombre sin encuentro interhumano”.

No olvidemos que la vida humana tiene cuatro dimensiones: La biológica con sus elementos bioquímicos que condicionan, pero no determinan nuestra vida. La psicológica con toda su riqueza de emociones, (auto) percepciones, estímulos-respuestas, comunicación. La sociológica que nos hace miembros de sociedades y culturas con su realidad institucional y estructural. La espiritual, la más decisiva en la vida personal, donde radica la libertad y la conciencia, pues la persona es más que animal, que instintos, que su genética... Todo nos configura como un ser unitario, armónico y único; una persona con su radical dignidad, a la que le debemos respetar su conciencia (por eso existe la objeción de conciencia).

Viktor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido” (de próxima publicación en gallego) refiere que a primeros de marzo del 45 un preso del campo de concentración le contó lleno de esperanza el sueño tenido en febrero: que serían liberados el 30 de marzo pero, al no vislumbrarse la liberación, el 29 de marzo enferma, el 30 delira y pierde el conocimiento y el 31 murió de tifus, en realidad por decepción, pérdida de su fe en el futuro y voluntad de vivir, lo que disminuyó la resistencia de su cuerpo a la infección.

En el campo de concentración constata Frankl que: “En cuanto surgía el sentimiento religioso de los prisioneros, este era el más sincero que se pueda imaginar. Y con frecuencia, el recién llegado quedaba sorprendido y conmovido por la profundidad y la fuerza de las creencias religiosas”. Subraya que allí era posible desarrollar una profunda vida espiritual, con lo que personas de constitución débil eran capaces de profundizar en la vida interior y en la libertad espiritual; esto explica que prisioneros de constitución menos resistente soportaran mejor la vida del campo que los de naturaleza robusta. Una buena síntesis de este hecho es el siguiente dicho de Nietzsche, "Quien tiene un por qué vivir puede soportar casi cualquiera cómo".

Frankl recuerda que en cualquier situación encontramos personas de bien como las que en los campos de concentración iban por los barracones reconfortando a los demás y dándoles su último trozo de pan, que aunque eran pocos “ofrecen pruebas suficientes de que todo se le puede quitar al hombre, menos una cosa: la última de las libertades humanas, elegir que actitud tomar ante cualquier circunstancia, elegir su propio camino”.

La vida de las personas más humanas no tiene suficiente explicación en las respuestas materialistas y biologistas, pues el médico Rof Carballo nos dice que sin la experiencia de lo sagrado el hombre no puede considerarse hombre. Para finalizar volvemos al también médico Fernando Bandrés: “Ciego será quien no vea que el ideal de la etapa futura de nuestra civilización será un retorno de los valores eternos y, por ser eternos, antiguos y modernos; a la supremacía del deber sobre el derecho; a la revalorización del dolor como energía creadora; al desdén por la excesiva fruición de los sentidos; al culto del alma sobre el cuerpo; en suma, por una u otra vía, a la vuelta hacia Dios”.

Ahora más que nunca: libertad

Antón Negro

1 comentario:

  1. A partir de diversas fuentes, especialmente de Viktor Frankl, se elabora una sinopsis profunda de la importancia de la vida espiritual y la fe en Dios. A partir de la pregunta sobre qué significa ser persona, Antón presenta las diferentes facetas del ser humano. Más allá de las preocupaciones biológicas, el foco comienza a centrarse en lo espiritual y la fuerza y singularidad que proporciona, especialmente con respecto a Dios. Excelente análisis. Armando & Amaya Valdes

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