miércoles, 21 de febrero de 2024

Días perfectos (Japón, Alemania 2023) de Wim Wenders.

La dicha de la obra bien hecha

¿Qué quehacer es más grande: construir una catedral o limpiar retretes públicos? ¿Donde se encuentra la verdadera felicidad: en la barahúnda y el estrépito de la vida que actualmente sufrimos o en el callado anonimato de una vida que cumple sus días en el silencio y la rutina? De todo y de un modo muy concreto y muy bello, nos habla esta última película que el gran cineasta alemán ha realizado, producida enteramente en Japón.

El director y autor de París, Texas, El amigo americano, Cielo sobre Berlín, de nuevo, nos expone desde su hermoso humanismo, el punto de vista desde el que siempre contempla al ser humano. La película es un canto a la sencillez, a la intimidad, a la vida, casi oculta de muchos hombres que conforman su felicidad a la realización del trabajo diario, aunque éste sea para mucha gente, un trabajo ingrato, humillante, e incluso denigrante, como puede ser limpiar la suciedad que generamos los demás. Trabajo ingrato pero necesario. En cierto modo, el personaje de la película nos indica sin aspavientos ni hipérboles que la felicidad es posible alcanzarla incluso en las más pequeñas cosas.

Hirayama parece totalmente satisfecho con su sencilla vida de limpiador de retretes en Tokio. Fuera de su estructurada rutina diaria, disfruta de su pasión por la música y los libros. Le encantan los árboles y les hace fotos. Una serie de encuentros inesperados revelan poco a poco más de su pasado

Y posee una vida espiritual y profunda, que con sensibilidad capta la belleza de las cosas que a su alrededor ocurren. El gran valor de este filme es que nos indica un camino para muchos de nosotros, que andamos ahítos, de tanto ruido exterior e interior, de tanto estruendo mediático, de tantas tantos cambios e innovaciones, que la misma vida actual nos impone. Captar la sencilla belleza de las plantas, hojas y flores, jugar, casi anónimamente, al juego de los de las tres en raya, o fotografiar la luz que se escapa y entrecruza entre las hojas de los árboles (una afición que es común en la cultura japonesa).

Es una película por tanto minimalista, es decir, con un argumento muy breve y que precisamente se repite a lo largo de la película y que sin embargo no fatiga en ningún momento. Pero nunca es lo mismo, siempre sucede algún pequeño percance que renueva y que da sentido al día per las experiencias diarias que la vida le ofrece y que él alimenta con sus lecturas de Faulkner y la audición de los viejos «casettes» de música de los años sesenta, y las las fotos que toma con su pequeña cámara de instantes que le ofrece la belleza de la naturaleza. La omnipresencia del actor Takuma Takasi con una interpretación sobria, ajustadísima, transmite el mensaje que en toda su pureza quiere transmitir: es posible hallar la felicidad y ver la belleza hasta en las cosas mas insignificantes.

José Luis Barrera Calahorro

                                                                                                                                                                    

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