domingo, 15 de diciembre de 2024

CARIDAD POLÍTICA

Es posible que para muchas personas sea una sorpresa encontrar juntas estas dos palabras, para otras es seguro que detestan uno u otro concepto. También no me cabe duda que habrá personas que piensan que son incompatibles para estar unidas.

En los medios de comunicación encontramos personas que oponen caridad y justicia, entendiendo por caridad la limosna dada para prescindir de la lucha por la justicia con lo que se pierde el verdadero sentido de la caridad, que es hacer justicia e ir más allá en la solidaridad con los hermanos. Ya Santo Tomás de Aquino distinguía entre la justicia, que implicaba dar a los pobres lo que una persona no necesita para vivir pues les pertenece, y la caridad que es dar a los pobres de lo que uno realmente necesita para vivir. Así que el compromiso solidario o caritativo empieza por exigir el cumplimiento de lo que es justo, que se recoge en el lema de Cáritas “trabajamos por la justicia”, para después ir más allá de lo que exige la justicia.

La política también está desacreditada en la opinión pública, con lo que las personas sensatas dimiten con frecuencia de la acción política y queda libre un campo que ocupan arribistas e inmorales. La política está para organizar la convivencia con justicia en la “polis” (ciudad) y así procurar el bien común en la sociedad. Este compromiso por el bien común es una exigencia ética para toda persona que no quiera ser malvada y antisocial, y en este caso la sociedad tiene derecho a defenderse de los delincuentes y malvados.

No se suele hablar de caridad política. En los ambientes que frecuento a la última persona que le oí hablar de la caridad política, como la vocación fundamental de los laicos, fue a D. Luís Argüello en las jornadas de teología de la diócesis de Lugo hace dos años, quien hoy es el presidente de la Conferencia Episcopal Española.

Pío XI, cuando Mussolini lo acusó de exceder los límites del apostolado al incidir en la política, respondió diciendo a los estudiantes universitarios católicos: “El campo político abarca los intereses de la sociedad entera; y en ese sentido, es el campo de la más vasta caridad, de la caridad política” (18-12-1927).

Los obispos españoles en el documento “Católicos en la vida pública” en el número 61 expresan que “con la Caridad Política no se trata de suplir las deficiencias de la justicia, ni mucho menos de encubrir con una supuesta caridad las injusticias de un orden establecido y asentado en profundas raíces de dominación o explotación. Se trata más bien de un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, en favor de un mundo más justo y más fraterno con especial atención a las necesidades de los más pobres”. El mensaje es claro para quien quiera entender.

El Concilio Vaticano II y muchos documentos eclesiales afirman que la vocación específica del laico es la caridad política, es decir que “el campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo de la política, de la realidad social, de la economía, de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación social, de la familia, de la educación, del trabajo...”, en palabras de la exhortación apostólica fruto del Sínodo de Laicos, la Christifideles Laici (ChL) en el nº 23.

Hay que constatar que en las actividades que en general organizamos en la Iglesia para laicos prima casi en exclusividad lo litúrgico-cultual y que dejamos de dar la formación necesaria para comprometerse en la sociedad con el fin de realizar la justicia y el bien común en favor de los ciudadanos, especialmente los más pobres. Además la formación debe incluir el acompañamiento de ese compromiso en la vida pública que exige la vocación laical. Es más, se dice en ChL nº. 42 que los laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”, en todo el variado campo de acción en favor del bien común.

Si no ayudamos a los laicos a realizar la caridad política, lo que hacemos es apartarlos de sus responsabilidades y que caigan en la tentación que la ChL en el nº 2 ya trataba de evitar: “la de reservar un interés tan marcado por los servicios y tareas eclesiales que frecuentemente les lleven a un práctico abandono de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político”. Las funciones que desempeñen en la liturgia, transmisión de la fe y en las estructuras pastorales de la Iglesia, deberán ser ejercidas en conformidad con su específica vocación laical. (ChL nº 23)

Un laico adulto camina ejerciendo de laico en la Iglesia y en la sociedad, y de los pastores necesita colaboración para poder cumplir su propia vocación laical.

Ahora más que nunca: Justicia

Antón Negro

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