domingo, 17 de mayo de 2020

Desobediencia y amor (y 3)


Desde hace décadas se ha vuelto muy popular una imagen, sencilla y a la vez contundente, que pretende desvelar la lógica oculta del poder. En ella se presentan dos marionetas, una caracterizada como la derecha política y la otra como su eterno rival, la izquierda política. Son las clásicas marionetas de cachiporra que se vapulean mutuamente movidas por las manos del mismo titiritero, el verdadero protagonista de la metáfora. La escena deja entrever todavía otra lectura: Nosotros somos el público que se ríe y se mofa de un personaje mientras aplaude a su oponente. Tan excitados estamos en la representación que olvidamos, aunque lo sepamos, que existe un manipulador (se llaman así, que le vamos a hacer) de los personajes que les hace decir lo que quiere porque para eso es también el guionista.


Ya Aristóteles en su Poética nos desvelaba el funcionamiento de la tragedia y explicaba la necesidad de que el público se identificara con el personaje central y le siguiera de forma empática durante la trama. La industria de Hollywood explotó este recurso hasta lo inverosímil. Sólo que, a diferencia de la tragedia griega, aquí el héroe, que siempre era americano, triunfaba sobre los malos, que frecuentemente eran árabes o rusos.


La escena del guiñol nos invita a mirar al que que introduce su mano en el títere porque es el que realmente organiza la trama. De la misma forma, si queremos entender qué buscaba la tragedia griega o las películas de Hollywood tendríamos que fijarnos en los guionistas. Hoy ya sabemos que unos y otros perseguían objetivos políticos muy concretos.


La conclusión evidente de los tres ejemplos nos muestra una primera relación visible y conflictiva entre dos personajes que habitan en la escena, los títeres o los héroes. Pero también nos habla de una segunda relación entre los guionistas y manipuladores de marionetas por un lado y el público por otro. El gran reto que nos presenta la desobediencia, entendida, tal como la entendemos en este escrito (Ver: Desobediencia y amor 1   y Desobediencia y amor 2  ) es enfrentarnos a los guionistas y a los manipuladores.


Ahora que ya sabemos que las “crisis” económicas, ecológicas o de salud son previsibles y por tanto se pueden evitar o al menos controlar, tendremos que preguntarnos cuál es la razón de que no podamos adelantarnos a ellas; ahora que descubrimos que después de cada “crisis” aumenta la pobreza, pero también los millonarios; ahora que comprobamos que estas “crisis” tienen causas concretas que es necesario atajar pero que quedarán relegadas una vez más por las urgencias de las consecuencias; ahora que ya sabemos que a las grandes corporaciones bancarias, mediáticas o energéticas invertir en las campañas electorales les ha salido rentable… Ahora, ha llegado el momento de no aceptar el papel de público que jalea a unos y se mofa de los otros. No podemos ser cómplices de los principales medios de comunicación que no dudan en recurrir a los trucos de las cachiporras hasta construir un relato simplista de la realidad en la que sólo parecen habitar los buenos y los malos, los comunistas y los fachas, el blanco y el negro. Quizás haya llegado el momento de señalar a los guionistas de toda esta trama. Sin duda es necesario desobedecer a todos los mecanismos que pretenden imponer la división entre los que asistimos, cada vez más desesperados, a la representación. Es urgente desobedecer a la polarización política impuesta que conduce a todo tipo de guerras, en las que siempre mueren los que no las han provocado.


Desobedecer es un acto de amor a fondo perdido porque hace falta mucho amor para levantarse en medio del público y señalar al guionista. Uno se expone al rechazo y al vituperio de unos y de otros. Y eso sólo lo resiste el amor, el amor político, que no encaja con estas izquierdas y estas derechas que necesitan dividirnos. El amor que ha sido y sigue siendo la fuerza de los débiles que consiguen cambiar el mundo contra todo pronóstico. El amor desobediente que sólo obedece al amor.


Moisés Mato
Ahora más que nunca Noviolencia


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