sábado, 9 de julio de 2022

¡¿Creer en la ciencia!?

En estos tiempos de pandemia Covid ha aparecido muchas veces en los medios de comunicación la expresión “creo en la ciencia”, frase que hemos escuchado a periodistas, personas de la calle e incluso a profesores. Pero, la ciencia ¿es objeto de fe, de creencia? O más bien, ¿es el campo de la experimentación, demostración, comprobación con una metodología científica, revisión por otros...? La ciencia se mueve en este segundo nivel y por eso un descubrimiento científico modifica con frecuencia teorías científicas anteriores.

La fe, por otra parte, pertenece al campo de las interrelaciones humanas, tanto de las relaciones entre las personas como a la relación de ellas con Dios, es decir, al campo de la religión y de la convivencia social, de la religación a Dios y a su pueblo. De hecho, ¿quién no escuchó muchas veces “yo, si te creo”?


En la vida sociocultural abunda la premisa de que las creencias pueden ser verdaderas o falsas, lo que sí es verdad, pero la aceptada premisa contraria de que el saber científico siempre es verdadero, no es cierta. Si alguno tiene dudas al respeto, llegaría para disiparlas con una breve pasada por la historia de las ciencias. Tampoco debemos olvidar que los dictadores y opresores instrumentalizaron y manipularon las religiones, y no es menos cierto que hicieron lo mismo con las ciencias y la filosofía.

La ciencia responde fundamentalmente a la pregunta del CÓMO? Cómo suceden los fenómenos y cómo cambian si hacemos intervenir otras variables, aunque a veces encontremos muchos porqués, que en realidad son cómo. Para validar la ciencia usaremos criterios verificacionistas, probabilísticos, falsacionistas (K. Popper afirma que no es posible demostrar la verdad de los enunciados y teorías científicas, pero sí su falsedad)... y en la mayor parte de los casos con un grado de probabilidad, que nunca es el 100%. La ciencia avanza con el método del ensayo-error-rectificación, como expresaba en una entrevista el científico Robert Langer: “Durante dos años todos los diseños que llevé a cabo fracasaron. Hasta que un día, por motivos que yo entonces desconocía, encontré uno que funcionó” (El Mundo 12-VI-2022).

Hay otras preguntas fundamentales de los humanos para hacer: ¿Por qué hay algo y no nada? ¿Por qué el orden emerge del desorden? ¿Por qué esto es bueno y/o justo? ¿Por qué lo otro es malo y/o injusto? ¿Es bueno existir? ¿Para qué existir? ¿Merece la pena vivir? ¿Cuál es el significado del proceso vital que vivimos? ¿Tiene la historia alguna finalidad? ... Estas son preguntas para teólogos, filósofos...

Sí, es verdad que se puede tener fe, confianza, en los científicos. Ciertamente en unos más que en otros. Las personas creemos, pues si no se creyese en nadie sería imposible vivir en sociedad. Creemos normalmente en las personas y en lo que hacen, incluida la actividad científica, de lo contrario: ¿comeríamos en un restaurante? ¿Iríamos al médico? ¿Conduciríamos un coche por la carretera?... Así se entiende la importancia de la confianza en el médico y los efectos “placebo” y “nocebo” ampliamente documentados.

Thomas Khun en su libro, “Estructura de las revoluciones científicas”, explica como a veces las teorías científicas se imponen por consideraciones estéticas, por la novedad de un nuevo paradigma frente al antiguo, por las técnicas de la argumentación persuasiva.... y Saint-Exupery en “El Principito” lo expresa de bella manera:

“Tengo razones bien serias para creer que el planeta de donde venía el Principito es el asteroide B 612. Este asteroide no fue visto más que una vez con la ayuda del telescopio, por un astrónomo turco, en el año 1909. Dicho astrónomo había hecho entonces una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó por culpa de su vestimenta. Las personas mayores son así. Felizmente para el asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, la obligación de vestirse a la europea. El astrónomo informó de nuevo sobre su descubrimiento en el año 1920. Iba vestido de un modo muy elegante y todo el mundo aceptó su demostración”

No tener Fe en Dios abre paso a cualquier superstición, dijo Chesterton. Como ejemplo, aquel que en su tesis de doctorado en una facultad de ciencias salta de la conclusión 12 a la 14, suprime la 13, y comentaba un profesor amigo mío “habría que suspenderlo por acientífico”. Uno que se examinaba del MIR (médicos internos residentes) en el telediario de Antena 3 respondía al periodista: “Sí, llevaba mis amuletos como todo el mundo”¿?

Sorprende, aunque parezca irreal, este texto en “The religions book” (Penguin Random House, London): “Jewish Sciencie acknowledges modern medicine and, unlike Christian Sciencie, permits conventional medical treatment (p.333)” (La ciencia judía reconoce la medicina moderna y, a diferencia de la ciencia cristiana, permite el tratamiento médico convencional). Es evidente que la Iglesia tiene hospitales y facultades de medicina... ¡¡¡que falsos estereotipos tendrán en el subconsciente para escribir tal cosa!!!

La ciencia no es objeto de fe, sino que es una actividad humana que se somete a criterios de análisis, comprobación, experimentación... y la fe pertenece al mundo de la relación con Dios y con las personas.

Ahora más que nunca: Verdad

Antón Negro

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