lunes, 21 de febrero de 2022

El Ensayo de Moderna no proporciona evidencia de que esa VACUNA prevenga la MUERTE por COVID-19.




Laporte lo dijo en su comparecencia en el Congreso, pero ya antes (y de nuevo) José Eizayaga me había puesto sobre la pista. La publicación de los resultados del ensayo clínico primario de la vacuna Moderna ponía de relieve que las mortalidad entre los que reciben la vacuna y los que no la reciben es prácticamente idéntica, a pesar de que los datos se refieren a los primeros 5 meses que es el periodo en el que la vacuna muestra mayor efectividad. Pero ese resultado no se le da relieve en el texto del articulo que presenta el ensayo. Para encontrar el numero de fallecidos en los grupos de vacunados y no-vacunados hay que ir al material suplementario. Los fallecimientos aparecen como una razón de abandono, de la discontinuación de la participación en la investigación. Cunaod debería ser un dato esencial a reflejar en los resultados y conclusiones del articulo aunque no constituyera el objetivo primario en el diseño del estudio.


Es un resultado muy revelador y que obliga a preguntarse porque las farmacéuticas, tanto Moderna como Pfizer, desmontaron los ensayos clínicos de las vacunas de manera precipitada. El número de muertes en el grupo que no recibió la vacuna no justificaba ésta suspensión por razones éticas, es decir porque se estuviera sometiendo a los no vacunados a un riesgo inasumible. Desmontar los ensayos impide definir si las vacunas protegen frente a la muerte y sobre todo cuantificar esta posible protección. Por qué las farmacéuticas de las vacunas estaban interesadas en evitar que esta información pudiera obtenerse, es la pregunta obligada.


Los gobiernos y “sus expertos” dicen que la prevención de la hospitalización y la muerte se ha producido en la práctica, al administrar las vacunas. Probar en la práctica es necesario una vez se ha “sacado todo el jugo” a los ensayos, pero esos datos tienen el inconveniente de que no son estudios controlados, es decir que las variables que pueden influir en la mortalidad de vacunados y no-vacunados son muchas, además de la efectividad de las vacunas. No sabemos si las poblaciones de vacunados y no-vacunados son comparables o no. Por ejemplo los no-vacunados podrían ser personas que aceptan más riesgos para su salud y, por lo tanto, pueden sufrir más eventos potencialmente mortales. Pero es que tampoco está garantizado que los criterios para definir la causa de la muerte sea el mismo en los dos grupos, como no lo está que la política de pruebas diagnósticas sea la misma, incluso como están las cosas no se puede descartar que los no-vacunados mueran por la falta de interés de los profesionales que les atienden. No estoy afirmando nada, estoy señalando variables “no controladas”.


Los ensayos clínicos son imprescindibles, aunque no creo que sean la única fuente de conocimiento científico y, de hecho, en algunos cuestiones y áreas no son ni siquiera la fuente más importante (por ejemplo en educación o psicoterapia). Pero para evaluar la efectividad de una intervención concreta no son sustituibles. Una pregunta es por qué no se han implementado más ensayos, por ejemplo para evaluar la vacuna a medio plazo en grupos etarios definidos, o para determinar si los refuerzos vacunales eran necesarios y en quien. Curiosa este lema de que hay que seguir la Ciencia mientras a ésta se le desarma.
https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa2113017

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