martes, 11 de enero de 2022

Veritas? Quid est veritas?


Juan Diego Areta Higuera

Yo estaba sentado a su lado y veía con qué atención escudriñaba su móvil hasta que, de repente, se levantó con decisión. “Voy a tender la ropa”, me dijo. Miré por la ventana. Las nubes eran muy oscuras; el viento, de tormenta. Incluso en la habitación olía a lluvia. “¿Seguro?”, le pregunté. “He visto en ‘el tiempo’ que no va a llover”. Llovió.

Esta anécdota es pequeña, pero no es única. Es interesante comprobar cómo tendemos a fiarnos cada vez más de la información que obtenemos de nuestros dispositivos digitales. Es paradigmática la broma/performance de Simon Weckert, quien, paseando por la calle con una carretilla llena de teléfonos, consiguió alterar el tráfico de Berlín.

Es tal la confianza que tenemos en nuestros apéndices electrónicos y en sus casi ilimitadas capacidades que llegamos incluso a dudar de lo que nuestros sentidos y nuestra razón nos están indicando. Si la aplicación dice que no va a llover o que hay un atasco… ¿quién soy yo para dudar por pequeñas nimiedades como que esté lloviendo o que la calle esté vacía?

Es ya algo establecido que grandes mayorías utilicen las redes sociales para informarse sobre distintos temas. Cabe recordar aquí que dichas redes no tienen vocación periodística ni informativa, sino que su principal interés es captar nuestra atención y que pasemos más tiempo conectados, para así saber más de nosotros y podernos ofrecer/publicitar productos de forma personalizada. Es ese el modo en el que pueden acabar generando beneficios económicos.

Por eso, las redes sociales no se preocupaban de si la información que un usuario ve, lee o escucha es real o no. Su objetivo era que dicho contenido le llamase la atención, por lo que le iba ofreciendo cada vez más. Si era o no verdad, era irrelevante.

Esto era exclusivamente así hasta que los escándalos derivados de las llamadas fake news llegaron a influir incluso en las elecciones estadounidenses. A partir de ahí entramos en una nueva fase y encontramos que, las mismas redes sociales -cuyos intereses no han cambiado sustancialmente- empiezan a autoerigirse en los principales luchadores contra las fake news. Se han transformado en “verificadores de hechos”.

¿Qué quiere decir esto? Sencillamente, que estas redes, con Facebook y Twitter a la cabeza, borrarán las noticias que puedan considerarse fake news (e incluso la cuenta de quien la publique o difunda). En principio, si una noticia o una información es falsa, podríamos convenir en que lo mejor es que no sea divulgada. De hecho, esa es una premisa ética fundamental de la profesión periodística.

Pero, y aquí entramos en una cuestión relevante, ¿hay periodistas detrás de Facebook o Twitter? ¿Cuáles son los criterios que se siguen para considerar una noticia como falsa? En definitiva, ¿qué es la verdad en la era de la desinformación por sobreinformación?

No quisiera teorizar más sobre esta cuestión, sino traer aquí un ejemplo de como Facebook, actuando como “verificador de hechos”, ha llegado a bloquear un artículo periodístico publicado por la histórica y prestigiosa revista médica ‘The British Medical Journal’.

El 2 de noviembre de 2021, el BMJ publicaba un artículo de investigación del periodista Paul D. Thacker en el que se relataba que un ex empleado de Ventavia (una empresa de investigación por contrato que ayudaba a llevar a cabo el ensayo principal de la vacuna de Pfizer contra la COVID19), aportó al BMJ una serie de documentos internos que dejaban entrever la posibilidad de que la investigación no estuviera realizándose adecuadamente, lo cual podría alterar la integridad y fiabilidad de los datos del ensayo clínico, así como la seguridad del paciente. Al parecer, el BMJ también tuvo acceso a la información de que la FDA no había investigado estos hechos a pesar de que recibió quejas directas sobre ello.

Según parece, a partir del 10 de noviembre, hubo lectores de la revista que avisaron de que tenían dificultades para compartir el artículo en Facebook, que llegó a marcar la publicación con una advertencia de que “los verificadores de hechos independientes dicen que esta información podría engañar a las personas", de que compartían “información falsa”, justificando esa decisión en base al criterio de los verificadores de hechos de Lead Stories (empresa contratada por Facebook para ello).

Esta situación llevó a dos editores del BMJ (Fiona Godlee y Kamran Abbasi) a escribir una carta abierta a Mark Zuckerberg. En dicha carta, publicada el 17 de diciembre de 2021, exponían por qué consideran que la “verificación de hechos” realizada por Lead Stories es “inexacta, incompetente e irresponsable”, argumentando que (y cito literalmente):
- No proporciona ninguna afirmación de hecho de que el artículo de BMJ se equivocó;
- Tiene un título sin sentido: "Verificación de hechos: la revista médica británica NO reveló informes descalificadores e ignorados de fallas en los ensayos de la vacuna Pfizer COVID-19";
- El primer párrafo etiqueta incorrectamente al BMJ como un "blog de noticias";
- Contiene una captura de pantalla de nuestro artículo con un sello sobre él que indica "Defectos revisados", a pesar de que el artículo de Lead Stories no identifica nada falso o falso en el artículo de The BMJ;
- Publicó la historia en su sitio web con una URL que contiene la frase "alerta de engaño". 


Aseguran desde el BMJ que se pusieron en contacto con Lead Stories y Facebook para abordar este problema pero que no tuvieron respuestas. Exponen además Godlee y Abbasi una preocupación que personalmente comparto: “Somos conscientes de que el BMJ no es el único proveedor de información de alta calidad que se ha visto afectado por la incompetencia del régimen de verificación de datos de Meta (empresa propietaria de Facebook). Por ejemplo, destacaríamos el tratamiento de Instagram (también propiedad de Meta) a Cochrane, organización internacional experta en revisiones sistemáticas de alta calidad de evidencia médica. En lugar de invertir una parte de las ganancias sustanciales de Meta para ayudar a garantizar la precisión de la información médica compartida a través de las redes sociales, aparentemente ha delegado la responsabilidad a personas incompetentes para llevar a cabo esta tarea crucial. La verificación de hechos ha sido un elemento básico del buen periodismo durante décadas. Lo que ha sucedido en este caso debería ser motivo de preocupación para cualquiera que valore y confíe en fuentes como el BMJ”.

Veritas? Quid est veritas? Es evidente que el BMJ no tiene la patente de la verdad, y que en sus artículos puede haber errores; pero también es evidente que son poco claros los métodos de los “verificadores de hechos” que pretenden combatir las fake news.

Pero la capacidad de influencia de estas grandes plataformas puede hacer que, por ejemplo, Facebook gane al BMJ en esta extraña “batalla por la verdad”… ¡sin que lleguemos a saber siquiera por qué! También yo puedo subir a tender bajo la lluvia. ¿Hacia dónde nos lleva esto? Cada cual que saque sus conclusiones. Las mía es quizá la misma que la de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.

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