sábado, 6 de febrero de 2021

Humanidad de un director crítico. Centenario de Luis García Berlanga

"Plácido", una obra maestra
Luis García Berlanga nació en Valencia, en 1921, Su padre llegó a ser gobernador civil de Valencia en tiempo de la República. Su abuelo era un rico terrateniente de Camporrobles, Utiel. Después de la Guerra Civil, Berlanga estuvo un tiempo en la División Azul, junto al actor Luis Ciges y el poeta Dionisio Ridruejo.

Fue la entrañable “Bienvenido Mister Marshall“ en 1952, cuando el nombre de Berlanga se hizo popular en toda España. En los inicios de su obra cinematográfica se resaltaban con alegría y ternura los problemas de España de la posguerra y el subdesarrollo, aunque el sarcasmo posterior aún no había aparecido. 

La primera fase de su obra está influida fuertemente por el movimiento italiano del neorrealismo (algunas de sus películas recuerdan enormemente las primeras de De Sica o de Federico Fellini). En una segunda fase, el análisis de los años más oscuros de la dictadura de Franco y del Nacional Catolicismo son objeto de su atención, dirigiendo tal vez las mejores películas de su filmografía: “Plácido “ (1961), “El verdugo” (1963) o “¡Vivan los novios!” (1969). La tercera fase, quizá más esperpéntico, más ácida, más amarga, corresponden a los filmes que hizo en el tiempo de la Transición: “la escopeta nacional” (1978), la trilogía de “Patrimonio nacional” (1978), y por último, la ácida y desgarradora “París-Tombuctú”.

He aquí la maestría de un artista como fue Luis García Berlanga: su sentido del humor tan vitriólico, su espíritu humanista, su descarado erotismo, su comicidad a veces zafia, su preocupación política y social convierten sus obras cinematográficas en un motivo de risa (alguien ha dicho que Berlanga se reía por no llorar), una mirada muy humana sobre el español, una honda preocupación por el estado de su país España. Podríamos afirmar que es el amor y el dolor que sentía por España lo que vemos representado en la pantalla: corrupción, hipocresía, mentira, tráfico de influencias, enchufes y halagos, es lo que ocurría (¿ocurre todavía?) en las distintas Españas que él conoció. Salvo al principio, donde aún aparecía el optimismo, la amargura de la desesperanza, fue haciéndose cada vez más fuerte en sus películas, tal vez también por la influencia de su gran guionista Rafael Azcona, que colaboró con él durante muchos filmes.

Naturalmente a Luis García Berlanga le preocupaba también -y mucho- la religión, y en concreto, la religión en España. En sus películas hay muchos apuntes de corte anticlerical bastante razonables: los curas de “misa y olla”, la hipocresía religiosa. Afrontó directamente, y bajo la mirada atentamente vigilante de la censura oficial, la manipulación religiosa de la gente sencilla (un tema también muy querido por Federico Fellini) en la película “Los jueves, milagro“ que fue masacrada por los censores y cuyo resultado final no nos es dado ni imaginar. Ahí pone en solfa la cuestión de las apariciones de la Virgen que en la época en que se hizo en España estaban casi de moda. Los intereses económicos, la hipocresía, la manipulación de la gente sencilla que nos muestran ciertamente mezclados con su sentido del humor. 

Pero será en “Plácido”, (“¡Siente un pobre en su mesa!”) quizá su mejor película y que optó por el Oscar, donde abiertamente Berlanga ataca la institución de la caridad establecida y los sentimientos hipócritas religiosos que muchas veces surgen alrededor de las obras de caridad. Religión, dinero, moral burguesa, mala conciencia, caridad devaluada, hipocresía… Son los ingredientes puestos en un filtro muy crítico de esta gran película. Yo creo que esta película es obligatoria de ser vista por todos los miembros que quieren pertenecer a los grupos de Cáritas de nuestras parroquias. Sería un buen antídoto contra la falsa caridad.

AHORA MÁS QUE NUNCA: HUMANIDAD

José Luis Barrera

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