domingo, 13 de octubre de 2024

La Ley de Cuidados Inversos en la clínica, la comunidad y la salud pública

Flores del jardín
de los autores aportadas 
al  SIAP GRANADA 24
Juan Gérvas/ Mercedes Pérez Fernández*


El efecto Mateo

En economía y sociología se estudia el efecto Mateo, un fenómeno de acumulación de bienes, fama, riqueza y prestigio social por el cual el rico con el tiempo se hace más rico y el pobre con el tiempo se hace cada vez más pobre, como hemos vivido en la pandemia covid19. El término tiene su origen en la parábola de los talentos del Evangelio de Mateo (también en el Evangelio de Lucas 19, 11-27): “Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (Mateo 13:12)[1].

La Ley de Cuidados Inversos

En el sector sanitario se cumple dicho efecto Mateo “recibe más atención quien menos atención precisa y quien más atención precisa recibe menos atención; esto se cumple más cuanto mayor es la orientación a lo privado del sistema sanitario”.

Lo enunció así Julian Tudor Hart en 1971 como “Ley de Cuidados Inversos[2] que expresa en síntesis una profunda inequidad propia del capitalismo.

De hecho, la solidaridad que bien expresa el sistema sanitario público de cobertura universal busca cumplir con la equidad, tanto en vertical (más a quien más precisa) como en horizontal (lo mismo para quienes precisan lo mismo). También busca la eficiencia, es decir, el prestar servicios eficaces, efectivos y seguros a un coste socialmente tolerable.

Sabemos que la Ley de Cuidados Inversos se cumple incluso cuando se logra atenuar su rigor porque existe un sistema sanitario público de cobertura universal basado en una atención primaria fuerte.

Una función clave del sistema sanitario es evitar el exceso de atención

La atención primaria en España es pro-pobre pues se presta más atención a quien tiene menor nivel socioeconómico, y en lo privado es al contrario, pro-rico. En general, los ricos reciben en el sistema sanitario público y privado más atención sanitaria innecesaria. Esta atención excesiva suele ser dañina, como se ha demostrado, por ejemplo, con los cribados de cáncer en Estados Unidos[3].

De hecho, una función clave actual en atención primaria es evitar el exceso de atención, el adecuar la intensidad de atención a las necesidades de pacientes, familias y comunidades.

No se trata de “más” sino de “mejor”, lo que es especialmente importante en los pobres y marginados que son mucho más complejos y “frágiles” que los ricos y no resistirían la intensidad de atención que resisten los ricos (“no podemos transformar los caprichos de los ricos en las necesidades de los pobres”)[4],[5],[6].

Para atenuar el rigor del cumplimiento de la Ley de Cuidados Inversos se precisan cambios globales, políticos y sociales. Por ejemplo, de redistribución de riqueza, mejoras de ayudas y subsidios, planes efectivos contra la pobreza en todas sus formas, políticas públicas de vivienda, mejoras de empleo y trabajo, desarrollo del sistema educativo público, fortalecimiento con conocimientos y recursos del sistema sanitario público de cobertura universal, ayudas a la dependencia, etc.

Estas cambios pueden parecer lejanos y casi utópicos desde la base, desde nuestras humildes consultas y centros de salud públicos frecuentemente abandonados, pero no conviene el desánimo. Además, ya sabemos que la utopía es como la Osa Mayor, que nos ayuda a orientarnos y a localizar la Estrella Polar, y con ello a encontrar la ruta a seguir guiándonos por nuestro compromiso ético, profesional y social con los marginados, sabiendo que no callar es mantener la esperanza y de que la desesperanza en una forma de deslealtad (que dijo Gabriel Marcel)[7].

¿Qué podemos hacer en nuestras humildes consultas, en los domicilios de pacientes y en la comunidad?

Es mucho lo que se puede hacer al nivel micro de las “pequeñas cosas”[8]. Entre ellas[9]:

  1. Ser conscientes de la existencia y cumplimiento de la Ley de Cuidados Inversos en el trabajo diario. Para ello difundir su conocimiento entre estudiantes, residentes y colegas. Comprobar su cumplimiento en la consulta diaria, por ejemplo midiendo la duración de la consulta, o la derivación a especialistas focales, o el uso de urgencias en primaria, o la mortalidad por causa infecciosa, o el lugar de la muerte según la clase social de cada paciente.
  2. Registrar variables y datos que hagan posible estudios según clase social y condiciones vitales de pacientes, familias y comunidades (las circunstancias del entorno, el ambiente y el tiempo en que es concebida, nace, vive y muere toda persona). Por ejemplo, información sobre nivel educativo y de ingresos,  la vivienda, la situación de convivencia, el genograma, la necesidad de cuidados, barreras para el acceso efectivo (administrativas, geográficas, horarias, legales, lingüísticas y otras), recursos en la comunidad, etc. Conviene tener en cuenta que los múltiples ejes de desigualdad (pobreza, género, edad, diversidad funcional, racialización, etc) no se suman sino se potencian y llevan a situaciones con impacto en morbilidad y mortalidad, y por ello los informes médicos y partes de lesiones deberían reflejar en lo posible (y admisible por pacientes y familias) el contexto del vivir y del enfermar. A mayor complejidad se precisa mayor personalización (y menor intensidad de atención) lo que exige gran generalismo, excelente coordinación de cuidados y mucha longitudinalidad.
  3. Trabajar con un sesgo a favor de la marginación y la gravedad de forma que las consultas y las visitas a domicilio se adecúen a las necesidades, no a las demandas. Conviene la abogacía con una mezcla de audacia y prudencia, de ternura y de violencia. El sistema sanitario es parte del “conglomerado del orden social” y por tanto llega a rechazar de manera más o menos sutil a quien más lo precisa, llega a no percibir la vulnerabilidad. Hay un grupo de pacientes cuyo sufrimiento se niega, o no se entiende, que no son vistos, ni oídos, ni tocados, ni reconocidos, ni pensados y ni siquiera imaginados; son pacientes ignorados y rechazados, cuya dignidad y valía se desprecia y a los que se dificulta el acceso efectivo a la necesaria atención sanitaria, como es el caso de personas sin hogar, usuarios de drogas por vía parenteral, prostitutas, analfabetos, encarcelados, recluidos en domicilio con enfermedades crónicas, migrantes, gitanos, personas en situación de pobreza, mujeres maltratadas, “escuchadores de voces”, discapacitados y otras personas marginadas. El sistema sanitario público de cobertura universal es, de facto, “okupado” por pacientes amables y “cumplidores” que en muchos casos no precisan servicio alguno.
  4. Poner la dignidad de todo paciente por encima de sus características presenciales y de nuestros convencionalismos y prejuicios de forma que visibilicemos lo que conlleva el contexto y la historia personal, familiar y social. Por ejemplo, en la práctica clínica las cosas suceden como si resultara más atractivo el culo de los ricos que la boca de los pobres y, por ello, hay el mismo retraso en el diagnóstico precoz del cáncer de colon (que exige colonoscopia y fascinación tecnológica que atrae a profesionales clínicos y salubristas) que del cáncer oral (que exige el simple abrir e inspeccionar la boca y es más frecuente en pobres que fuman, beben alcohol y no se limpian los dientes, que no atraen ni a profesionales sanitarios ni a salubristas): en ambos cánceres se diagnostica precozmente el 36% de los casos[10]
  5. Defender la autonomía del paciente pues los derechos de los pacientes son obligaciones para los profesionales. Más que “conceder”, el respeto y la promoción de la autonomía del paciente “cumple” con las obligaciones que se derivan de dicha autonomía en el día a día del trabajo clínico. Se refleja en una atención en que brilla benevolencia, comprensión, delicadeza, dulzura, humanidad, sensibilidad, ternura y tolerancia.
  6. Salir a la calle con la comunidad para sumarse a los movimientos vecinales y otros sin pretender ningún protagonismo ni heroicidad. Como escribió Albert Camus en “La peste”: “Ante la plaga, civismo, no heroismo” y por ello no hay "héroes sin capa" sino "profesionales más allá de la clínica". Se trata, también, de ayudar para evitar/paliar la injusticia epistémica testimonial (injusticia contra aquellas voces a las que no se escucha por provenir de grupos estigmatizados) y hermenéutica (la dificultad que tienen las víctimas de alguna injusticia social para comprender su propio estado).
  7. Desobedecer cuando sea la mejor y única respuesta. Es ignorar y no seguir normas de obligado cumplimiento, y es una manifestación genuina del espíritu de integridad moral y de la acción directa democrática. Así, cabe rechazar normas y formas de organización que vayan contra la propia conciencia, la ciencia, la ética, los valores y contra el mejor servicio a pacientes, familiares y comunidades.

Como profesionales no podemos permanecer impasibles ante el cumplimiento de la Ley de Cuidados Inversos. Conviene la movilización en el propio trabajo clínico y la abogacía fuera de la consulta, con la comunidad y con las organizaciones políticas y sociales.

* Mercedes Pérez-Fernández, especialista en Medicina Interna, médico general rural jubilada, Equipo CESCA, Madrid, España y Juan Gérvas, Doctor en Medicina, médico rural general jubilado, ex-profesor de salud pública, Equipo CESCA


[1]Una parábola con interpretaciones teológicas varias, incluyendo la idea de que todo el mundo tiene valores, y que debe ponerlos en valor.

[2]The inverse care law Lancet. 1 (7696) (1971), pp. 405-412 Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S014067367192410X

[3]La desigualdad social mata a los pobres, pero el remedio no son más médicos http://saludineroap.blogspot.com/2018/01/la-desigualdad-social-mata-los-pobres.html

[4]Los ricos reciben atención médica especializada de más, ¡protejamos a los pobres para que no les pase igual! http://saludineroap.blogspot.com/2017/10/los-ricos-reciben-atencion-medica.html

[5]A mayor complejidad se precisa mayor personalización (y menor intensidad de atención) http://equipocesca.org/enfermos-complejos-o-sistema-simple/

[6]Si abandonamos la atención primaria perderemos la universalidad https://osalde.org/luis-palomo-si-abandonamos-la-atencion-primaria-perderemos-la-universalidad/

[7]Metafísica de la esperanza y del deseo en Gabriel Marcel https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/882/4/4.%20LA%20METAF%C3%8DSICA%20DE%20LA%20ESPERANZA%20Y%20DEL%20DESEO%20EN%20GABRIEL%20MARCEL,%20PAUL%20O%27CALLAGHAN.pdf

[8]Ética de las pequeñas cosas http://equipocesca.org/etica-de-las-pequenas-cosas-en-medicina/

[9] Cómo combatir la “Ley de Cuidados Inversos” en la consulta de atención primaria https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1134207224000756?dgcid=coauthor

[10] Oral cancer screening. 5 minutes to save a life. https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(05)66635-4/abstract

viernes, 11 de octubre de 2024

¿LA DIGNIDAD ES UN LUJO DE LOS EXPLOTADORES?


La dignidad del ser humano se encuentra tanto en la propia esencia humana (es decir, en el propio hecho de existir como ser humano) como en la existencia (es decir, en las cosas que hacemos en nuestro día a día. Somos dignos solo por el hecho de pertenecer a la raza humana. Y además somos dignos cuanto más dignifiquemos nuestra vida. Más dignos cuanto más generosos, valientes, justos, trabajadores,…; más dignos cuanto más cuidemos, respetemos y amemos las condiciones en que vivimos: nuestras casas, nuestro modo de morir, nuestras condiciones laborales, nuestro modo de alimentarnos... Muchas escuelas de filosofía coinciden en esta dignidad esencial, ontológica, que tenemos solo por el hecho de nacer humanos. Y también coinciden en esta otra dignidad nacida de las circunstancias y las condiciones existenciales.  

Es esta dignidad circunstacial y existencial la que podríamos pesar y medir si fuésemos científicos de los que les gusta medir hasta el peso del alma (¿21 gramos?) Sin querer ser ese tipo de científico positivista, reflexionaré sin embargo aquí sobre el valor de esta dignidad.

Cómo se mide la dignidad de un camarero, de una camarera cuando, por ejemplo, en la puerta del salón de juegos, a las tres de la madrugada, en medio de un polígono, le dicen a un espídico albano, que va con sus colegas de farra, que no puede entrar al salón porque está incluido en la lista de ludópatas, y multarían al salón, y lo despidirían de su trabajo. Cómo cambia la dignidad de la operaria de la fábrica donde despiezan y envasan la carne de las pechugas de pollo para grandes superficies (Carrefour, Alcampo, ALDI, Lidl), cuando entra un pedido para el Mercadona, y la ya imposible velocidad a la que trabajan se duplica; porque de Mercadona hasta se rumorea que pide despidos en origen cuando la mercancía no llega como ellos la desean. Cuánta dignidad maneja el maquinista de la volteadora de compost cuando vuelven a doblarle las semanas en turno de noche como castigo por seguir pidiendo el dinero que hace años le robó la empresa, y por seguir exigiendo a sus superiores, por él y por sus compañeros, que dejen de saltarse el convenio. Cómo mengua la dignidad del médico, de la médico residente de urgencias cuando ve cómo una anciana agonizante, muere sola en el pasillo, sin familiares -porque no los dejan entrar-, y sin más compañía que intensas luces y gente apresurada corriendo a su alrededor. 

¿Cómo la dignidad se hace carne cuando eres explotado laboralmente. Cómo se mide. Cuánto pesa?

Pesará poco si miramos en los stand de las librerías, incluso de las alternativas. Incluso de las de izquierdas. Cada día cuesta más encontrar textos que nos hablen de la dignidad del trabajador.

Pesará muy poco esta dignidad del explotado si escuchamos las disquisiciones del filósofo del Consejo de Estado [Javier Goma Lanzón ¿Qué es la Dignidad? Minuto 8`15`` (enlace)  Accedido el 12/11/23]. En sus ejemplos de cómo las democracias actuales han hecho crecer la dignidad de sus ciudadanos se olvida hablar de los trabajadores: de los hombres, de las mujeres, y de los niños. La dignidad del trabajador en nuestra sociedad desaparece como El Increíble Hombre Menguante. Huele a rancio y a antipolillas. ¿La burguesía?, ¿dónde está la burguesía?, ¿es una señora oronda?[1]decía uno de los que ha sido durante décadas historiador orgánico del PSOE. 

En la actualidad, vale más enfocarse y medir y pesar la dignidad (como Álvarez Junco, el historiador, ha terminado haciendo; como Javier Gomá, el filósofo; como las librerías alternativas y de izquierdas) con estudios culturales. Estudios que analizan y cuestionan la idea de España; o de raza. O de especie. O de género. Etcétera. Mejor pesemos, midamos, hablemos, denunciemos, pongamos el foco, como nos decía el filósofo del Consejo de Estado, en el maltrato a la infancia (sin apellidos[2]), en el maltrato al anciano (sin renta), al moro (no al jeque), a la mujer (también a Ana Botín[3]), o al homosexual (no al maricón sin estudios) No es sencillo encontrar medidas, balanzas, buenos calibradores ni pesos en nuestra época de la dignidad en el trabajo. De tanto enfocarnos en el dinero y en los progresos técnicos hasta los sindicatos -de los pocos que aún miden y pesan la dignidad del trabajador- se olvidan de hablar de cómo dignificar el trabajo más allá del salario que se cobre. Qué sé yo, incluyendo en sus programas sindicales qué pasa en tu dignidad cuando tu entorno laboral te impide servir a los demás.  

Pornhub[4], la plaza del Rockefeller Center[5], la UGR[6], el ayuntamiento de un pueblito pequeño de la Alpujarra, el AMPA del cole de mi pueblo, y hasta la asociación de anarquistas autogestionarios... todos estuvieron de acuerdo en denunciar con qué poca dignidad se trataban los derechos sexuales cuando todos ellos decidieron defender la causa con la hoy sacralizada bandera arcoiris. 

Medir la dignidad es elegir dónde poner la mirada, la fuerza, la energía y la atención. Priorizando para no perdernos. Y me resulta imposible dejar de sospechar cuando la causa que defendemos en nombre del pobre, del precario, y del explotado, y la que defiende el rico, el poderoso y el explotador es exactamente la misma causa. Cuando los dos se ponen a medir y a pesar y a denunciar un tipo de indignidad. 

No puedo dejar de pensar en cuánto sirve a los poderosos y plutócratas que tanta gente se preocupe tanto por un tipo de dignidad, olvidándose de otras.

Antonio Granadilla


[1] José Álvarez Junco. Ilustre historiador de la España del PSOE en su Autobiografía Intelectual en la Fundación Juan March. https://www.youtube.com/watch?v=cxX2SYIZvLQ Accedido el 12/11/23.



sábado, 5 de octubre de 2024

Muertes covid19. Muertes en soledad

Ponencia de Mercedes Pérez-Fernández y Juan Gérvas sobre "Muertes en la covid. Muertes en soledad", en el Seminario de Innovación en Atención Primaria. SIAP. Losar de la Vera (Cáceres) 2024. Presencial 27 y 28 de septiembre 2024 "Soledad y solidaridad en la clínica, la comunidad y la sociedad” https://perragorda5.wordpress.com/


Morirse es la cuestión clave vital, es la última fase de la vida.  

El miedo a la muerte y las disposiciones legales no pueden hacernos perder ni el amor ni la ternura con que se acompaña al moribundo y al muerto, ni abandonar los ritos y rituales que nos hacen humanos. 

El amor es más necesario que nunca ante el desamparo y la muerte, siempre y en tiempos de pandemia 

Necesitamos amor y ternura, también en tiempos de muerte


Nadie debería ser enterrado en soledad.

Como nos recordó Iona Heath en "Amor y muerte en tiempos de covid"

Nadie debe ser obligado a morir solo en una habitación, privado de visitas, de amor y tacto, aislado de aquellos a quienes ama y que lo aman

Nadie debería tener que cargar el peso de saber que dejó morir solo a alguien a quien amaba.

Ningún profesional de la salud debería tener que soportar la carga de saber que fue cómplice de esta situación.

Y nadie debería tener que llorar solo. https://www.youtube.com/watch?v=EQJsuLBrXHM

 

Muertes evitables. Fue el virus, pero en mucho fue la sociedad

El SARS-CoV-2, el coronavirus cuya irrupción causó la pandemia covid19, provocó enfermedad y muerte, especialmente en ancianos enfermos.

Muchas muertes en la covid19 se produjeron en soledad. Y muchos muertos fueron incinerados sin funeral alguno, o con normas absurdas acerca del mismo

https://www.rtve.es/noticias/20200320/despedir-a-ser-querido-sin-velatorio-ni-funeral-inhumano-no-poder-abrazarse-dolor/2010464.shtml

La cuarentena brutal, drástica, dañina y sin ciencia ni ética, y el abandono de los ancianos en los asilos provocaron miles de muertes evitables, incluso por sed y hambre. En 25 países estudiados, el 30% de los muertos covid19 fueron ancianos en asilos, siendo dicha población el 1% de la población total

https://collateralglobal.org/article/effects-of-covid-19-in-care-homes/

 

Empastillados (con medicamentos que incrementan la posibilidad de neumonía)

Murieron por estar encerrados y mal cuidados en los asilos, pero también por consecuencia de los medicamentos con los que los “controlan”. 

Son muchos los medicamentos que pueden aumentar el riesgo de neumonía o neumonitis porque 1/ deprimen la inmunidad y otros mecanismos de protección (por ej., inmunosupresores, antipsicóticos, algunos analgésicos opiáceos, inhibidores de la bomba de protones/”protectores del estómago”), 2/ producen sedación, que puede aumentar el riesgo de aspiración, 3/ deprimen la ventilación pulmonar y favorecen la aparición de atelectasias (por ej., analgésicos opiáceos, fármacos anticolinérgicos, psicofármacos), o por 4/ una combinación de estos mecanismos

https://www.nogracias.org/2020/04/04/medicamentos-que-aumentan-el-riesgo-de-neumonia-por-joan-ramon-laporte-y-david-healy/

 

¿Y en las Unidades de Cuidados Intensivos? Más soledad

También hubo mucha muerte en soledad en las Unidades de Cuidados Intensivos y en las urgencias hospitalarias. Rodeados de profesionales y de material médico, pero en soledad.

“Se ha hablado ampliamente de las recomendaciones médicas para priorizar la atención sanitaria de pacientes críticos o la distribución equitativa de recursos bajo la amenaza de saturación de los servicios. No obstante, se ha prestado mínima atención a la soledad inevitable de los enfermos covid19 al final de sus vidas. Los procedimientos y normativas de seguridad sanitaria actuales exigen el aislamiento de las personas diagnosticados con covid19 o de aquellas bajo sospecha de contagio por falta de pruebas confirmatorias. Estas pautas de actuación conllevan una serie de condiciones que atentan los derechos del paciente, con especial relevancia al final de vida, como el derecho a una muerte digna y al acompañamiento, y que contribuyen a un elevado número de muertes en soledad”

https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1886-58872020000300006

 

La violación de los derechos humanos en hospitales, cada día

“En los hospitales todos los días se violan los derechos de las personas. Un marciano que aterrizase de repente aquí vería mucha gente que está enfadada; profesionales que no escuchan a los pacientes; familias a las que no se les deja acompañar a sus seres queridos; profesionales quejándonos de ratio de personal; precariedad laboral…”.

Hubo excepciones, lugares en que se hicieron las cosas bien, como en la UCI del Hospital de Torrejón de Ardoz (Madrid): 

“Si se hubiera hecho lo que decíamos hubiera muerto menos gente, los que hubieran fallecido no lo habrían hecho solos y la familia hubiera participado porque habría habido suficientes equipos de protección para todos [familiares y profesionales]. 

https://www.univision.com/noticias/salud/nadie-deberia-morirse-solo-desde-la-zona-cero-del-coronavirus-un-doctor-propone-humanizar-los-servicios-de-salud

https://www.eldiario.es/sociedad/gabriel-heras-volvieramos-sanitarios-soportarlo_128_6032440.html

 

¿Por quién doblan las campanas?

Por quienes mueren en soledad no querida. 

Por quienes no pueden acompañar a sus seres queridos al final de la vida.

Por todos nosotros, por la falta de amor, compasión, “humanidad”, piedad, solidaridad y ternura ante la muerte. 

Por la degeneración moral de una sociedad sin fundamentos éticos que renuncia a lo básico por miedo.

https://www.youtube.com/watch?v=IlQx10xgVfA

 

Síntesis

Morirse es la cuestión clave vital, es la última fase de la vida. 

El miedo a la muerte y las disposiciones legales no pueden hacernos perder ni el amor ni la ternura conque se acompaña al moribundo y al muerto, ni abandonar los ritos y rituales que nos hacen humanos.

El amor es más necesario que nunca ante el desamparo y la muerte, siempre y en tiempos de pandemia

Necesitamos amor y ternura, también en tiempos de muerte:

https://www.bmj.com/content/369/bmj.m1801

https://bjgp.org/content/70/698/428

Nadie debería morir solo. 

Nadie debería ser enterrado en soledad.

 

 

NOTA

Esta es la ponencia que presentan para debate virtual (desde el 1 de septiembre) y presencial (el 27 de septiembre) Mercedes Pérez-Fernández, especialista en Medicina Interna, médico general rural jubilada, Equipo CESCA, Madrid, España y Juan Gérvas, Doctor en Medicina, médico rural general jubilado, ex-profesor de salud pública, Equipo CESCA

mpf1945@gmail.com jjgervas@gmail.com www.equipocesca.org @JuanGrvas

Seminario de Innovación en Atención Primaria. SIAP. Losar de la Vera (Cáceres) 2024. Presencial 27 y 28 de septiembre 2024 "Soledad y solidaridad en la clínica, la comunidad y la sociedad".

jueves, 3 de octubre de 2024

DESCENDIENTES DE MIGRANTES…

El consenso científico actual nos dice que la cuna de la humanidad fue África en lo que hoy llamamos Etiopía hace más de doscientos mil años. De ahí la humanidad se extendió por todo el mundo, por lo que todos somos descendientes de migrantes con más o menos kilómetros recorridos.

Los libros de historia cuentan que muchos pueblos pasaron por la Península Ibérica, incluida Galicia, como los Íberos, Celtas, Fenicios, Romanos, Suevos, Godos... Árabes, Franceses, Ingleses... con lo que la cultura de cualquier parte de España es fruto de diversos mestizajes.

Pero es que además cientos y cientos de miles de gallegos se dispersaron por el mundo adelante: en la reconquista por Extremadura y la Alpujarra (Granada), después de 1492 para América de la que algunos volvieron, también para otros países de Europa y del ancho mundo. ¿Quién no tiene algún familiar emigrado? En estos últimos años vienen muchas personas de esas tierras, bastantes con antepasados gallegos. Emigrar no es exclusivo de Galicia, sino que afectó a otras partes de la península.

La exhortación de los obispos españoles de 2024, “Comunidades acogedoras y misioneras. Identidad y marco de la pastoral con migrantes”, recoge estadísticas de inmigrantes: en 2023 ya había en España unos 7,5 millones de personas nacidas fuera de nuestras fronteras, a los que habría que añadir más de dos millones de niños y jóvenes hijos de ellos, la segunda generación de migrantes que, aunque son españoles, se encuentran entre sus padres migrantes y sus ‘colegas’ españoles. Es decir, uno de cada cinco de los que vivimos aquí provienen del exterior: 3,2 millones de Latinoamérica, 1,5 de la Europa rica, 1,4 de África (sobre todo de Marruecos), 800 mil de la Europa del Este y medio millón de Asia.

A los inmigrantes sería más adecuado llamarles “personas migradas” una vez que se asientan en un lugar concreto. Eso facilitaría dejar de considerarlas forasteras y potenciaría su integración.

Las migraciones se incrementan y los pronósticos dicen que aumentarán al tiempo que los movimientos xenófobos. En la pasada visita a África el presidente del gobierno dijo que España precisaba 200.000 migrantes cada año. Ya los estudios socioeconómicos de finales del siglo pasado hablaban que España necesitaría unos 300.000. Esto viene dado por las bajísimas tasas de natalidad. Además la de las nacionales es inferior a la de las extranjeras, igual que sucede en los países desarrollados como documenta ampliamente Alejandro Macarrone en su libro, “Suicidio demográfico en occidente y medio mundo”.

Ante esta realidad de las migraciones que están sometidas a amplias restricciones y opresiones porque se busca el mayor beneficio para el capital al que se le da libertad de circulación. No nos debe extrañar que el documento de los obispos diga que “las migraciones constituyen uno de los principales dolores en el momento actual y pueden ser interpretadas como manifestación de las ‘ESTRUCTURAS DE PECADO”. Del pecado se debe salir mediante la conversión para vivir en justicia.

De lo dicho al principio del artículo se deduce que solo hay una humanidad, como cualquier persona puede concluir reflexionando. Por eso se usa la expresión Monantropismo para referirse a la unidad del género humano. Desde una cultura de la vida es inaceptable nuestra impasibilidad ante la fosa común del Mediterráneo donde yacen miles y miles de personas muertas sin ser inscritas en ningún registro. Lo mismo está sucediendo en el Atlántico hacia las Canarias. Parecido sucede en otros lugares de este planeta.

Los católicos no debemos olvidar lo que significa la palabra CATÓLICO. Literalmente quiere decir universal, llamados a construir una fraternidad universal pues “partimos de la convicción de que Dios, trinidad relacional, es quien nos define y nos relaciona. Así nuestra manera de vivir la fraternidad se expresa singularmente cuando oramos y decimos juntos: ‘Padrenuestro’. Eso significa inmediatamente que nos reconocemos hermanos. La diversidad en armonía es el camino”, escriben los obispos en el documento citado. Palabras que son una clara exigencia para los católicos. También toman postura ante los Centros de Internamiento para Extranjeros y piden que se cierren.

En esta problemática hay un derecho prioritario a reivindicar anterior al de migrar. Se trata del derecho a no tener que emigrar, porque las necesidades básicas están cubiertas. Por eso la Populorum Progresio afirmaba que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz. Después estaría el derecho a emigrar que está citado también en la declaración de Derechos Humanos (Art. 13).

Ahora más que nunca: Justicia

Antón Negro

miércoles, 2 de octubre de 2024

El grito de nuestra naturaleza

 



“No hay vida sin forma de vida. Que la forma sea susceptible de cambiar para ser aún más forma, o de diluirse y perderse, es el motivo del cuidado del alma” [1].

 Angustia, miedo irracional a lo desconocido o a lo conocido, que nos lleva a vivir situaciones que preferiríamos no tener que afrontar. Situaciones que prevemos traumáticas sea del ámbito cotidiano y familiar, o del ámbito social en el que nos desenvolvemos con nuestros conciudadanos, parientes, compañeros de trabajo, amigos. 

Miedo al futuro siempre incierto, hasta en ocasiones al pasado. Ese pasado que se nos hace presente: hechos o dichos que ya no podremos cambiar y, que en cambio nos muestran un futuro sin horizonte.

 Para que esto suceda no hay una causa real. La conciencia, siempre subjetiva, nos atormenta y no podemos variar las sensaciones a nivel neurológico, emociones presentes en ese preciso instante. 

No podemos ser capaces de autocontrolar la angustia. La angustia se define por ser etimológicamente un paso angosto, estrecho. Actualmente se refiere a la sensación (subjetiva) emocional de estrechez, de tormento, de tristeza, de culpa, a la que muchas personas se ven sometidas. Se dice muchas veces que a uno le falta el aire, se ahoga, se siente oprimido psicológicamente; aunque no haya un peligro real que nos predisponga a esa situación tan vívida, irreal-real. Nada que  pueda definir lo que está sucediendo. Fase de alarma.

 Miedo al miedo, opresión, agobio, nuestros movimientos con falta de confianza se manifiestan torpes. No se es capaz de respirar y se siente uno muy vulnerable. Fácilmente, cualquier comentario nos puede hacer daño. La sensación se dispara cuando uno siente la necesidad de gritar y comprueba que no puede hacerlo. Se siente un peligro inminente, pero es inexistente.

Los pulmones no son capaces de recoger el aire necesario para respirar hondo. La caja torácica parece aprisionada entre dos muros que se estrechan cada vez más, al igual que en una pesadilla. Intentamos inhalar y expulsar aire, todo el que nos es posible y, comprobamos que no somos capaces. Ese aire, que intentamos que corresponda a nuestra intención de relajar y estirar nuestros pulmones al inhalar y exhalar. Respirar es un intento por oxigenar nuestra mente. 

Sentirse vivo para saber que uno está aquí. En un mundo donde no importa para ningún ser definido, a priori, pero que se hace necesario para todas las personas que precisan de nuestra presencia, para realizar la suya en su yo más íntimo. Uno puede llegar a hacerse daño a sí mismo para escapar de dicha situación.  Ser presente no es lo mismo que hacerse presente. 

La persona que precisa hacerse presente podría tener problemas de autoestima. La persona que vive en el presente socializa de manera indistinta con un “Diógenes” que con un “Alejandro”. No hace selección, se siente interpelado y referido en su camino hacia los demás y hacia su interior. 

De esta forma se realiza una persona en el presente, sana, modélica, que adopta la postura correcta para el encuentro que se produce en cada instante, viviendo en el momento, en su encuentro con los demás, en el acontecimiento que está viviendo; siendo consciente del peso específico que posee uno mismo. Lejos de la vanidad, el orgullo, la soberbia, el egoísmo innecesario. El presente es humilde y así se presenta, con un taparrabos, el mismo que por pudor se muestra en las imágenes de Jesús crucificado.

Nuestra forma de relacionarnos con nuestros allegados, muchas veces consiste en un emoji (corazoncito, pulgar …). Nos compromete menos un whatsapp que una conversación cara a cara. Cuando tenemos enfrente a la persona los ojos hablan, los gestos dicen, las palabras se graban. Podemos quedarnos sin léxico verbal, pero no sin gestos o expresiones. Menos sin las sensaciones que crean los sentimientos que provocan dichas manifestaciones visibles.

Muchos no seremos capaces de decir o transmitir lo que pensamos. Nos bloqueamos ante el prejuicio de: esto es una bobada, mejor me callo, sin percatarnos que la bobada es necesaria en ese momento, ya que tal vez nadie sabe qué decir o bien la conversación puede derivar por derroteros no convenientes. 

El prejuicio anula la comunicación. No escuchamos. Nos instalamos en lo que queremos decir, en nuestra siguiente respuesta, cuando en realidad nuestro interlocutor pide cercanía, escucha ante su comentario. Se termina el diálogo. Cuando ya no escuchamos entramos en un  conflicto dialógico, no somos capaces ni de escuchar ni de entender, menos de hablar. “Un diálogo auténtico es como un canto a dos voces” [2].

Ya no escuchamos, nos movemos en un monólogo interior que precisamos exteriorizar y, nos hemos olvidado del “encuentro” con nuestro interlocutor. De repente nos separa un abismo. La cercanía física se contrapone al encuentro de dos seres comunicativos, dos seres con espíritu, dos seres que necesitan ser escuchados … Estos dos seres se han separado cuando más se necesitan. Irremediablemente vuelven a su cubículo o recinto interior, a su clausura forzada. Hemos perdido gran parte del don de la comunicación. 

Es muy cansado cuando uno solo escucha al que habla. Se siente que a uno le están diciendo una adivinanza, “el cuento de la buena pipa” o, que uno está corriendo detrás de un objetivo-presa, … ¿qué me está diciendo?, y así es. 

Si la persona que habla no deja hueco y ocasión para poder transmitir la inquietud que se ha generado en su interlocutor; éste, pasa a un plano no dialógico: - receptor de ondas sonoras - persona cosificada y, mismo el comunicador, se convierte en - altoparlante -, persona cosificada también. Humanamente la podríamos definir como un charlatán-persiana que se enrosca y desenrosca sobre sí misma, siempre girando sobre un mismo eje: su ombligo. 

Para seguir sintiendo que uno existe, la persona está obligada a dejar de prestar atención a la conversación; la mente se cansa, las palabras aturden y aparece la fatiga mental. Entonces, uno se siente prescindible. 

Al hablante ya le da absolutamente igual el nombre de su interlocutor, su presa, su persona cosificada, (usada como válvula de descarga); su esencia, sus problemas y alegrías. El hablante se conforma con ser escuchado, (podría grabarse a sí mismo y escucharse después, pero no sería gracioso). 

El presente es absoluto, un instante memorable para esa persona que habla. Pero no existe comunicación en dicha situación. La comunicación debe dejar espacio a ser interpelado, entendido, cuestionado o reafirmado. 

El presente también es absoluto para la persona que escucha. Vive ese instante de acoso verbal como un atropello. Al hablante lo podríamos considerar un terrorista de la comunicación. En él no hay lugar para la correspondencia propia del diálogo, su interlocutor está incomunicado, no puede manifestar sus pensamientos ante lo que escucha. El mensaje es unidireccional y no se espera respuesta. El receptor se ve privado de libertad y, la libertad, es lo único que podemos poseer en verdad, pues depende de nuestra decisión personal.  Maïti Girtanner [3] hizo de su vida una máxima:“no haré de mi vida una tragedia”. 

El trabajo en la Resistencia de Maïti, contra el nacismo, surgió de su sentido del deber. Cuando la detuvieron los nazis asumió “la responsabilidad moral del bien de sus compañeros de prisión. Desafiando el silencio impuesto por los guardas, hablaba a sus compañeros y consiguió que se hablasen entre ellos; porque -un ser humano es ante todo un ser que se expresa-”. Finalmente, asumió la responsabilidad moral de cara a sus captores. El mandamiento de Cristo resonó en ella como un imperativo moral innegociable: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen (…)”. Mat 5: 44. 

Uno siempre es libre de poder elegir. Muchas veces nos autoengañamos pensando que somos libres. Mientras, lo que realmente está sucediendo es que somos esclavos receptores de la influencia del medio en el cual nos desenvolvemos.

La libertad es, a día de hoy, ir contracorriente. Nadar, solo puede nadar uno, pensar, solo puede pensar uno. Es absurdo creer que otro nadará por mí; al igual que lo es creer que otro pensará por mí. Salvarse, únicamente se salva uno. Nadar y pensar son dos verbos indicativos de que no queremos perecer.  La libertad consiste en ser libre uno mismo. En este maremagnum en el cual nos desenvolvemos con más o menos pericia, o nos buscamos libremente a nosotros mismos, o terminaremos ahogándonos; dejaremos que nuestra libertad se ahogue. Ya no nadamos. Ya no pensamos. Ya no somos libres.

El terreno firme donde nos situamos puede volverse pantanoso. siempre habrá que elegir el asidero, el pensamiento al cual nos queremos aferrar para no perecer. Nadar, pensar, es elegir vivir. Elegir vivir nos obliga a que gritemos, para en caso de no tener fuerzas suficientes, alguien pueda ayudarnos a sobrevivir, agarrándonos, e indicándonos donde apoyar el pie, un camino seguro,  y así no ser engullido por el océano de la vida facilona-hedonista. Un estilo de vida respaldado por los mass media y, que se nos muestra como única opción de vida. 

Los mass media, las personas que nos rodean en nuestro trabajo, en nuestra calle, en nuestros lugares de esparcimiento, en nuestra casa; toda nuestra relación con el medio en el cual nos desenvolvemos, debe ser pensada y puesta en cuestión si altera nuestra conciencia. Una persona siempre tiene conciencia, es sabedora de lo que está bien y mal. Se nos educa para que tengamos unas pautas de vida. 

Hay reglas no escritas, que cada uno sabe que no debe sobrepasar o incumplir, a riesgo de entrar en conflicto consigo mismo. Demasiadas veces nos dejamos arrastrar a situaciones que nos alejan de nuestro proyecto de vida, del fin que creemos debemos alcanzar individualmente, y para el que intuimos que hemos sido creados. 

Si nos adaptamos a los modelos existentes en la sociedad, perdemos libertad; si adoptamos dichos modelos podremos dejarlos cuando no nos convengan. En la adaptación hay rutina, hábitos; uno se vuelve líquido al amoldarse a las situaciones que vive. 

Si adoptamos ese modelo de vida es porque nos ayudará a mejorar como seres humanos, al ser elegido libremente. “Adoptar (...) es mantenerse como sí mismo y como autor del amparo y de la construcción del mundo. Adaptarse es convertirse en proletario y siervo de un sistema impersonal” [4].

Nos gustaría potenciar nuestra libertad y, a veces  nos enrocamos en ser lo más diferentes posible y, caemos en la homogeneidad pensando que la diferencia está en: un tatuaje,un piercing, pendientes por doquier, pantalones rotos, peinados, poses que utilizan los influencers, trajes de alta costura que denotan nuestro “estatus social”, utilizando marcas indicativas del mismo; modos de hablar impersonales, con palabras retomadas de otras personas y que no nos aportan nada ( en algunos casos lenguaje malsonante ); cuando la paradoja de la realidad es que cada vez nos homogeneizamos más.

La diferencia está en el interior de uno mismo. Al igual que no hay dos gotas de agua iguales, no hay dos personas que puedan ser iguales. Poseemos los mismos componentes orgánicos, pero nuestras mentes, nuestras personas, son siempre únicas, irrepetibles. Eso es diferencia: diversidad, disparidad, y es la única misión que poseemos en este caminar por la tierra; la búsqueda de nuestro ser más íntimo, de nuestra libertad interior, de nuestra forma intransferible de vivir, de nuestra manera de expresar lo que interiormente somos.

La persona que atraviesa un momento de su vida difícil, suele cambiar su cuadro de prioridades. A veces puede suceder que la vida en la que está inmerso, no se corresponde con la que un día había soñado, en la cual tenía un proyecto que aún no ha realizado

La vida nos envuelve y enmaraña, dándonos tortas, empujones y alegrías. Un día nos despertamos y, al igual que en “La metamorfosis”, de Franz Kafka, no podemos reconocernos: 

<< Gregorio Samsa trata de levantarse para asistir a su trabajo, pero se da cuenta de que durante la noche se ha transformado en un monstruoso. La familia de Gregorio pasa duros momentos por el miedo a que se sepa que albergan a un monstruo como él en su casa. Su padre comienza a odiarlo. Su madre todavía le muestra cierta piedad ya que es su hijo, pero se desvanece después de verlo>>. 

En la novela de Kafka se nos muestra la crudeza de la incomprensión, no tan solo social, sino también familiar y personal. 

Ansiedad, sensación de agobio, angustia, ganas de gritar que no somos capaces de llegar a materializar; encerrados en un cuerpo que nos es ajeno y del cual no podemos decir nada que se corresponda con el primigenio objetivo vital. Ojos vidriosos, ganas de llorar que no conseguimos materializar; impotencia ante lo que estamos viviendo. Sobrecarga de tensión emocional, con un factor predominante: frustración. ¿Qué parámetros modificar para cambiar la situación que estamos viviendo?

El dolor, la ira, el miedo, la tristeza; conforman un batiburrillo de sensaciones que se manifiestan en la angustia y, la impotencia nos desequilibra emocionalmente. Surge la enfermedad. 

Dicha enfermedad, como apunta el filósofo de Cuenca, residente en Madrid y fundador del Instituto Emmanuel Mounier, Carlos Díaz, se define como no estar firme, in-firme. Uno no sabe dónde apoyarse o como sostenerse para asegurar su estabilidad emocional. Lo paradójico, es que aún en esos momentos, seguimos siendo uno mismo, la misma persona en otro estado, in-firme; la misma persona con su enfermedad.

Si uno no se adhiere a su enfermedad y la rechaza, no será capaz de integrar y compaginar su enfermedad en su vida, pues, las dos conviven en la misma persona. Si su parte consciente no acepta su parte sufriente (enfermedad), debido a que se trata de una psicopatología, es, todo el ser, la “patología encarnada”; acepte o no acepte su estado. Convivirá más fácilmente consigo mismo si se acepta, mas, haga lo que haga, siempre es él mismo. La aceptación de la enfermedad, forma parte de un proceso, lleva su tiempo y, es muy doloroso. Un duelo que se debe vivir. A riesgo de que si no se realiza, quizá uno nunca se encuentre a sí mismo.

Nunca camina sola la enfermedad: por un lado ella y la persona por otro. Son indisociables. La patología encarnada, esa persona, es “figura de unión familiar y social". Queda de este modo elevada a ser indispensable para todos los que la rodean, pues es su presencia, el saber que está ahí, la que une a una familia o a un barrio. Se trata de un sentimiento humano, innato, que no se puede definir más que como un amor especial, desinteresado, que cada ser humano siente hacia los demás y, que el cristianismo define como ágape.

 

Una persona donde la enfermedad se manifiesta en estado puro, estará incontaminada por el exterior. El exterior es la sociedad. De dicha sociedad podemos recoger lo bueno y lo malo. Nuevamente somos libres de elegir. Retorno al Paraíso y a la elección de Adán.

Todos los seres humanos vamos atravesando la vida que nos es dada, a través de caminos, fases, pues “vivir en el conflicto es vivir en el combate contra el mal” [5]. Podríamos decir que estamos enfermos: “Todo aquel que cuida al otro es médico, porque antes que una categoría profesional médico es una determinación antropológica. Nada más humano que el gesto médico, ni nada más santo” [6].

<< El yo sufriente es un ser no-firme, enfermo, precisado de terapia, de ser cuidado com-pasivamente, salvando lo humano de la persona para llegar a su parte sana, su parte divina; esto solamente se puede hacer terapéuticamente, com-pasivamente, no con lástima (sentimiento negativo no igualitario); el yo se da entre iguales cuando valoramos a la otra persona con la misma medida que nos valoramos a nosotros. Al decir com-pasión nos igualamos con la otra persona, padecemos con ella, pues estamos bajando a su  ̈infierno ̈, a su sufrimiento, en donde hallamos lo peor de uno mismo, pero sólo de este modo podemos aspirar a traerlo a la verdad de su ser, al sentirse sí mismo, libre de ataduras [7]>>.  

 

Octavio Paz, Premio Nobel de literatura en 1990, comenta en un artículo que publicó sobre Munch: << … la mujer es uno de los ejes del universo de Munch. El otro es el hombre o, más exactamente: el hombre solo frente a la naturaleza o ante la multitud, solo ante sí mismo ( … ) Munch fue uno de los primeros artistas que pintó la enajenación de los hombres extraviados en las ciudades modernas. Su cuadro más célebre, “El Grito”, parece una imagen anticipada de ciertos paisajes de  The Waste Land [8]. El grito de Munch, palabra sin palabra, es el silencio del hombre errante en las ciudades sin alma y frente a un cielo deshabitado [9].

Eduard Munch, reflejó en su cuadro “El Grito”, la disociación  de sensaciones, la disyuntiva de emociones: vértigo, tristeza, agobio, pánico, angustia que consigue transmitir al que lo contempla. Debemos tener en cuenta que su madre murió teniendo él cinco años, siendo educado por su padre, médico militar. Su hermana mayor muere de tuberculosis cuando él tenía catorce años, apareciendo en su hermana pequeña los primeros síntomas de un trastorno mental, demencia.

<<Munch era un artista dual, (...) que tanto pintaba como escribía. Y escribía como pintaba: procurando plasmar las primeras impresiones, reiterando las descripciones aplicando ligeras variaciones, obsesionándose con motivos recurrentes (...) o, no dando nada, ya fuera pintado o escrito, por definitivo, por rematado[10] >>.

El momento en el que concibió “El Grito”, lo plasmó mediante una pintura icónica a día de hoy. Munch concedió gran importancia a ese instante que dió origen a la necesidad de querer dejarlo plasmado, razón por la que realizó cuatro versiones de dicha obra, además de una litografía. 

Acababa de visitar a su hermana ingresada en un hospital psiquiátrico y, el mismo, estaba atravesando una nueva  fase neurótica. La versión de 1895, se convertiría en la más famosa de sus obras, icono del expresionismo, y se halla en la Galería Nacional de Oslo.

 

<< Caminaba con dos amigos por la carretera; entonces se puso el sol. de repente el cielo se volvió de un rojo sanguinolento, y sentí un estremecimiento de tristeza. Un angustioso dolor me oprimía el pecho. Me detuve, me apoye en la valla, increiblemente cansado, -lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado y sobre la ciudad. Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás, temblando aterrorizado- y sentí el grito inmenso, infinito de la naturaleza [11] >>. ( T 2367 )

 

 

"Empecé a gritar también, pero nadie me estaba escuchando. Me di cuenta de que tenía que gritar a través de la pintura, y luego pinté las nubes como si estuvieran llenas de sangre, hice gritar los colores. No me reconoces, pero ese hombre soy yo". (Edvard Munch)

 

La salud física de Munch siempre fue precaria. Atormentado por trastornos neuróticos, los cuales, como medio de evasión lo obligaban a refugiarse en el alcohol. Intentó, mediante sus pinturas y sus escritos canalizar su sufrimiento interno, traducido en angustia existencial. Eran sus miedos, prejuicios ante la enfermedad ( la cual pensaba que inevitablemente lo atraparía ), sus trastornos, los que le obligaban a beber para enfrentarse a la vida:

<<Mi abuelo paterno murió de tuberculosis espinal y creo que, debido a esto, mi padre heredó su carácter nervioso e inestable, que nosotros, los niños, heredamos de él. Algunos, como Scharfenberg y otros incompetentes, piensan que mi arte está enfermo. ( … )  Cuando yo transformo la enfermedad en arte, como en “La niña enferma”, sucede al contrario: es una saludable expresión. Representa mi salud. Cuando represento sufrimiento, es una saludable reacción ante él, algo de lo que otros pueden aprender ( N 131 ) [12] >>.

 Su obra fue muy criticada, al igual que su salud mental era de continuo cuestionada. Este hecho le llevó a realizar un acto de vandalismo sobre su cuadro “El Grito”. Después de la exposición de 1895 en Noruega la frase: “Solo puede haberlo pintado un  loco”, apareció escrita en la esquina superior izquierda. Al principio se creyó que había sido un acto vandálico, pero después de diversos estudios se comprobó que había sido el propio Munch el autor de dicho acto. En esta obra aparece una figura andrógina, que se trata de la calavera de una momia peruana que Munch pudo contemplar en su visita al museo de París; época en la que también pudo conocer la pintura de Vincent Van Gogh, y reafirmarse en que el arte es una reacción contra el realismo, no imitación de la naturaleza.

La angustia existencial que acompañó a Munch a lo largo de su vida, se manifestó en sus obras: agobio, angustia, miedos, entre ellos a quedarse sin compañía, encerrado en sí mismo y, no ser capaz de expresarse y comunicar lo que sentía, lo que veía, lo que oía, lo que vivía. Este hecho propició un camino de expresión y relación con el mundo. Todo artista queda definido por su afán de expresarse, de manifestar sus sentimientos. << “No puedo soportar estar mucho tiempo lejos de mis pinceles y carboncillos -comentó a sus amigos-. Debo saber que, si el deseo de pintar me viene de pronto, he de tenerlos a mano”. Refugio seguro es el trabajo, la pintura, donde realmente es feliz [13]>>.

Munch se expresó. Si no  lograra manifestarse de la forma que lo llevó a cabo, su obra no existiría y, a Munch, tal y como lo conocemos hoy, no lo conoceríamos. Quizá fuese uno más entre los miles que no han logrado salir de la homogeneidad, al haberse adaptado, en vez de adoptado, una actitud vital ante la vida. Hoy conocemos a Munch, por su lucha continua, su batalla en la noche de Betel. Su batalla por reconocerse en todo lo que hacía en cada día de su vida, en cada instante. Su gran obra, su gran victoria, fue no ceder un ápice en aquello que necesitaba expresar y únicamente él podía hacerlo. 

Experimentando y adoptando distintos estilos pictóricos se encontró en su pintura. En sus escritos, que son unos apuntes que prolongan e introducen en dichas pinturas, aunque hablan por sí solas, sin necesidad de explicación. Sus emociones quedaron reflejadas y manifiestan que a través de diversas técnicas adoptó el expresionismo para, como hoy podemos comprobar, no quedarse encerrado en sí mismo. 

Al reconocerse con sus fantasmas, su catarsis, su sentir, mostró que esta forma de expresarse lo ayudaba a seguir luchando contra todas las críticas que recibía por su manera de concebir el mundo y expresarlo, reflejando de manera única e intransferible su vida y dejando un legado único.

Se dice que era solitario. Todos somos solitarios. ¿Cómo no serlo? Un nadador, un pensador (filósofo), un guerrero, un artista, está siempre solo en su tarea, en su permanecer contra todos los convencionalismos. Él adoptó técnicas de arte hasta que apareció la forma simbiótica en la cual su vida y su arte eran la misma circunstancia. Salvando su arte se salvó a él mismo. No cedió a las tendencias imperantes ni a las críticas; no cedió a la tentación de no transmitir su vida interior, pues, en la introversión uno no se manifiesta. Munch se manifestó y, con gran delicadeza mostró su alma, sus tesoros, sus agobios, sus miedos, a los cuales no dejó que lo paralizaran. 

Maïti Girtanner, observó que: Al releer los capítulos finales del Evangelio de San Marcos, a través de toda la pasión, muerte y resurrección, el leitmotif es apertura: << … es el motivo más destacado porque el símbolo de la cerrazón es el pecado>>. “Una vida cerrada en sí misma no lleva fruto” [14].

La naturaleza está emitiendo gemidos constantemente,  gritando y, el arte de Munch plasma en esta obra la forma mediante la cual él intentó no seguir escuchando ese grito, gemido sufriente de todo ser humano y de la naturaleza. Munch ha reflejado lo que sintió en su vida, su inquebrantable voluntad de vivir. San Pablo en su carta a los Romanos: 8-20,22, nos dice:

<< … sabemos que “la creación entera gime y sufre con dolores de parto hasta el momento presente”. y no solo ella, sino que nosotros, que poseemos ya los primeros frutos del Espíritu, también gemimos en nuestro interior aguardando la adopción de hijos de Dios>>

Juan Israel Durán Riobó

Vigo, 22 de septiembre del 2024



[1] .- Josep María Esquirol, “El cuidado del alma”, (Pág. 142 ).

 

[2] .- Josep María Esquirol, “La resistencia íntima”; (Pág. 104 de 239).

 

[3] .-  Erik Varden.- “La explosión de la soledad”. (Pág.106)

 

[4] .- Josep María Esquirol; “La Escuela del Alma”, ( Pág. 34 )

 

[5] .- Josep Maria Esquirol, “La escuela del alma”, (pág. 133).

 

[6] .- Josep María Esquirol, “La escuela del alma”, (Pág. 134).

 

[7] .- Juan Israel Durán Riobó. “Revista Acontecimiento" .- Carlos Díaz en Vigo.

 

[8] .- T.S.Eliot.- “La Tierra Baldía”

 

[9] .- Eduard Munch, “El alma pintada”, Fuensanta Niñirola, ( Pág. 108 ).

 

[10].-  Eduard Munch, “Cuadernos del alma”

 

[11] .- Eduard Munch, “El alma pintada”, Fuensanta Niñirola, ( pág. 108 ).

 

[12] .- Eduard Munch; “El alma pintada”, Fuensanta Niñirola, ( Pág. 62 )

 

[13] .- Eduard Munch, “El alma pintada”, Fuensanta Niñirola, (Pág. 178).

 

[14] .- Erik Varden, “La explosión de la soledad”, (Pág. 111).

 

 

 

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