viernes, 21 de octubre de 2022

CUANDO EL PUEBLO ES MÁS DEMÓCRATA QUE LOS PROFESIONALES

La mayor parte de la población desconocemos la posibilidad de notificar que sospechamos que un medicamento nos ha producido un daño de cierta importancia. Esto forma parte de lo que Se llama FARMACOVIGILANCIA y aunque suelen hacerlo los profesionales sanitarios también lo podemos hacer los usuarios y pacientes

En la pandemia Covid ha ocurrido algo significativo: LA POBLACIÓN HA NOTIFICADO MÁS QUE LOS PROFESIONALES. Para mí esto es una gran noticia. Es un avance de la democracia. Es un hecho manifiesto de que el paciente se convierte en agente, de que las nuevas tecnologías tienen un enorme potencial democratizador.

 Se puede notificar a través de esta web: notificaram.es

 El científico Juan Erviti ha publicado con científicos de otros países en una revista de primer nivel:

 Curiosamente, en el caso de las vacunas covid-19 ha ocurrido lo contrario. Según los datos de la base europea de farmacovigilancia, conocida como Eudravigilance, a fecha 24/09/2022 se habían registrado casi 1,3 millones de reacciones adversas con la vacuna de Pfizer. De ellas, 439.677 (39%) fueron notificadas por los profesionales sanitarios mientras que la mayoría, 688.612 (61%), las notificaron los “no sanitarios”. Esto mismo se observó también con la vacuna de Moderna. De un total de 341.817 reacciones, 116.424 (34%) fueron comunicadas por los profesionales sanitarios y 225.393 (66%) por los “no sanitarios”. Como hemos dicho, lo habitual es lo contrario. A modo de ejemplo, las reacciones adversas notificadas para la vacuna de la gripe (Split Virion®), a esa misma fecha y desde su autorización el 26/09/2008, fueron 24.775 en total, de las que los profesionales sanitarios notificaron 17.752 (72%) y los “no sanitarios” 7.023 (28%).

El artículo completo (Efectos adversos graves de especial interés tras la administración de las vacunas ARNm para covid en los ensayos clínicos aleatorizados en adultos) es de gran interés. Concluye:

Cuando se valora en conjunto toda la información disponible de los ensayos clínicos con vacunas ARNm (incluyendo los datos que no habían sido publicados hasta ahora), la relación beneficio-riesgo global del uso de estas vacunas es más que cuestionable. Se necesitaría disponer de los datos individuales de los participantes en los ensayos clínicos para poder determinar si hay algún grupo de población en el que los posibles beneficios compensen los daños potenciales.

En estos momentos debemos repensar seriamente el uso de estas vacunas, máxime en una situación en la que la letalidad del virus ha disminuido sensiblemente. Además, sería muy conveniente que los profesionales sanitarios estuvieran alerta para identificar y tratar lo antes posible los problemas graves asociados a las vacunas covid-19. También es importante sensibilizar a los profesionales sanitarios y ciudadanos sobre la necesidad de notificar estos eventos al centro de farmacovigilancia. Por último, sigue siendo muy necesario hacer investigación de calidad sobre la eficacia y seguridad de las vacunas covid-19.


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