Sorprende encontrar grupos sociales luchando contra la colonización sufrida hace siglos, pero no descubren aspectos básicos de la actual. Combatir sólo la del pasado más bien nos lleva a luchar contra fantasmas. Entiendo que hoy la colonización y agresión en África contra su realidad simbólico-cultural se hace a través de los deportes, especialmente del fútbol y baloncesto, pero también en otros deportes como pudo verse con el origen de los deportistas de Catar en los pasados juegos olímpicos.
El 10 % de los jugadores de la NBA tiene origen africano. La liga africana de baloncesto (BAL) es controlada al 100 % en la promoción y operatividad por la NBA. Les lleva ese “espectáculo total” de la mejor liga con música, acrobacias, desfiles de moda... para crear pasión y tener una base amplia de seguidores. La NBA organiza torneos juveniles y partidos de exhibición, tiene academias en 19 países y algunos jugadores apadrinan campus. En el centro Pikine de Dakar entrenan 600 chicos de 6 a 18 años.
En el fútbol Europa toma el relevo (en el baloncesto van después de EEUU). Así 14 de los 23 jugadores franceses que ganaron el mundial de Rusia-2018 tenían origen africano. El fútbol llegó con el colonialismo y lo promueven organismos, ligas, clubs y jugadores. Hay miles de escuelas que reclutan niños en las ciudades, villas y aldeas, pero pocos llegan a destacar en las ligas y selecciones europeas o africanas. Los fracasados, la mayoría, quedan invisibles, a veces tirados en las calles o tutelados por los servicios sociales. Por ejemplo la fundación del Real Madrid apoya escuelas sociodeportivas con 100.000 beneficiarios de 5 a 18 años en 95 países, de los que casi 30 son de África con más de 50 escuelas.
Estas escuelas, aunque fuesen promovidas con generosidad, educan a los niños en el individualismo y la competitividad, tan centrales en el capitalismo liberal. Esta actividad, generosa o interesada, les otorga a los jugadores y clubes grandes beneficios porque incrementa los ingresos por su imagen, les abre puertas a encuentros con personalidades relevantes y a diversas actividades comerciales, recibirán más regalos y pagarán menos impuestos a causa de su acción filantrópica. Por eso llevan un séquito profesional dedicado a su imagen, preparación y actividad comercial.
En el 2016 me mandaron desde la selva hondureña, donde no había carreteras ni coches, la foto de dos botellas de bebida refrescante con el escudo (¿reliquia sagrada?) del Barça. La empresa de refrescos centroamericana pagaba los derechos de imagen al Barça, de los que salen los sueldos de los jugadores y los impuestos a hacienda en beneficio del Estado español. Los ingresos de los equipos se obtienen a nivel mundial en primer lugar del merchandising y en segundo de las televisiones y plataformas digitales, en el tercero están las entradas. ¡Así se transfiere riqueza a los ricos!
Un cura africano contaba que, cuando Beckam fichó por el Real Madrid, un sobrino suyo de 10 años le había pedido la camiseta del número 23 de Beckam y se preguntaba: ¿cómo se enteró en sólo un mes, si en la casa en medio de la selva no había televisión ni radio?
Cuando viajemos encontraremos niños que nos hablan de jugadores del Madrid o Barça con los que se identifican o admiran. Estos chicos se sienten miembros de estas nuevas tribus globales llamadas Lakers, Bulls, Barça, Manchester, Madrid... Estos equipos y deportistas son sus grupos y personas de referencia, los más influyentes sociológicamente. Son sus mitos y totems; las fuentes de sus deseos, aspiraciones y emociones; referentes en atuendo, alimentación, diversión... el universo simbólico de identificación de sus sueños que reemplaza a los (¿anticuados?) ancianos de la tribu con sus mitos e historias que configuraban la cultura ancestral.
La vinculación con la propia cultura se desvanece en los niños africanos, y crece en ellos el deseo de imitar a estas nuevas tribus y deportistas triunfadores. Todo esto introduce la mentalidad y cultura del individualismo, del prestigio social sobre otras bases, del materialismo y placer, de otra manera de celebrar triunfos y fiestas... unos referentes simbólicos diferentes de su cultura (¿caducada?) en la que permanecen algunos románticos.
El futuro de África y del mundo no está escrito, pues las culturas evolucionaron y evolucionarán. El pasado no se puede cambiar, pero de él puede aprenderse. El reto es caminar hacia una cultura del encuentro, solidaria, que respete la dignidad de toda persona en una humanidad única y diversa en la que todos participen de los bienes materiales, culturales y espirituales.
Ahora más que nunca: LIBERTAD
Antón Negro
Antón Negro
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