Los inmigrantes que quiere Sánchez son los mismos que va a querer Feijoó. Los mismos que quieren Ayuso, Page, Rufián ¡y hasta Puigdemont! Los mismos que pidieron Suiza y Alemania a Franco. Los mismos que ya quería Rajoy, los mismos que ya quería Zapatero, los mismos que ya quería Aznar, exactamente los mismos. Me temo que Abascal y Yolanda Díaz -un poco más extremistas sí- no se alejen demasiado de Zapatero, Rajoy y demás.
¿Qué quieren nuestros gobernantes? Lo mismo que las élites a quienes sirven. Quieren migrantes trabajadores, individualistas, que no asistan a actos de solidaridad, que no se metan en líos, que tengan bajo índice de afiliación sindical, que se metan de “florero” en los partidos del sistema. Nada como un inmigrante adaptado, nada como un inmigrante bien integrado. Si se juega la vida en un incendio se le regala ipso facto la nacionalidad, eso sí.
Algunos creen que la integración es gran cosa porque ciertamente es mejor que la marginación, pero la integración es también la disolución de la verdadera solidaridad, la de clase en primer lugar, pero también la solidaridad con sus pueblos de origen. El sistema pone en marcha la integración como forma de lograr la subordinación, que es también una forma de integración; ¿o acaso la subordinación no es una integración? Se busca la integración en el sistema para desintegrar la clase. Eso en tiempos de Franco lo pilotaron los tecnócratas, con un nombre pomposo: Plan de Estabilización; no lo iban a llamar plan de explotación.
Los pro integración quieren -de hecho- inmigrantes que no sean solidarios con los trabajadores de sus países de origen. Quieren -de hecho- emigrantes que se apunten al consumo. Es lógico, los inmigrantes quieren dar a sus hijos lo que ven que sus jefes y sus compañeros de trabajo dan a los suyos: consumo. Los pro integración quieren emigrantes dóciles, sumisos, flexibles laboralmente, resistentes fisicamente y -de hecho- muy agradecidos.
Los datos dicen claramente que -como cualquier trabajador normal- aportan mucho más de lo que reciben pero no conviene que lo sepan. Los diferentes presidentes del Gobierno quieren emigrantes productivos (eso está estudiado), gastan menos en sanidad de lo que aportan, sostienen la seguridad social.
Todos los presidentes de gobierno, y la elite en general, quieren emigrantes meritocráticos. Meritocracia es la perversa teoría según la cual cada cual tiene lo que merece. Esta es una sociedad libre en la que -dicen- podemos llegar muy alto si queremos. Poca gente es tan meritocrática como los emigrantes. Con razón a veces pues acumulan méritos terribles como haberse jugado la vida o haber dejado a sus padres, haber abandonado sus aficiones, sus gustos, el estilo de comidas que más les gustaba, tener que venir a otro país. Méritos no les faltan, pero hacer méritos es una cosa y dejarse tragar por la teoría meritocrática es otra.
Dice la filósofa Adela Cortina: “Nuestra sociedad no rechaza a los inmigrantes por racismo sino por su pobreza estructural. Pero ya sabemos en España que si todos los inmigrantes del Sur del mundo abandonaran sus trabajos en el sector primario, concretamente en la agricultura, la ganadería y la pesca, en España no podríamos comer cada día. Son ellos los que nos sostienen a todos”
Este análisis me parece un análisis incompleto. Pudimos creer eso pero hoy no cuadra con la realidad. La palabra “rechaza” no me parece acertada. Al emigrante no se le rechaza, más bien se le explota que es otra cosa. ¿Qué pasaría realmente “si abandonan sus trabajos”? Pienso que quizá no quedaría más remedio que subir los salarios de esas tareas. Se dice “que no las quieren hacer los españoles”, cuando lo mismo ocurre que no dan para vivir.
Si no hubiera migrantes que hicieran esos trabajo penosos lo mismo nos enfrentábamos al negocio de las residencias. Lo mismo luchábamos por bajar el número de horas de trabajo y podíamos hacer todas esas cosas que algunos encargan a los migrantes. Lo mismo lo hacíamos a costa de que no ganara tanto la banca o las eléctricas. Lo mismo hacíamos algo para que no hubiera viviendas vacías. Y otras cosas. Los migrantes ocupan (y no tienen ellos la culpa) el lugar de los esquiroles en las huelgas de antaño. Aquellos trabajadores que eran traídos efe otros lugares cuando los obreros lograban huelgas masivas. ¿Eran malos los esquiroles? No, simplemente eran obreros necesitados. Así la vieja patronal rompía a los trabajadores.
Estos emigrantes que quieren igualmente Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez, se han adaptado y es lógico. Pocos han tenido el valor de decir aquello que dijo algún sindicato minoritario y la revista Autogestión: Emigrante, tú también puedes, si quieres, luchar.
Ahora más que nunca: Solidaridad
Eugenio A. Rodríguez