lunes, 20 de enero de 2025

APRENDIENDO CON UNA PAPELETA ELECTORAL


Escribir sobre política es complicado porque prima lo emocional sobre lo racional y cuesta mucho que las personas se pongan en disposición de razonar y aprender. En este caso, pasados unos 10 años de esta papeleta electoral y como el de la foto ya no concurre a elecciones, pienso que se dan las condiciones idóneas para analizar y aprender con ese hecho.

Recuerdo que en aquel momento comentaba con amigos sobre la papeleta: “¿cómo le consienten los compañeros de la lista y los miembros del partido que el logo de la candidatura sea su rostro? ¿Saben lo que eso significa democrática y políticamente?” Espero que ahora, olvidando la persona concreta, nos centremos en lo que el hecho enseña y dejemos a un lado al cabeza de cartel.

La primera enseñanza es que la organización es una persona. No aparece partido, estructura, institución, ideas u objetivos sociales compartidos. En el fondo nos viene a decir: todo el poder para el líder, él es la cara de la lista electoral para los votantes llamados a confiar en él y no en todos los demás.

En lo referente al nombre de la lista electoral, Podemos, vemos que es un verbo en plural que tiene tres sílabas, PO-DE-MOS, que viene ser la traducción de tres monosílabos, YES, WE CAN (sí, nosotros podemos), el eslogan que llevó a Obama a la presidencia de los Estados Unidos de América. En esto no muestran mucha creatividad al recurrir a una probada estrategia publicitaria. Por eso hablaba de “asaltar los cielos” para él y sus “camaradas”. No se percibe un compromiso solidario transformador de la sociedad. Sí, es verdad que de su actividad previa se puede aprender bastante sobre cómo formalizar una candidatura y mucho de marketing electoral, que no son objeto de esta reflexión.

Los miembros de la candidatura, también profesores de la Facultad de Políticas en la Universidad Complutense, se marcharon de la formación poco a poco acusando al de la foto de autoritario, lo que cómo se dijo antes, era lo que se expresaba en la configuración de la papeleta. Ellos, profesores de política, deberían haberlo descubierto al principio.

En democracia no se necesitan jefes autoritarios ni “salvapatrias”, sino servidores públicos de los ciudadanos a los que deben tratar como jefes y no como súbditos. La desconfianza ante el autoritarismo estaba en la mayoría de los miembros de la Asociación Internacional de Trabajadores que en un manifiesto de 1872 afirmaba: “Es menester que no fiemos a ninguna clase, a ningún partido, a ningún poder la obra de nuestra emancipación”. En el preámbulo de sus estatutos ya constaba que “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos” y que la lucha social no era para “constituir nuevos privilegios sino a establecer para todos los mismos derechos y los mismos deberes”. Esta línea del socialismo libertario fue mayoritaria frente a la del socialismo autoritario por lo menos hasta la guerra civil de 1936.

El socialismo libertario con su tradición autogestionaria está en las antípodas de esta papeleta. Claro está que, si “la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, esto concuerda con la autogestión que no permite autoritarismos ni despotismos ilustrados que avasallen a los ciudadanos.

Las enseñanzas de la Iglesia no son a favor de jefes autoritarios, sino de promoción del pueblo y de las personas y lo establece en el principio de subsidiariedad que ya formuló con claridad Pío XI en la Quadragesimo Anno n. 79: “Como no se puede quitar a los individuos y darlo a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos”, que viene a decir que lo que pueda afrontar una persona o un grupo inferior no lo debe solventar un grupo superior o un gobierno.

Josep Borrell, con varios cargos de peso en los diversos gobiernos del PSOE y en la Comisión Europea, reconoció la eficiencia del principio de subsidiariedad cuando en Sevilla (27-X-99) afirmó: “Hay vías más directas de acción en las parroquias que en las casas del pueblo del PSOE”. Con su currículo no se puede decir que Borrell sea un ignorante.

Ahora más que nunca: Autogestión

Antón Negro

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