miércoles, 4 de noviembre de 2020

CoronaVirus destapa vergüenzas del capitalismo

Economía solidaria
Son ya muchas las voces que ponen el punto de mira en que la crisis económica será peor que la emergencia sanitaria.

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo que creía que no pasaba nada si China era el polígono industrial del mundo. Pues sí pasa. Cuando vas a echar mano de las mascarillas, resulta que vienen de la otra punta del mundo.

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo que hace negocio con la vivienda. No quiere resolver el problema de la vivienda porque le viene muy bien. Alguien se beneficia de que casi 5 millones de viviendas en España están por debajo de los 60 metros.

El coronavirus ha desenmascarado el capitalismo y su sagrada ley de la oferta y la demanda. Suben los precios en general. De mascarillas, de gel ¡y desaparecen las ofertas de los supermercados! El propietario de Mercadona asciende en el ranking.

¿Qué dirán los forofos del mercado cuando ven que el precio de los respiradores se multiplican por respeto a las sagradas leyes del mercado tantas veces adoradas? ¿seguirán diciendo que es mejor dejarlo? ¿no queda otra opción que esperar a que otros ven ahí un nicho de negocio? ¿qué dicen los forofos del mercado cuando se confirma que, por contra, el salario de los que migrantes que recogen la fruta no sube? ¿ni en estas circunstancias son mejor pagados? ¿quedará alguien que no entienda que los migrantes más que huir del hambre son piezas de un mecanismo de contención de salarios de las tareas más tediosas?

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo que creía que no pasaba nada por invertir en el AVE, que es muy guay para quien lo pueda pagar y no en otras cosas.

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo que promueve el turismo como elemento esencial de la vida económica de regiones enteras. Los cruceros, el lío en el transporte, los aeropuertos. Las zonas turísticas del mundo compiten entre sí aunque les cueste vidas. Los grandes beneficiarios del turismo tendrán también una sanidad mejor a su disposición. Nos ha salido caro.

El coronavirus ha desenmascarado un capitalismo en el que un test rápido sale por 300 euros en la privada y cuyo coste real es de 10 o 15 e. El Dr. Simón dijo al principio que eso no era necesario. Después, Sánchez dijo que eran esenciales y la ministra de Hacienda dijo que el mercado era muy complicado. Confiados como estábamos (o como nos imponen estarlo) en el mercado no se debate siquiera sobre la conveniencia de tener industrias nacionales para medicamentos cuya eficacia se ha demostrado en otros países.

El coronavirus ha desenmascarado la supuesta eficiencia del capitalismo. ¿Puede un sistema regido por la maximización del beneficio de cada uno afrontar un problema de este calibre? Es la idolatría al máximo beneficio individual seguramente el primer responsable de este problema. La maximización del beneficio particular nos ha salido cara.

Sé por experiencia que más de un amable lector está pensando que el comunismo es peor. Y no seré yo quien defienda el comunismo y sus cien millones de muertos. Desde hace aproximadamente un siglo un sinfín de asociaciones ,especialmente el movimiento obrero pero también algunas conservadoras, defienden que el comunismo no es más que un capitalismo de Estado. O sea, parecido. Pablo VI hizo una brillante aportación al distinguir capitalismo de industrialización. Los que dicen que el progreso viene de la mano del capitalismo es porque no han escuchado seriamente esta distinción. Nada tenemos contra lo mejor del proceso tecnológico, pero eso no es el capitalismo. Rovirosa distinguía, inteligentemente, entre los técnicos y los explotadores de los técnicos. Algo similar hace hoy Francisco, cuando alaba la tecnología y condena la tecnocracia. No reflexionar juntos sobre estas cosas también nos está saliendo caro.

Los movimientos solidarios de la historia han defendido que la democracia-democracia exigía trabajar, desarrollar y esforzarse por la democracia económica, es decir, por la igualdad y fraternidad económicas: “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. La democracia económica exige salario justo, afrontar y disminuir drásticamente las desigualdades salariales, desarrollar formas de copropiedad, incluso de los medios de producción, cooperativismo, intervención pública en áreas imprescindibles como la energía, el transporte y todo aquello en lo que la experiencia nos diga que es necesario para el bien de todos.

Camilo Sánchez, alcalde en su día más votado de España en ciudades de más de 20.000 habitantes, creía que, al tiempo que se cultivaba la democracia económica, debía cultivarse la democracia política, y tenía razón. Moría hace 20 años y siguen haciendo falta personas que se plantean intervenir en la estructura económica del mundo desde la acción política. No contar con ellos nos ha salido caro. Esta crisis ¿pro-vocará vocaciones así?

Ahora más que nunca: Economía solidaria

Eugenio A. Rodríguez Martín

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