La dignidad del ser humano se encuentra tanto en la propia esencia humana (es decir, en el propio hecho de existir como ser humano) como en la existencia (es decir, en las cosas que hacemos en nuestro día a día. Somos dignos solo por el hecho de pertenecer a la raza humana. Y además somos dignos cuanto más dignifiquemos nuestra vida. Más dignos cuanto más generosos, valientes, justos, trabajadores,…; más dignos cuanto más cuidemos, respetemos y amemos las condiciones en que vivimos: nuestras casas, nuestro modo de morir, nuestras condiciones laborales, nuestro modo de alimentarnos... Muchas escuelas de filosofía coinciden en esta dignidad esencial, ontológica, que tenemos solo por el hecho de nacer humanos. Y también coinciden en esta otra dignidad nacida de las circunstancias y las condiciones existenciales.
Es esta dignidad circunstacial y existencial la que podríamos pesar y medir si fuésemos científicos de los que les gusta medir hasta el peso del alma (¿21 gramos?) Sin querer ser ese tipo de científico positivista, reflexionaré sin embargo aquí sobre el valor de esta dignidad.
Cómo se mide la dignidad de un camarero, de una camarera cuando, por ejemplo, en la puerta del salón de juegos, a las tres de la madrugada, en medio de un polígono, le dicen a un espídico albano, que va con sus colegas de farra, que no puede entrar al salón porque está incluido en la lista de ludópatas, y multarían al salón, y lo despidirían de su trabajo. Cómo cambia la dignidad de la operaria de la fábrica donde despiezan y envasan la carne de las pechugas de pollo para grandes superficies (Carrefour, Alcampo, ALDI, Lidl), cuando entra un pedido para el Mercadona, y la ya imposible velocidad a la que trabajan se duplica; porque de Mercadona hasta se rumorea que pide despidos en origen cuando la mercancía no llega como ellos la desean. Cuánta dignidad maneja el maquinista de la volteadora de compost cuando vuelven a doblarle las semanas en turno de noche como castigo por seguir pidiendo el dinero que hace años le robó la empresa, y por seguir exigiendo a sus superiores, por él y por sus compañeros, que dejen de saltarse el convenio. Cómo mengua la dignidad del médico, de la médico residente de urgencias cuando ve cómo una anciana agonizante, muere sola en el pasillo, sin familiares -porque no los dejan entrar-, y sin más compañía que intensas luces y gente apresurada corriendo a su alrededor.
¿Cómo la dignidad se hace carne cuando eres explotado laboralmente. Cómo se mide. Cuánto pesa?
Pesará poco si miramos en los stand de las librerías, incluso de las alternativas. Incluso de las de izquierdas. Cada día cuesta más encontrar textos que nos hablen de la dignidad del trabajador.
Pesará muy poco esta dignidad del explotado si escuchamos las disquisiciones del filósofo del Consejo de Estado [Javier Goma Lanzón ¿Qué es la Dignidad? Minuto 8`15`` (enlace) Accedido el 12/11/23]. En sus ejemplos de cómo las democracias actuales han hecho crecer la dignidad de sus ciudadanos se olvida hablar de los trabajadores: de los hombres, de las mujeres, y de los niños. La dignidad del trabajador en nuestra sociedad desaparece como El Increíble Hombre Menguante. Huele a rancio y a antipolillas. ¿La burguesía?, ¿dónde está la burguesía?, ¿es una señora oronda?[1]decía uno de los que ha sido durante décadas historiador orgánico del PSOE.
En la actualidad, vale más enfocarse y medir y pesar la dignidad (como Álvarez Junco, el historiador, ha terminado haciendo; como Javier Gomá, el filósofo; como las librerías alternativas y de izquierdas) con estudios culturales. Estudios que analizan y cuestionan la idea de España; o de raza. O de especie. O de género. Etcétera. Mejor pesemos, midamos, hablemos, denunciemos, pongamos el foco, como nos decía el filósofo del Consejo de Estado, en el maltrato a la infancia (sin apellidos[2]), en el maltrato al anciano (sin renta), al moro (no al jeque), a la mujer (también a Ana Botín[3]), o al homosexual (no al maricón sin estudios) No es sencillo encontrar medidas, balanzas, buenos calibradores ni pesos en nuestra época de la dignidad en el trabajo. De tanto enfocarnos en el dinero y en los progresos técnicos hasta los sindicatos -de los pocos que aún miden y pesan la dignidad del trabajador- se olvidan de hablar de cómo dignificar el trabajo más allá del salario que se cobre. Qué sé yo, incluyendo en sus programas sindicales qué pasa en tu dignidad cuando tu entorno laboral te impide servir a los demás.
Pornhub[4], la plaza del Rockefeller Center[5], la UGR[6], el ayuntamiento de un pueblito pequeño de la Alpujarra, el AMPA del cole de mi pueblo, y hasta la asociación de anarquistas autogestionarios... todos estuvieron de acuerdo en denunciar con qué poca dignidad se trataban los derechos sexuales cuando todos ellos decidieron defender la causa con la hoy sacralizada bandera arcoiris.
Medir la dignidad es elegir dónde poner la mirada, la fuerza, la energía y la atención. Priorizando para no perdernos. Y me resulta imposible dejar de sospechar cuando la causa que defendemos en nombre del pobre, del precario, y del explotado, y la que defiende el rico, el poderoso y el explotador es exactamente la misma causa. Cuando los dos se ponen a medir y a pesar y a denunciar un tipo de indignidad.
No puedo dejar de pensar en cuánto sirve a los poderosos y plutócratas que tanta gente se preocupe tanto por un tipo de dignidad, olvidándose de otras.
Antonio Granadilla
[1] José Álvarez Junco. Ilustre historiador de la España del PSOE en su Autobiografía Intelectual en la Fundación Juan March. https://www.youtube.com/watch?v=cxX2SYIZvLQ Accedido el 12/11/23.
[2] La pobreza es tan pegajosa como el código genético. https://www.espaciosanitario.com/opinion/el-mirador/dan-ganas-vomitar-leer-oir-eso-para-su-salud-es-mas-importante-codigo-postal-codigo-genetico_2003772_102.html
[3] También Ana Botín sufre escarnios como mujer https://www.elmundo.es/loc/famosos/2022/03/08/622743a6e4d4d8590b8b4587.html
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