jueves, 25 de junio de 2020

La lección de Mandela




Un mundo lleno de pantallas nos habla de nuestra capacidad de acceder a la información y a la vez nos alerta de las muchas posibilidades de ser víctimas de la manipulación. Lamentablemente el acceso masivo a una infinidad de datos no garantiza necesariamente un mayor conocimiento de la realidad. Hay que hacer un esfuerzo importante para distinguir la propaganda, los bots, las fake news, las informaciones tendenciosas o las burdas manipulaciones interesadas. Es necesario un empeño consciente y crítico por buscar la verdad para no ser víctima de campañas orquestadas por los poderes fácticos cuyo fin último es mantenerse en el poder.

Las estrategias de manipulación aspiran a modificar nuestra conciencia y orientarla en una determinada dirección. Para ello se utilizan determinadas técnicas que inciden sobre nuestros instintos, deseos y sentimientos. Si hablamos de una campaña política, pocas estrategias son tan efectivas como la construcción de un enemigo y la consecuente activación del odio, en diferentes grados de expresión. Es un clásico que resiste muy bien el paso del tiempo. Afirma Carolin Emcke que “El odio solo se combate rechazando la invitación al contagio”. En su libro “Contra el odio” sentencia “que quién pretenda hacer frente al odio con más odio, ya se ha dejado manipular”. Es fácil encontrar hechos que sostengan estas afirmaciones.

Recordamos estos días la final del mundial de rugby celebrado en Johanesburgo el 24 de junio de 1995. Nelson Mandela llevaba poco más de un año como presidente de Sudáfrica y se había propuesto la inmensa tarea de reconciliar a un país roto por el racismo, el clasismo y la pobreza. Contra todo pronóstico inició una arriesgada campaña que buscaba el apoyo masivo de la población negra a la selección nacional de rugby, los springboks, formada por jugadores blancos. Hasta ese día la selección era odiada por los negros en la misma proporción que significa el mayor orgullo de los blancos. El empeño de Mandela parecía suicida. Sin embargo veintisiete largos años en la cárcel le permitieron entender la sentencia de Abraham Linconl que reza que “la mejor manera de eliminar a un enemigo es convertirlo en amigo”. Mientras cumplía condena estudió afrikáans por correspondencia y se concentró en el estudio de la cultura y la literatura de los bóeres. ¿Qué lleva a un ser humano, condenado injustamente, a desear conocer a fondo a quién le castiga? La comprensión de que la violencia, la mentira y el odio sólo generan más violencia, más mentira y más odio. Era necesario explorar otra vía si realmente quería avanzar en su objetivo políticos de una Sudáfrica reconciliada. Esa tarde, en la que los springboks ganaron una agónica a la favorita, Nueva Zelanda, negros y blancos celebraron la victoria como algo de todos. Ese día se rompió la espiral de violencia. Seguían existiendo muchos agravios y muchos problemas por resolver pero ya todos sabían que frenar el odio abría nuevas posibilidades.

Entonces como ahora, en muchas partes del mundo y en nuestro país es necesario acabar con el racismo, la pobreza, la exclusión y la desigualdad y hay que acabar con todas las construcciones ideológicas que las sostienen, pero si queremos ser realmente eficaces, si nos mueve realmente la búsqueda del bien común, descubriremos que existen otros caminos más lúcidos que el que nos propone gran parte del entramado de redes de comunicación a las que estamos permanentemente conectados. Buscar alternativas al odio sin duda nos hace menos manipulables y más creativos. También nos acerca a la lucidez de la noviolencia que se concentra en el odio a las injusticias, no a las personas. Esa distinción, hizo de Mandela, un hombre libre, a pesar de estar encerrado en una prisión. No distinguir eso nos puede introducir en una prisión a pesar de caminar libres por las calles.

Ahora más que nunca noviolencia.

Moisés Mato


domingo, 14 de junio de 2020

Las enésimas migajas del llamado Ingreso Mínimo Vital



Todo el Parlamento ha dado su ok. Todos han mirado a César y han concedido unos minutos de vida para los que están en la arena. Día histórico dicen. El clima de crispación en las gradas ha dado paso a unos minutos de paz romana, de irenismo, y se han puesto de acuerdo para las migajas llamadas “Ingreso Mínimo vital”. “Ingreso” lo que se dice ingreso sí que es; pero “mínimo” lo es en cuanto a pequeño no en cuanto a que sea suficiente. “Vital” no es porque en esta sociedad no da para vivir. Que hagan la prueba los que lo han aprobado. Lo mismo gastan (o hacen gastar) solo en desplazarse más que lo que aprueban para que otros vivan. Es pura cosmética adobada de blablabla. En realidad:

1/ No resolverá ni siquiera los problemas más acuciantes. Si es tan hermosa como dice la ley en su exposición de motivos ¿por qué no cierran los comedores sociales, el Banco de alimentos etc etc?

2/ Será un suplemento de ingresos que permitirá que a algunos se les siga pagando mal porque el empleador sabe que existe ese complemento. Los empleadores usarán ese argumento al contratar los trabajos precarios esos que ahora llamamos justamente esenciales.

3/ 3.000 millones de euros no pueden acabar con la vulnerabilidad. Esa cantidad es el presupuesto aproximado de la sanidad de una comunidad autónoma mediana como la vasca. Los dividendos particulares que Amancio Ortega recibió por sus acciones en Inditex  fueron más de 1.600 millones el año pasado.

4/ Aunque alardee de “estructural” no toca el mecanismo de creación y distribución de riqueza.

“El asistencialismo es violencia”. Suena fuerte. Lo dice un eclesiástico hoy muy conocido y tiene toda la razón. En la primera Semana nacional de la HOAC (1946) se vivió una escena poca común. Dialogaban cordialmente Julián Gómez del Castillo, un joven militante cristiano socialista y Federico Rodríguez, quizá el primer catedrático de política social de España, un cristiano conservador del ámbito de Herrera Oria. El catedrático mostraba su extrañeza porque a su padre le habían matado los mismos a quienes había dado limosna; su padre (y él mismo) formaban parte de los creyentes con preocupación social y ayudaban a los pobres. No eran crueles pero dejaban intacto el sistema de señoritos y esclavos (volviendo a películas: como cuando en “Los santos inocentes” el señorito da unas monedas a los cuasiesclavos en fila). El catedrático no entendía que los ayudados mataran al padre (como en “Los santos inocentes” Azarías mata al señorito, por cierto). El militante no logró explicarle un hecho que él entendía perfectamente por su vida. Sí que es cierto que cultivaron la amistad cristiana durante toda su vida y algo lograron aunque Federico seguramente no llegó a comprender el hecho de su padre. Julián lo entendía no por películas sino por su vivencia. En su vida había visto que el asistencialismo es violento. Es violento cuando las señoras de las organizaciones de “caridad” levantaban la tapa del puchero para ver si había carne en vez de solo hueso y tocino. Hay violencia en esa forma de mirar desde arriba, de vigilar en que se gasta lo que se da. En imposición de todo tipo de relaciones. 

Para quien no haya vivido escenas similares puede servirle de algo verlo en “Las cenizas de Ángela”, especialmente en aquel “tribunal” en que se deciden los vales que se entregan. Quien ha padecido el asistencialismo experimenta un variado abanico de sentimientos en que ocupan gran lugar la rabia y la impotencia. Es esa violencia intrínseca al asistencialismo la que hace reaccionar violentamente al asistido. La presencia en la Iglesia de estos militantes hizo que un día en la Gaudium et spes se dijera: “Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí”; a “pedir limosna” no anima. Salario justo es la propuesta. Y cuando hay tal no hacen falta limosnas.

El asistencialismo es violencia. También lo decían los anarquistas españoles que recibían las limosnas de los republicanos que en el exilio se daban la gran vida. Lo llamaban las “píldoras del doctor Negrín” y decían que “resultaban especialmente amargas”. Toda la historia del trabajo es un grito de dignidad, una defensa de la justicia, del trabajo. No defiende la historia obrera un reparto caprichoso de bienes sino a través del salario justo. Esto lo dice la inmensa mayoría del pueblo: “No quiero una ayuda, quiero trabajo” se oye con frecuencia. Se ha dicho a veces con amargura y miedo pero siempre con un alto sentido de la dignidad.

El asistencialismo es violencia. No es una relación de fraternidad, horizontal, pacífica, cordial o de amor. También lo han percibido los comunistas honestos. No los corruptos que ayer u hoy usen el nombre de los pobres para ascender y darse la gran vida. Basta leer la impresionante autobiografía de Valentín González “El campesino”: “Yo escogí la esclavitud”)

Volviendo a otra película, que no he visto, cuentan que en “Monsieur Vincent” san Vicente de Paul dice a las hermanas: “Sólo por tu amor, te perdonarán los pobres el pan que les des”. Ya sé que parece normal que los donantes pidan agradecimiento y me permito pedir al lector que dude de sus ideas si no coinciden con las que alguien se ha atrevido a poner en boca de san Vicente y recomiendan vicencianos de hoy.

Aludo a grupos diferentes, a cristianos, socialistas, anarquistas y comunistas para decir que en la vida de los pobres, sean de las ideas que sean, el asistencialismo es percibido como violencia porque es violencia. Es un hecho, no es demagogia. Ha añadido sufrimiento, rabia, dolor y muerte. 

Porque estamos por la paz estamos contra el IMV pero no estamos contra el IMV porque haya que meter en cintura a los pobres sino a los ricos. No, no creemos que por este ingreso se hagan vagos, ni que sea un efecto llamada, ni que distorsione el mercado. Estamos contra las enésimas migajas de esto que llamamos “reforlución” porque es una mezcla de reforma y revolución que se nos hace muy duro hasta escuchar. Porque somos de izquierda, porque somos pobres, porque queremos trabajar. No creemos en esa mezcla de reforma y revolución que deja caer migajas desde la grada  y el palacete. 

No estamos en contra de una limosna sino de la limosna por sistema; de la limosna como parte de un sistema. No es que queramos dejar tirado a nadie, es que la limosna es un parche que no sirve. Es dejarlos tirados igualmente como demuestra la experiencia. Basta decía Nyerere “que nos quiten el pie de encima”. Cese la explotación y no harán falta limosnas.

No estamos en contra de toda ayuda. Creemos en una ayuda puntual, como la que se hace entre familiares y amigos, donde el “ayudado” siempre intenta devolver lo recibido y normalmente lo logra. Contra la ayuda como parte de un sistema que deja intacto el sistema. Sobre todo en dos sentidos: cuando es un negocio y cuando humilla.

Estamos contra las ayudas que son negocio. Estamos contra unas ayudas que gastan en gerentes y coaching con buenos sueldos y hasta hacen asambleas en hoteles. O contra la ayuda del Programa mundial de alimentos cuyo máximo jefe gana más que el presidente del gobierno. Gana eso en nombre de la ayuda, de los presupuestos de la ayuda.

Estamos contra la ayuda que humilla. Esa ayuda que es válvula de seguridad que permite que “parezca que algo cambie para que nada cambie”.. No creemos en una ayuda que luego revisa los tickets, que da “vales” para productos esenciales pero rechaza un dulce como si en las casas de los ayudados nunca hubiera un cumpleaños. Estamos contra esas ayudas que dan alimentos pero nunca cultura como si unas gafas para un niño no fueran tan importantes como comer. Puede haber ayudas sí, pero con trato digno, sin colas, sin mirar con lupas y humillando.

Proponemos máximos honores a reponedores, chóferes, limpiadores, auxiliares. Dar el máximo honor al penúltimo escalón no nos permite estar a favor de una medida que en realidad (aunque de esto no informen) hace pagar al penúltimo escalón las migajas que desde arriba se mandan al último escalón. Porque somos pueblo y amamos la revolución no queremos migajas desde la grada  y el palacete. Dicen los teóricos de estas medidas asistenciales que se pagan con los impuestos a los ricos. No es verdad. Esto se paga quizá aparentemente de los impuestos a los ricos pero realmente lo pagan los pobres. Lo paga el penúltimo escalón (los “esenciales” decimos ahora) a quien antes han exprimido los de arriba. 

Proponemos medidas políticas como el salario justo, reparto del empleo, subir el salario mínimo, recortar diferencias salariales, debatir si debe haber un salario máximo, que los inspectores vigilen las exigencias de echar horas fuera de lo contratado, expropiación de viviendas sobrantes, controlar los precios de los alquileres o los beneficios de las eléctricas en cuyos consejos de administración hay tantos exministros.

Salario justo. No harían falta parches.

Ahora más que nunca: Política solidaria

Eugenio A. Rodríguez



















domingo, 7 de junio de 2020

Cultura y resistencia

La cultura debe cuestionarse su papel
La cultura debe cuestionarse su papel
Debemos a B. Brecht dos suculentas sentencias: “Desgraciado el país que necesita héroes” y “robar un banco es delito pero más delito es fundarlo”. Coherente con ese pensamiento nuestro autor buscó un teatro alejado de estéticas decorativas y de un rancio sentimentalismo tan del gusto burgués de todos los tiempos. Propuso una práctica que fuera capaz de activar la conciencia crítica del espectador. Una conciencia que pudiera alzar el vuelo precisamente cuando identifica a los héroes que se nos presentan como salvadores y a los delincuentes que financian a esos héroes para desgracia del país.

Que la cultura en general, y el teatro en particular, forman parte de la primera resistencia a los abusos del poder es una evidencia histórica, como lo es también, no nos engañemos, el intento de domesticar las manifestaciones artísticas y culturales por parte del poder político de turno. Aún así no es de extrañar que en tiempos de crisis se le exija a las instituciones políticas un compromiso con la cultura, habida cuenta de la fuerte precarización del sector. Ante esa demanda las instituciones pueden optar por abandonar una vez más la cultura, por ayudas cosméticas o por premiar los colectivos y sectores más afines. Sea como fuere, se nos antoja que, por muy difícil que sea la situación económica, hay también un debate que la realidad hace urgente y que los que nos dedicamos al arte y la cultura no podemos eludir: ¿Qué teatro, literatura, cine, artes plásticas, danza,...requiere este momento? ¿Qué aportaremos los artistas y la gente de la cultura a esta y a las sucesivas crisis económicas, climáticas, de salud,…?

Entiendo que la pregunta pueda ser contestada con sonrisas condescendientes y con apelaciones a la libertad artística, a la necesaria neutralidad del arte y a debates eternos sobre política y cultura. También habrá quien afirme que la cultura y el arte ya están respondiendo a esa realidad por el simple hecho de existir. Todo eso es respetable, pero quizás haya algunos entre nosotros que creamos que esas son formas de evasión y queramos considerar relevante la pregunta, aunque las respuestas puedan demorarse un tiempo. Sabemos, como nuestro querido Brecht, que es un momento propicio para héroes y para delincuentes millonarios, que se nos presentarán como salvadores, que nos abocarán a una polarización social enfermiza y prefabricada y aspirarán a emponzoñar todavía más la cultura y el arte como ya están haciendo con la educación. Y si eso ocurre (ya está ocurriendo) la pregunta es oportuna y merece un tiempo y un espacio, algunos experimentos y algo de coraje. Porque de lo contrario, en el mejor de los escenarios, tendremos una cultura financiada pero escasamente relevante a la hora de plantar cara a los héroes prefabricados y a los delincuentes millonarios. Entonces la cultura y el arte serán menos peligrosos para el poder de turno.

Ahora más que nunca cultura y compromiso

Moisés Mato

Mal gobierno, pero buenas noticias


El trabajo callado y riguroso permite conocer con antelación la existencia del virus gracias al análisis de aguas residuales

Luis Ferreiro

 Mientras el gobierno insiste –“¡Viva el 8-M!”– y se las da de héroe, en el anonimato hay otras personas sin tantas pretensiones que trabajan en el silencio de los laboratorios y las bibliotecas, buscando soluciones ingeniosas a los males que atacan a la humanidad, mientras otros se dedican a unas refriegas ideológicas ante las cámaras que difícilmente disimulan su inutilidad.

Muchos lectores saben que trabajo en el Servicio de Salud Pública desde hace más de 20 años, gracias a eso me comunico con frecuencia con microbiólogos, epidemiólogos, químicos, farmacéuticos, médicos e investigadores, tanto del sector privado como del público. Pues bien, en todo este tiempo de aplausos a los sanitarios que tratan directamente a los pacientes, son muy pocos los que conocen la labor de los que tratan de impedir que haya enfermos, y no por quitarles el mérito y el protagonismo a quienes los cuidan.

La salud pública trata de impedir que se produzca el mal, su éxito consiste en que no pase nada, por tanto, que nunca seamos noticia, porque si lo somos seremos mala noticia. Sin embargo, por una vez adelantaré algo que va a ser noticia. Las fuentes son, en parte, del propio Ministerio de Salud y, sobre todo, de un amigo que desarrolla una investigación todavía en marcha, pero lo bastante avanzada para infundir esperanza y alguna certeza.
En esencia, algunos investigadores de Murcia, Sevilla, etc., se lanzaron a tientas a un proyecto sin garantía de éxito, sin subvenciones, por cuenta propia. Sabemos que el virus infecta las células humanas de todo el organismo, llegando también a los intestinos. Desde ahí se excreta en las heces, que van al alcantarillado y pasan por una estación depuradora de aguas residuales (EDAR). La pregunta era si se podrían detectar los virus en las aguas residuales urbanas (ARU) y si seguían estando en las aguas residuales depuradas (ARD). La respuesta pasaba por tomar muestras a la entrada y salida de la EDAR, así que comenzaron a tomar muestras a primeros de marzo y aplicaron un método de análisis que permite el recuento de unidades virales.

Los resultados, de forma simplificada, han sido los siguientes: la cantidad de virus COVID-19 era altísima en los momentos álgidos de la epidemia, después, a medida que se iba controlando, las cantidades bajaban hasta que desaparecieron de algunas EDARes y por fin a mediados de mayo no se encontró ningún virus en ninguna EDAR. El significado, totalmente correlacionado con el descenso de los contagios, es claro: salvo en algunas zonas resistentes, la epidemia ha desaparecido; en algunos sitios desde hace un mes. Además, se ha demostrado que el tratamiento de las ARU es muy efectivo: el virus no sobrevive y, por tanto, no va a parar a las aguas naturales.

Pero si estos resultados son descriptivos, la mejor noticia es que los virus estarían en las ARU hasta con dos semanas de antelación a la fecha de aparición de los primeros enfermos con síntomas visibles, puesto que el virus se encuentra en los intestinos de las personas infectadas en periodo de incubación y en aquellos que nunca van a desarrollar síntomas. El hallazgo es un tesoro para la salud pública, porque supone un indicador anticipado capaz de alertar al sistema de salud y poner en marcha todos los mecanismos de prevención y protección de la salud, evitando muchos casos de enfermos y una fuerte presión sobre el sistema asistencial. Con todas las reservas de una investigación todavía en marcha, podemos pronosticar que, de haber una nueva crisis, no será como la que acabamos de superar.

“¿De superar?, ¿estás de broma?”, me dirá alguno. Sí, de superar: salvo en algunas zonas con retraso, está acabada; aunque seguirá habiendo casos individuales esporádicos, como fenómeno social está superada, aunque el gobierno vaya con retraso, como siempre.
La que no está superada es la epidemia del miedo, alimentada interesadamente por un gobierno manipulador, que ha mentido todo el tiempo y que sigue mintiendo, para explotarla y continuar en un estado de anormalidad democrática en el que prevalece la propaganda ideológica. Quizás por eso, el Estado de Alarma, aprobado hasta el 21 de junio, se pretendía alargar hasta el 27 de junio, así al día siguiente el presidente podría decir “¡Viva el día del Orgullo Gay”!

En conclusión, una buena noticia: aunque hay que ser prudentes, hemos superado la epidemia del virus; y otra mala: no hemos superado la epidemia de la mentira del COVIerno.

lunes, 1 de junio de 2020

Conocerse: tarea esencial

Para amar hay que conocerse
Conocerse vivencialmente
"Te advierto, quien quiera que fueses, ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la Naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo, aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera.
Si tu ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias?
En ti se halla oculto el tesoro, de los tesoros.
¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses"     
 Templo de Delfos

Sin voluntad soy como un barco sin motor, un barco a la deriva, que puede encallar en la costa.
   
Sin sentimientos, sin corazón, soy como un acorazado, un barco eficaz que puede matar.

Sin reflexión soy como un barco sin timón, que puede avanzar mucho pero puede ir en dirección equivocada.

Sin equipo soy como un barco sin depósito de combustible, que avanza a veces.

Sin táctica, sin revisión, soy como un barco sin quilla, que avanza mal y lento.

Sin formación soy como un barco sin forma, que se hunde a la menor dificultad.

Sin acción soy como un barco que no sale de puerto, que se aburre y necesita entretenimientos.

Sin imaginación sin proyectos, soy como un barco sin aparato eléctrico, que tiene que vivir en el pasado.

Sin cuerpo, sin carne, soy como un barco sin casco: nada.

Sin descanso soy como un barco que nunca pudiera entrar en dique seco y tendría grandes dificultades de reparación.

Sin asociación soy como un barco sin cartas naúticas, sin instrumentos técnicos de navegación.

Sin relación con otras asociaciones soy como un barco sin relación con otros barcos, con los que puede colisionar.

Sin perdón soy un barco que se condena a navegar siempre los mismos mares*

Sin espíritu crítico soy un barco que se lleva la pesca de zonas empobrecidas a un acuario.*

Sin ………… soy un barco que se usa para traficar.

Sin tomar partido soy un barco con bandera de conveniencia.*

Sin acción constante, quieto, soy como un barco encallado, no me equivoco.

Sin acción cuidadosa, alocado, soy como un barco que no ve los peligros, el Titanic que se accidenta

Prudencia es moderar la acción “loca", pero también animar la acción tímida.

Prudencia es “sin prisa y sin pausa”. Hablar de prudencia solo para frenar es un fraude.

La falsa prudencia coordina los vicios.

la verdadera prudencia armoniza las virtudes: cuida de todas las cualidades del barco.

Ahora más que nunca: Mirada limpia

Eugenio A. Rodríguez

(Los marcados con * contienen aportaciones de otros hechas después de ser publicado)

Presencia

Sentirse vivo para saber que uno está aquí. En un mundo donde no importa para ningún ser definido, a priori, pero que se hace necesario p...