sábado, 24 de octubre de 2020

Caminos posibles en medio de tanto ruido

 
Se parte como voluntaria, con ideas de sacrificio, y se cae en una guerra que se parece a una guerra de mercenarios, con muchas crueldades de más y el sentido del respeto debido al enemigo de menos. Con estas palabras describe Simone Weil su turbación tras su breve participación en los inicios de la guerra civil española. A pesar de ser contraria a la guerra necesitaba “hacer algo” para enfrentarse al avance del fascismo en Europa y particularmente en España. Viaja a España, alentada por los ideales de la CNT y se enrola en el grupo de los de Durruti. Allí vivirá una intensa experiencia que pondrá a prueba sus convicciones. Descubre que los “idealistas” con los que se identificaba también podían cometer atrocidades. 

    Años después escribirá una carta a Georges Bernanos a partir de la conmoción que le produce su libro Los grandes cementerios bajo la luna. Weil sabe bien quien es Bernanos: un pensador situado ideológicamente en las antípodas de sus ideales y sin embargo, con el que se siente unido por el amor a la verdad: Usted es monárquico, discípulo de Drumont: ¿qué me importa? Usted me es más cercano, sin comparación, que mis camaradas de las milicias de Aragón, esos camaradas a los que, sin embargo, yo amaba. 

    En su libro, Bernanos, autor conservador, relata la quiebra de sus convicciones ideológicas cercanas al fascismo al ver como se desenvuelve en la práctica en los inicios de la guerra civil. Los fusilamientos y la arbitrariedad del levantamiento militar en Mallorca, dónde residía por entonces el autor francés, le causan una profunda conmoción. Denuncia, con enorme contundencia, el horror, la brutalidad de los “suyos” y la perversión de los sentimientos religiosos. No es el uso de la fuerza lo que me parece censurable, sino su mística: la religión de la fuerza puesta al servicio de un estado totalitario, de la dictadura de la Salvación Pública considerada no como un medio, sino como un fin. 

    Bernanos y Weil se mueven por profundas convicciones que los situaban en espacios ideológicos enfrentados y sin embargo los dos se revuelven contra la mentira que ampara toda violencia, y lo hacen con toda la energía de que son capaces. No eluden las consecuencias éticas de sus actos y no se justifican cobardemente. Los nuestros han derramado mucha sangre. Soy moralmente cómplice. Afirmará Weil quien confesará que los crímenes le horrorizaban pero no le sorprendían, pues percibía en sí misma la posibilidad de cometerlos. Por su parte Bernanos publica su alegato exponiéndose a la reprobación pública de sus “amigos”. Hannah Arendt dirá que los grandes cementerios bajo la luna es el panfleto más importante que jamás se ha escrito contra el fascismo. 

    Otros pensadores, muchos de ellos extranjeros, escribían en ese tiempo sus posiciones, con agudas reflexiones sobre la maldad de un bando eludiendo toda autocrítica sobre el bando propio. Muchas de esas aportaciones tienen un valor indudable, pero a mi juicio, las de Weil y Bernanos, son de largo alcance. Sin duda abren caminos anchos entre las dinámicas de una polarización política muy forzada o la equidistancia desesperante que provoca en los que no se someten a ella. 

     Es posible que para avanzar por esos caminos nuevos haya que hacer un esfuerzo considerable para no dejarse llevar por la inmediatez de lo que nos ponen delante. La retórica hiperbólica de la política actual, amplificada por un sector mayoritario del periodismo actual, necesita del enfrentamiento creciente que a la postre genere vencidos y vencedores, sin calcular las consecuencias que eso tiene en la sociedad. Los aparatos políticos necesitan jugar en ese campo en momentos de crisis sistémica en los que no encuentran salidas que superen el corto plazo. Hace falta mucho ruido cuando hay delante una sociedad que se empobrece día a día.. No es casual que se active un frenético revisionismo histórico, que se apele a sentimentalismos patrióticos o que la actividad parlamentaria se infantilice a marchas forzadas. Cada uno activa los resortes que estima más eficaces entre sus afines. 

    Weil y Bernanos, desde posiciones contrapuestas, pusieron amor en la defensa de sus ideales. Y ese amor pasó la prueba de fuego que supone acoger la verdad aunque no nos guste. El amor a nuestros ideales como bien apunta Edith Stein nunca se debe oponer al amor a la verdad: No aceptéis como verdad nada que carezca de amor y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad. 

    Ciertamente, desde ahí se abren caminos posibles y esperanzadores más allá de tanto ruido.

Ahora más que nunca Política solidaria
   
Moisés Mato
    

1 comentario:

  1. Me encanta encontrarme con palabras de Simon Weil, Confieso que aún no he leído nada de Bernanos. Desde aquí me uno sl artículo de Moises, en las palabras de Edith Stein,y, aunque seguro ya lo conocéis recomiendo la lectura de''La persona y lo Sagrado'', de Simon Weil, a mi parecer un eco de la verdad imperecedera.

    En honor a la verdad el artículo de Moisés, me parece también imperecedero.

    Bravo

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