Juan Gérvas, Doctor en Medicina, médico general jubilado, Equipo CESCA, Madrid, España. jjgervas@gmail.comhttps://t.me/gervassalud @JuanGrvas
Isegoria, parrhesia y sobreabundancia de expertos
Los cambios profundos para la Humanidad se han producido por poder nutrirse con regularidad, el acceso seguro a agua segura de consumo (y su depuración), la educación formal desde la infancia y la estructura social que facilita una cierta igualdad, también apoyando la necesaria libertad de expresión científica, política y religiosa.
En la clásica Atenas de Pericles, la libertad de expresión se logró con:
1/ isegoria, que daba igual derecho a hablar a todo ciudadano, y ser considerado por el fundamento de sus aportaciones, no por su valía en la expresión de las mismas y
2/ parrhesía que daba derecho a defender ideas con audacia, por más que parecieran extravagantes, y en contra de los poderosos, hasta ridiculizarlos.
Es decir, se aseguraba al tiempo la posibilidad de hablar y de hacerlo con franqueza.
En la respuesta a la pandemia covid19 hemos fracasado respecto a tal libertad de expresión, transmutada en aras de un bárbaro salubrismo “salvador” que conlleva un pensamiento único.
En tiempos pandémicos no ha habido ni hay isegoria; tampoco, parrhesía.
La franqueza se ha ridiculizado transformando sus propuestas en “bulos” (fake news), por más que se publiquen/publicasen en las mejores revistas científicas del mundo, y a quienes discrepan/discrepasen se les etiqueta/ba con el estigma de fobias varias, desde negacionistas a anti-vacunas pasando por terraplanistas, por más que fueran incluso profesores en prestigiosas universidades.
Con sus expertos, los políticos justifican sus decisiones e imposiciones, y la Medicina deviene religión y actividad mágica, y sus propuestas, talismanes. Con dicho fervor se aceptan y requieren vacunas y re-vacunas covid19, como fetiches salvadores de vida, que protegerán contra el mal, así sea irracionalmente y haya que condenar a quien argumenta con lógica, como Joan Ramon Laporte (aquí)
En el año 2000, David Sackett publicaba en el British Medical Journal un artículo titulado "Los pecados de los expertos y propuestas para su redención". Afirmaba que los expertos impiden el avance de la ciencia porque quien presenta propuestas diferentes de las "oficiales" es ninguneado o repudiado por el oficialismo científico-mediático. Lo ocurrido con Laporte no es más que un ejemplo (otro más) de lo que expresaba Sackett en su artículo, invitando a todos los expertos del mundo a dimitir y a dedicarse a otra cosa (como él demostró con su ejemplo) para favorecer el avance de la ciencia (aquí)
¿Qué escribió Natalia Velilla?
Natalia Velilla Antolín (Madrid, 1973) es magistrada, licenciada en Derecho y Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Pontificia de Comillas y máster universitario en Derecho de Familia, casada y con tres hijos.
Escribió sobre la libertad de expresión:
En Twitter:
“Creo que la libertad de expresión -como parte social o exteriorizada de la libertad de pensamiento- es un indicador muy adecuado del nivel de desarrollo democrático de un país.
La libertad de expresión es el derecho a expresar lo que uno quiere.
Esta expresión puede ser literaria, artística o más prosaica (un tuit, por ejemplo).
La libertad de expresión no consiste en el derecho a decir cosas brillantes, sensatas, adecuadas o educadas.
La libertad de expresión te ampara aunque seas un completo imbécil y no digas más que idioteces.
Puedes decir cosas absurdas, machistas, homófobas o totalitarias. Sí. Como lo lees. Esa es la libertad de expresión.
El único límite es el delito de expresión (como enaltecimiento del terrorismo o delitos de odio) y las ofensas a otro.
El problema es que no todo comentario machista, homofobo o totalitario es delito de odio. Es más: casi ninguno lo es.
La histeria social ve delitos por todas partes. Luego vienen muchos chascos judiciales (y otros que no lo son pero que viene Europa y nos tira de las orejas).
La libertad de expresión no implica la obligación de los demás ni de discutir contigo ni de leerte o escucharte. El bloqueo o ignorar al otro es también un derecho. Y no vulnera la libertad de expresión del otro. Sí lo hace impedir o prohibir que alguien se exprese.
Existe el derecho a ser imbécil y nuestro derecho a ignorar al imbécil, rebatirle o mostrar públicamente su imbecilidad.
Pero no existe el derecho a censurarle, lincharle o denunciarle a Twitter. Se hace, pero no es respetuoso con la libertad de expresión.
Lo malo es que hemos interiorizado que solo lo que está en nuestra onda puede ser expresado. Lo demás es susceptible de ser censurado.
Y no.
Confundimos moral con derecho, delito con mal gusto y ofensa subjetiva con injuria objetiva.
Tendemos a ver delitos de odio por encima de nuestras posibilidades.
A menos libertad de expresión por mayor censura, más linchamientos, denuncias y reportes, etc, menos democracia”(aquí)
En Disentia:
“La actual regulación de los delitos de opinión en España es claramente inadecuada, a tenor de cómo están contemplados este tipo de delitos en otros países de nuestro entorno, lo que ha llevado a que España haya sido enmendada en varias ocasiones por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, me temo, va a seguir sucediendo si no se cambia la ley. En Europa nadie va a la cárcel por injurias al jefe del Estado o a la bandera” (aquí)
En El País:
“Nuestra pereza e indolencia ve con buenos ojos que un tercero -el titular de las plataformas de las redes [Facebook, Twitter, Instagram, Google etc]- decida qué mensajes deberían ser borrados por su potencial daño a la democracia.
Sin embargo, no somos conscientes de que, una vez se atribuye a las plataformas la potestad de decidir retirar contenidos so pena de asumir una responsabilidad por su difusión, estamos convirtiendo a las redes en entornos manipulados, artificiales y dirigidos donde potencialmente pueda terminarse difundiendo solo información conveniente para los lobbies de determinadas corporaciones” (aquí)
Un ejemplo
“El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, TEDH, ha dictado sentencia en el asunto Benítez Moriana e Íñigo Fernández contra España (nº de demandas 36537/15 y 36539/15).
El caso se refiere a la violación del derecho a la libertad de expresión de los demandantes debido a su condena por la publicación de una carta abierta en un periódico local en la que se quejaban de la conducta de un juez en un procedimiento que les afectaba. El TEDH, en un fallo de cinco votos contra dos, ha considerado que la condena de los demandantes vulnera su derecho a la libertad de expresión.
En el procedimiento desarrollado en España, el Tribunal Constitucional rechazó el recurso de amparo de los demandantes al considerar que: (1) los demandantes habían sobrepasado los límites de su libertad de expresión al proferir críticas que afectaban directamente a la dignidad de la persona, poniendo en entredicho su ética profesional y probidad; (2) la libertad de expresión no protege las observaciones vejatorias que, independientemente de su veracidad, son ofensivas y humillantes; (3) los jueces se encuentran en una posición particular, en la medida en que el daño a su honor en caso de descrédito infundado estaría también ligado a la confianza en la justicia en general”.
El TEDH discrepa del Tribunal Constitucional y ha condenado a España por limitar sin fundamento la libertad de expresión de los demandantes (aquí)
La libertad de expresión durante la pandemia covid19 y después
Los verdaderos expertos en la pandemia han callado sabiendo el anatema anexo al discrepar o, los más valientes, han mantenido una inteligente y soterrada lucha contra la censura en los medios profesionales y populares.
La censura de la libertad científica no se ejerció por medios formales, estilo los países dictatoriales (leyes, reglamentos, castigos, multas, penas de cárcel, etc), sino mediante un poderosísimo control social que logró acallar y silenciar cualquier disidencia.
¿El coste de los “atrevidos”? Ser incluidos entre los anti-sistemas, anti-vacunas, terraplanistas, “contrarios”, conspiranoicos, etc.
Cabe citar entre tales expertos en la valiente resistencia, condenados al ostracismo, a Alan Cassels, Peter Doshi, David Healy, Tom Jefferson, Juan Erviti, Peter C. Gøtzsche, Iona Heath, Carl Heneghan, John Ioannidis, Juan Irigoyen, Paul Thacker, Claudina Michael-Teitelbaum, Sergio Minué, Joan Ramón Laporte, Vinay Prasad y Allyson Pollock.
En palabras de Sergio Minué, a propósito del linchamiento de Joan Ramón Laporte tras su informe sobre vacunas covid19 al Parlamento de España: “Joan Ramón Laporte no es el único ejemplo. El mismo linchamiento han sufrido o sufre gente como John Ioannidis, Peter Gotzche, Alyson Pollock, Carl Henegan, etc. Cualquiera que ose cuestionar la “religión verdadera”. Da realmente miedo el invierno postpandémico” (aquí)
El control de los medios de comunicación y de la comunidad académica da miedo, por su coordinación para mantener un “consenso científico” logrado a base de acallar las voces disidentes y dificultar el acceso a toda la información. Se proclama el “yo creo en la ciencia” como doctrina, sin percibir que justo la ciencia es algo siempre transitorio, la mejor respuesta posible en cada momento, y que la crítica científica es fundamental para su avance. El autoritarismo de la respuesta a la pandemia se conserva en forma de limitaciones a la libertad de expresión, con una infantilización extrema acerca de “la verdad”, como si existiera una especie de diccionario de lo cierto y correcto.
UNESCO
Al respecto se pronunció la UNESCO:
“El brote de la pandemia de la COVID-19 ha dado lugar a un debilitamiento de los derechos fundamentales como la libertad de expresión, el derecho de acceso a la información y el derecho a la privacidad en muchos lugares del mundo. Varias autoridades nacionales han declarado estados de emergencia, lo que ha dado lugar a graves restricciones de los derechos fundamentales, incluida la libertad de expresión.
En respuesta a estos crecientes desafíos jurídicos, la UNESCO ha publicado directrices para los jueces y tribunales, tanto a nivel nacional como regional, que pueden servir de referencia para la aplicación de los marcos teóricos del derecho internacional y de las normas de derechos humanos en la protección y la promoción de la libertad de expresión” (aquí)
Amnistía Internacional
“Los ataques de los gobiernos a la libertad de expresión, combinados con la circulación de desinformación en todo el mundo durante la pandemia de COVID-19, han tenido un impacto devastador en la capacidad de la gente para acceder a información exacta y oportuna que la ayude a afrontar la creciente crisis de salud global” (aquí)
No hemos hecho más que empezar con la pérdida de libertad de expresión
La guerra de Ucrania y el asedio y destrucción de Gaza se han sumado a la pandemia covid19 como excusa para manipular a la población, para acallar a las voces discrepantes, para limitar la libertad de expresión y para dificultar el acceso a información sin manipular.
No hemos hecho más que empezar pues el objetivo político y militar del capitalismo es controlarnos mediante la mentira y el miedo.
Otra cosa, sí, es la existencia de normas que protejan a la comunidad frente a los excesos mal intencionados de la libertad de expresión. Por ejemplo, que castiguen la “libertad de expresión” de gritar “¡Fuego¡ ¡Fuego!” en falso provocando una estampida en un local con personas hacinadas. Son normas del estilo de las que regulan otros derechos fundamentales, como elegir libremente dónde vivir, la libertad ideológica, religiosa y de culto, etc. Hay límites claros para la libertad de expresión, en especial respecto los derechos de terceros al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, así como a la protección de la juventud y la infancia. Es punible el delito de expresión (como enaltecimiento del terrorismo o delitos de odio) y las ofensas a otro.
Lamentablemente, los recortes ilegales a la libertad de expresión no se plantean claramente pero se ejercen fuertemente con las “armas de la democracia”, básicamente el acallar a quienes se salen del pensamiento único. Es decir, a través de normas, acuerdos y leyes que constituyen un “Ministerio de la Verdad” para determinar las noticias, informaciones y trabajos que no cumplen lo políticamente correcto. Todo lo que molesta se transforma en bulo y falso (“fake news”), y se minusvalora, sanciona y oculta.
La libertad de expresión fue víctima del SARS-CoV-2, el virus de la pandemia covid19. La guerra de Ucrania y el asedio y la destrucción de Gaza han profundizado el daño infligido a la libertad de expresión debilitando la salud, la democracia y la sociedad.
Síntesis
La libertad de expresión incluye la de mentir, hacer propaganda, expresar sentimientos inusuales, decir idioteces, imbecilidades, necedades y tonterías, compartir sueños irreverentes y extravagantes, opinar sobre lo divino y humano, criticar a todo tipo de autoridad (académica, artística, científica, civil, militar, política, religiosa, etc), discrepar de consensos y del pensamiento dominante, hacer chistes irreverentes y procaces, etc pues si tuviéramos libertad sólo para decir lo conveniente, fundado, interesante, sensato y veraz no sería libertad de expresión, sería un desastre. Desde luego, tal libertad tiene que tener sus normas, como el resto de los derechos fundamentales, pero la primera norma es asegurar que se puede ejercer en lo personal y grupal, incluyendo el acceso a la información.
Al debilitar la libertad de expresión se daña la salud de la ciencia, la democracia y la sociedad.