martes, 17 de mayo de 2022

LA CRUZ DE LOS NAUFRAGIOS

Galicia está en el extremo occidental del Imperio Romano, y este tenía establecida en su legislación como pena de muerte la crucifixión para los que no fuesen ciudadanos romanos, de forma que sirviese de escarmiento y escarnio público y además la agonía sucedería en un período de tempo más bien largo. Las cruces eran colocadas en un lugar visible, bien fuese en una vía de comunicación o en un pequeño monte junto a la ciudad.

En el extremo oriental del Imperio Romano fue condenado a muerte en la cruz Jesús el Nazareno. Desde entonces la cruz es fundamentalmente un signo de consuelo para el que sufre, pues en ella se percibe la solidaridad del Dios de Jesús con nosotros, y también el apoyo de los que quieren ser los seguidores de Jesucristo continuando su misión con el aliento de su Espíritu.

Estos días está en la parroquia de S. Francisco Javier de Lugo la CRUZ DE LAMPEDUSA, vinculada a la Cruz de Jesucristo, que lleva consigo muchos gestos y experiencias importantes de sufrimiento para los ciudadanos de hoy, para que no apartemos la mirada de los que sufren hoy y nos comprometamos con su liberación.

La Cruz de Lampedusa debe su nombre a una pequeña isla, Lampedusa, situada al sur de Italia, cerca de Libia, que está siendo la principal puerta de entrada a Europa para muchos migrantes. El primer viaje apostólico del Papa Francisco, el 8 de julio de 2013, fue a Lampedusa a poco más de tres meses del comienzo de su pontificado. Unos días antes había naufragado un barco con refugiados en el que murieron 349. Se calcula que cerca de 20.000 personas perecieron en el mar entre Libia e Italia en los últimos 20 años, y que la isla se está convirtiendo a menudo en un gran campo de refugiados. El Papa celebró la Santa Misa en un altar construido sobre un cayuco naufragado, y ante el mar Mediterráneo, que lleva camino de ser un gran cementerio de migrantes, el Papa denunció: “¿Dónde está tu hermano? ¿Quién es el responsable de esta sangre? ¡Nadie! Todos responden igual: no he sido yo, yo no tengo nada que ver... Hemos caído en la globalización de la indiferencia”.

La cruz fue construida por el artista Franco Tuccio aprovechando las tablas de los barcos naufragados en la isla. El 9 de abril de 2014 el Papa la recibió como regalo de la fundación italiana Casa dello Spiritu e delle Arti, una entidad de Milán que trabaja en favor de los pobres, y al bendecirla dijo: “No podemos seguir viviendo anestesiados ante el dolor ajeno. Lleven a todas partes la Cruz de Lampedusa como símbolo, para acercar y no olvidar el drama y la realidad de los inmigrantes…”. Desde entonces la fundación puso en marcha el Viaje de la Cruz de Lampedusa por diversos lugares para promover la solidaridad y la paz, y combatir la globalización de la indiferencia.

Estos días son momentos oportunos para hacer ante la cruz una pequeña parada en el camino de nuestras vidas, revisar cómo está siendo nuestro caminar personal y social, y luego volver al camino con actitudes renovadas y fuerzas nuevas. Este detenerse debe hacernos ser conscientes entre otras cosas de:

-Las realidades de grave sufrimiento siguen presentes en nuestras sociedades y no podemos apartarlas de nuestro caminar por la vida. Prescindir de los que están sufriendo sería deshumanizarnos.

-Los inmigrantes y refugiados existen, no sólo los de Ucrania. La mayoría de ellos sufren muchas penalidades de todo tipo, y ¡son miembros de la única humanidad existente!

-Tener que salir de la propia tierra por hambre, miseria, explotación, violencia o persecución de cualquier tipo es un atentado contra los derechos humanos.

-La solidaridad con los empobrecidos y perseguidos es una obligación para toda persona que quiera tener un mínimo de responsabilidad, que quiera ser persona. Por eso con razón en el Código Penal aparece el delito de DENEGACIÓN DE AUXILIO, y puede aplicarse con justicia si no ayudamos a los que están en peligro.

-En nuestras sociedades estamos consintiendo que se le dé más valor al capital que a las personas y sus derechos, el dinero es antes que los seres humanos, lo que es una grave injusticia.

-Se habla del derecho a divertirse de las personas y de los jóvenes pero, ¿aparece ese derecho en alguna declaración de Derechos Humanos? Lo que sí aparece es el derecho a ser atendido cuando alguno se encuentre necesitado, y todos tenemos la obligación de dar respuesta a ese derecho de un hermano.

-Ya hay países que externalizan a los solicitantes de asilo a otros países más pobres, mientras se tramita su permiso de entrada o su rechazo. ¿Nos parece esto humano y justo?

Muchas más reflexiones, preguntas y compromisos de vida nos pueden surgir ante la Cruz de Lampedusa. ¡No perdamos esta oportunidad!

Ahora más que nunca: Verdad en migraciones

Antón Negro

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