Pero años de “recogidas de alimentos” e incluso siglos ya, no han acabado con el hambre. Sí, hambre. Sabemos -entre otras cosas- por los colegios que hay muchos niños que sólo comen bien una vez al día. La alimentación sana es un auténtico lujo casi para la mayoría. Algo se está haciendo mal cuando las recogidas de alimentos, lejos de disminuir, van creciendo cada año. Cada vez hacen falta más voluntarios, más grandes superficies colaboradoras, y más y más kilos donados. La llamada a la sociedad busca conseguir un nuevo récord, superar el del año pasado.
Es loable la intención de paliar las necesidades más urgentes de quienes lo pasan mal. Pero “el infierno está lleno de buenas intenciones” se dice. Todos los que entregamos alimentos o tarjetas para alimentos sabemos que son sólo son parches. ¡Parches! Y ya son tantos los parches que apenas se ve el neumático. Y uno no puede dejar de preguntarse si habrá alguien (o alguienes) haciendo un negocio con los parches. Porque a la vista está que ahora las mascarillas sí que son un negocio.
Y volvemos con la eterna cantinela: si se quiere resolver el problema hay que ir a las causas de los problemas. Y es legítimo preguntarse: ¿las grandes recogidas de alimentos resuelven el problema o más bien lo ocultan? ¿Se parecerán a un antitérmico que baja la fiebre para que no se note el covid19? ¿Se parecerá a un inhalador que mejore nuestra sensación pero no solucione el problema? ¿Será insulina que baja la glucosa pero no cambia el modo de vida y alimentación? ¿Será gasolina en un depósito agujereado?
Las grandes recogidas sirven para tranquilizar la conciencia de los ciudadanos, sobre todo ante la gran fiesta del hiperconsumismo en que se ha convertido la navidad junto a los blacfraidei de turno. Depositamos un par de paquetes de arroz y uno de galletas, muchas veces por vergüenza de no hacerlo, y en la caja dejamos la solución al problema y nuestro cargo de conciencia.
También sirven estas promociones regaladas para engordar las arcas de los grandes supermercados. Ponen a su disposición decenas de miles de voluntarios que instan a los compradores a colaborar con la tarea. Una fantástica campaña publicitaria que incrementa sus ventas, además de mejorar su imagen -que reflejan en sus informes de Responsabilidad Social Empresarial- e incluso les reporta desgravaciones por donaciones a mayores. Redondo.
El resultado de todo ello es que se recogen muchos millones de kilos de alimentos, pero no se mueve ni un ápice la conciencia sobre las causas que provocan estas necesidades. Más bien lo contrario. No están organizadas para hacer pensar, para analizar, para cuestionar la realidad. Ponemos la tirita encima de la hemorragia y ahí se acabó nuestra contribución.
Por poner un ejemplo, ¿se imagina que ese fin de semana de recogida, le llegan 25 ó 30 millones de mensajes a los políticos de turno? A buen seguro que estaríamos poniendo las bases para detener esta injusta hemorragia social que es el hambre. ¿Y si exigimos auténticas soluciones llegadas las elecciones? ¿Y si exigimos tener datos y estudios reales de las causas de los problemas? ¿Y si se sube el salario mínimo y se establece un salario máximo?
Hay campañas que son una trampa. Son paternalistas, asistencialistas, y estigmatizantes para los que reciben los alimentos. Planteémonos seriamente exigir un cambio en las políticas, de las que derivan las causas de los problemas, pero que también tienen la posibilidad de ser la solución a los mismos… si hay voluntad.
Exijamos que el Gobierno de España reconozca el derecho a la alimentación dentro de la Constitución española. Ahora que andan enredados en cambiarla por asuntos menores, muy lejanos a la justicia social que dicen proclamar, que éste sea uno de los cambios fundamentales, como ya están haciendo otros países, ¿O no es lo más importante para cualquier sociedad?
También exijamos que ratifique el Acuerdo sobre de los Derechos de los Campesinos de la ONU, en el que nuestro Gobierno, supuestamente internacionalista, se abstuvo, frente a una inmensa mayoría de países que votaron a favor. Es necesario que se promuevan, con carácter de urgencia, leyes de aprovechamiento de los recursos alimentarios y contra el despilfarro.
Necesitamos nuevas formas de reparto de la riqueza que no sean paternalistas y sean justas. ¡Salario justo! ¡Pleno empleo!
Ahora más que nunca: Política solidaria
Eugenio A. Rodríguez
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