El otro día me decía un profesor de matemáticas de educación secundaria que hacía un examen común para la clase y luego otros seis distintos para los alumnos “con necesidades especiales” con la finalidad de que aprueben todos, y añadía: “te operará un cardiólogo que no sabe dónde está el bazo”.
Entiendo que en los programas de estudios y en los exámenes conviene no favorecer un solo tipo de inteligencia. Personalmente evalúo a mis alumnos con trabajos sobre libros expuestos en clase y examen final utilizando libros, apuntes... se valora entender, sintetizar, relacionar. En otro curso hago examen normal en el que se evalúa el conocimiento de las cuestiones tratadas usando su propio lenguaje.
La cuestión a reflexionar es: si a un estudiante en los estudios se le adaptó todo a él, ¿podrá él adaptarse a la sociedad, a un grupo o comunidad, a una vida en pareja o matrimonial? Si lo que vivió en su historia tanto en la enseñanza como en casa es que se adaptaron a sus características o necesidades “especiales”, entenderá que lo maltratan y no le quieren bien cuando le exijan que él se adapte a otras personas. Es más, estará un tanto incapacitado para la vida comunitaria sea en el matrimonio o en grupos.
Aún más, si siempre se adaptaron a sus características “especiales”, ¿podrá esa persona amar? No pongo en duda la capacidad que toda persona tiene de amar por su naturaleza. Lo que sí se puede afirmar es que no fue educado en la capacidad de amar, pues amar exige sacrificio y renuncia en favor de un bien mayor, el bien de la persona amada.
En general educamos a los chicos para que sean el centro de la vida social y que todo gire a su alrededor con lo que, cuando en la vida real sean uno más y haya otros que destaquen más, fácilmente se sentirán frustrados y con sentimientos de ser poco valorados e incluso despreciados, pues no hay sitio para tantas primeras “vedetes”.
Me he encontrado con personas que dicen que tienen que aceptarlas como son, pero eso no va acompañado de que ellos acepten a los otros como son. Todos podemos y debemos cambiar, si queremos llegar a ser más fraternos con nuestros semejantes. Además, si nos tratan como podemos llegar a ser, por tanto exigiéndonos, nos ayudan a mejorar.
Nadie espera que una autoridad española les diga a los estudiantes de secundaria lo que dijo el presidente del Tribunal Supremo de EEUU, John Roberts, a su hijo y compañeros en su graduación en junio de 2017:
“Espero que, de vez en cuando, en los próximos años os traten injustamente, para que así lleguéis a conocer el valor de la justicia. Espero que sufráis la traición, porque eso os enseñará la importancia de la lealtad. Lamento decirlo, pero espero que os sintáis solos de vez en cuando, para que no deis por seguros a vuestros amigos. De nuevo, os deseo mala suerte de vez en cuando, porque así seréis conscientes del papel que desempeña el azar en la vida y que el fracaso de los demás tampoco es completamente merecido. Y cuando perdáis, como ocurrirá en algunas ocasiones, que de tanto en tanto vuestro contrincante se regodee en vuestro fracaso. Es una forma de que entendáis la importancia de la deportividad. Espero que os ignoren, para que sepáis lo importante que es escuchar a los demás, y espero que sufráis el suficiente dolor para aprender a ser compasivos. Desee o no estas cosas, van a ocurrir. Y que saquéis provecho de ellas dependerá de vuestra capacidad de ver un mensaje en vuestras desgracias”.
Finalizo recordando al mejor deportista español de todos los tiempos, y uno de los mejores jugadores de la historia mundial del tenis, Rafael Nadal. Escribe con la mano derecha, pero aprendió a jugar con la izquierda con la finalidad de tener una ventaja competitiva. También modificó la forma de golpear la pelota cambiando el pie de apoyo... Así se forjó un carácter, una personalidad que no falta al respeto a los demás ni rompe raquetas. El carácter y la personalidad son modificables, se forjan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario