Cada persona y, más importante, cada institución vive en la encrucijada. Es cierto que muchas veces las personas y las instituciones vivimos anclados en la inercia pero eso quizá no sea más que una triste forma de ir a la muerte. Más o menos conscientes, las personas y las instituciones vivimos en la encrucijada. Es más, revisar, mejorar, decidir, imaginar nuevas salidas puede ser uno de los grandes placeres de la vida. Lo otro, la cómoda inercia quizá no sea más que una forma mas o menos superficial de morir, de agostarse, de esterilizarse.
Caritas está en la encrucijada. Percibimos todos y dice así la Memoria de 2023 “que la pobreza se cronifica”. Ese fue uno de los mensajes centrales el pasado lunes en la Rueda de prensa ofrecida por la institución, precisamente en una de las parroquias en que colaboro, Virgen de la Vega. Pero la pregunta es evidente: si ya hemos celebrado nuestro 75 aniversario ¿qué hemos hecho y qué no para evitar que se cronifique la pobreza? ¿Acaso solo hicimos algo por paliar sus efectos y nada para afrontar sus causas? No solo el dios Hércules estuvo ante la encrucijada, también nosotros.
Un Secretario general de Cáritas de los años ochenta del siglo pasado, el ingeniero y teólogo, Luis González Carvajal ya se hacía esta pregunta. E iba más allá cuando decía que no basta con enseñar a pescar sino que también hay que preguntarse si el rio es para los pescadores. Tenía razón, de poco sirve enseñar a pescar si los pescadores dependen de los propietarios del rio. Algo similar dijo el lunes el director de Caritas diocesana, Gonzalo Marrero: “Gobierno de Canarias en los últimos veinte años no ha hecho nada eficiente en materia de vivienda”. Él mismo y la secretaria general, Cayi Suárez, insistieron en que hoy hay un gran porcentaje de trabajadores que, teniendo trabajo, no llegan a fin de mes. O sea, tener empleo no siempre te saca de la pobreza.
Al día siguiente, en otro foro diocesano, la escuela sociopolítica, el profesor Joaquín Arriola, que es colaborador del Informe Foessa (un estudio sociológico dependiente de Caritas) reconocía que hay mucha pobretología (estudios sobre la pobreza) y ninguna ricología (estudios sobre los ricos). Tiene razón. El Foessa declara discretamente en su propia web el cambio de enfoque que hizo en los noventa. Muy discutible a mi juicio.
La Cáritas de hoy está en la encrucijada del análisis de las causas que generan los problemas y no quedarse en relato de los problemas. Cuando no se analizan las causas de los problemas es imposible resolverlos. Quedaría la opción de entender que la tarea de Caritas es, sin más, aliviar. Caso de ser así tampoco sería poco pero debe saberse. La sinceridad y la trasparencia también están en la encrucijada.
Benedicto XVI dio la sorpresa de dedicar a la Caridad su primera encíclica: “Dios es amor”. Todos esperábamos un documento que girase más bien sobre la Verdad. Años después vincularía la Caridad con la Verdad en uno de los grandes documentos, si no el mejor, de Doctrina Social de la Iglesia: Caritas in Veritate. Pero el primero fue sobre el Amor. Hay quien dice que la razón de ello era la desazón que le producía precisamente el burocratismo de la Caritas alemana. Sin embargo no he oído ni una sola vez citar seriamente en los diálogos de Caritas estos documentos que me parecen luminosos y más que fecundos en esta encrucijada.
La semana pasada como miembro de Caritas firmé un cheque de 900 euros para que una familia de emigrantes en situación de desamparo, más o menos irregular, pudiera pagar dos meses de una habitación (sí, una) a un propietario de origen nórdico (de un país de esos que están siempre dándonos lecciones). O sea, que los poquitos euros que alguna viuda ha entregado a Cáritas han pasado de un bolsillo pobre a un bolsillo rico.
Recuerdo con cariño la Caritas de un barrio pobre de Las Palmas que se tomó en serio colaborar poniendo su tiempo y su cuerpo (no los euros que quizá no tenía) a que no hubiera desahucios. Ellos y nosotros siempre estamos en la encrucijada. Todos tenemos la encrucijada de la eficacia delante de nosotros. ¿Qué es lo eficaz? ¿El reparto de alimentos? ¿Las limosnas? ¿Los trabajos precarios? ¿Las leyes? Una cosa es segura: sin debate, sin revisión, no hay eficacia.
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