John Huston dirigió esta película en 1987 basada en un relato del escritor James Joyce. Se considera como una de las mejores películas de la historia del cine, pero no es una película “colosal” de gran presupuesto, sino “humilde”, trasparente a primera vista, sencilla. Fue la ultima película dirigida por el gran prolífico maestro y autor de “Chinatown” , “El halcón maltés”, “El tesoro de Sierra Madre”... Algunas secuencias de la película que aquí se comentan las dirigió ya muy enfermo, con máscara de oxígeno y sentado en su silla de ruedas.
Las señoritas Morkan, dos hermanas solteronas y ya mayores organizan, en Dublin y en 1902, una fiesta anual, con motivo de la Epifanía. Allí acude lo más selecto de la sociedad dublinesa, entre ellos Gabriel Connroy, sobrino de las anfitrionas y su bella esposa Gerta. La velada discurre muy bien así como la cena posterior. Cuando ya se están despidiendo, Gabriel que quiere mucho a su esposa observa como ésta queda extasiada y conmocionada escuchando una bella canción de amor irlandesa. Después ya en casa, ella le confiesa un intimo secreto… en ese momento la película se transforma en una reflexión sobre el amor, la nostalgia, la vida y la muerte, que seria también lo que seguramente John Huston sentía y pensaba en los últimos meses de su vida.
“Dublineses/Los muertos” es pues una película testamentaría y por ende llena de melancólica sabiduría. Pero es una obra de arte magistral y de una belleza incomparable. Necesita la paciente complicidad del espectador por cuanto no es un film al uso, comercial, espectacular, sino que sigue un relato casi intimista, minimalista, con contados decorados e interpretado por un magnífico grupo de actores poco conocidos y que actúan con un verismo admirable: son auténticos seres humanos que transparentan humanidad por los cuatro costados.
Y, para sorpresa agradable, su final, esa secuencia donde el tiempo parece detenerse y el corazón se abre a la contemplación: la canción popular irlandesa y que evoca un amor juvenil, la serena y estoica reflexión sobre los seres que han vivido con nosotros y que ya no están.
Casi como un epílogo, “Dublineses/Los muertos” finaliza con una larga reflexión dicha en voz en “off” por Gabriel, donde se expresa la nostalgia de los seres queridos desaparecidos, la inmensa grandeza del ser humano llamado a desparecer, el sentimiento de la caducidad de la vida, la necesidad de disfrutar de ésta aprovechar el tiempo que se nos da, mientras la cara nos muestra la muerte de una de las ancianas que organizaron la fiesta y unas vistas del cementerio cubierto por la sabana blanca de la nieve mientras cae ésta blandamente. Así escuchando el monólogo de Gabriel, una dulce tristeza invade el corazón del espectador:
“Pues. uno a uno, todos nos convertiremos en sombras. Es mejor pasar a ese otro mundo impúdicamente, en la plena euforia de una pasión, que irse apagando y marchitarse tristemente con la edad (…) Cae la nieve. Cae sobre ese solitario cementerio en el que Michael Furey yace enterrado. Cae lánguidamente en todo el Universo y lánguidamente cae, como en el descenso de su último final, sobre todos los vivos y los muertos.”
José Luis Barrera Calahorro
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