Con la Revolución Francesa, y quizás con un espíritu filosófico, se publicaba la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 con un claro mandato escrito en el primer artículo: “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”. Se trataba de una defensa por la igualdad y la búsqueda de la felicidad para todos.
No es necesario un análisis profundo para darse cuenta de que, doscientos años más tarde, no hemos logrado todavía acercarnos a los postulados de tan ambiciosa declaración.
Existen múltiples diferencias según el tiempo y el lugar en el que nazca una persona; la guerra, la corrupción, regímenes absolutistas, sometimiento, discriminación… pero si existe un rasgo que marca la diferencia por encima del resto, este es, sin ninguna duda, la pobreza.
Ser pobre es lo que imprime una etiqueta a las personas que tienen que emprender la terrible decisión de abandonar su casa y enfrentarse al futuro más incierto y desesperado. Ser pobre es lo que diferencia a unos migrantes de otros.
Nuestra legislación, al igual que las que regulan el fenómeno de extranjería en la mayoría de los países de nuestro entorno, no es ajena a dicha diferencia de clases cuando se trata de migrantes. A nadie se le ocurriría considerar inmigrante a un deportista de élite nacionalizado en nuestro país o a los extranjeros que obtienen visados pura y simplemente por invertir dinero en España. Es esa fuerza pública a la que hace referencia la declaración en su artículo 12 (“la garantía de los Derechos del Hombre y del Ciudadano necesita de una fuerza pública”), la que no ha sido capaz de aproximarse a la idea de igualdad que se mantiene indefinidamente en la utopía. Pero aunque no encontremos la respuesta en las instituciones, sí existe una fuerza mucho mayor y mucho más poderosa que se llama voluntad.
La voluntad y la solidaridad de los pueblos son las únicas fuerzas capaces de superar las injusticias y romper los muros y barreras que, lejos de protegernos, lo que hacen es aislarnos cada vez más.
Estoy seguro de que si cada uno de nosotros fuese capaz de visibilizar la labor desinteresada de tantas y tantas personas que luchan cada día por conseguir la tan deseada igualdad y justicia social, seríamos capaces de romper esas barreras que nos separan y responder a uno de los mayores retos al que nos enfrentamos como sociedad.
Entre los días 25 al 30 de septiembre tendrá lugar en Lugo una semana dedicada a los migrantes y refugiados en la que se desarrollará un intenso programa de actividades a lo largo de toda la semana. Los objetivos que persigue la Pastoral de Migraciones de la Diócesis de Lugo con la organización de la Semana de las Personas Migrantes y Refugiadas son:
-Promover una mayor sensibilización ante la realidad de las migraciones y las muchas dificultades que deben afrontar los migrantes.
-Mejorar la acogida a los inmigrantes en nuestra sociedad respetando sus derechos.
-Favorecer la integración de los inmigrantes en las diversas acciones de la vida social y cultural.
El lema que aglutina todas las actividades de la semana es “aquí construimos un futuro con migrantes y refugiados”. El Programa de actividades es:
El lunes día 26 a las 20:00 en O vello cárcere, se celebrará una mesa redonda en la que participarán distintas asociaciones que atienden a inmigrantes. El objetivo es conocer todo el trabajo que las distintas asociaciones llevan a cabo con este colectivo social, los recursos que hay, como colaborar con ellas y conocer sus necesidades.
El martes 27, tendrá lugar en la Plaza Mayor a las 20:00 un acto silencioso en el marco del “Círculo del silencio”, como acción de respeto y solidaridad con las personas migrantes y refugiadas.
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ambién el miércoles día 28 a la misma hora y en el espacio cultural de O vello cárcere, Vladimir Gregoriev ofrecerá una conferencia a los asistentes con el título “Acompañando espiritualmente a migrantes. Inculturación mutua”. Vladimir, de origen bieloruso, convive con personas de Europa del Norte y del Sur y de América en un pueblo de Zamora.
Como broche final, el viernes día 30 a las 20:00 horas, en el Salón de Actos de la Biblioteca municipal, asistiremos a una fascinante representación teatral a cargo del camerunés David Bingong y su obra “Un sueño con trampa”. Una obra teatral que no dejará indiferente a nadie.
Como manifiesta el Papa Francisco en la Fratelli Tutti, ”nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido, y menos a causa de los privilegios que otros poseen porque nacieron en lugares con mayores posibilidades”. Mientras uno solo quede excluido, habremos fracasado como sociedad.
Gustavo E. Díaz. Consultor
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