jueves, 20 de enero de 2022

El truco de la igualdad

Moisés Mato

El No-Do en el que se están convirtiendo los grandes medios de comunicación no deja de sorprender por su eficacia. El capote no puede ser más elemental, y a pesar de ello (¿o debería decir, precisamente por ello?) los expertos en opinión, por llamarles de alguna forma, hacen cola para entrar a diestro y siniestro a la faena. Hay que mantener el chiringuito, oiga.

Resulta que un supermillonario tenista, muy bueno en lo suyo, decide no vacunarse y un gobierno de un país con una tradición política migratoria inhumana, muy bueno también en lo suyo, coinciden en el ruedo. Por fin el espectáculo perfecto para activar al sufrido público del tendido.

El ufano presidente de Australia afirma: No hay casos especiales. Las reglas son las reglas. Y a continuación un coro de presidentes y mandatarios políticos en todo el mundo repiten sin pudor: Las reglas son las mismas para todos. El mantra suena verdadero, y hasta decente, con el rostro del serbio en la pantalla. Pero si cambiamos el rostro del súper conocido, supermillonario, súper deportista, es decir, la excepción por excelencia, por el rostro de la mayoría del plantea, una nadería vamos, la afirmación nos puede hacer dudar.

¿Pero quiénes son la mayoría del planeta?

Mientras nos meten una indigestión de Djokovic, aparece en las noticias el informe de Intermon Oxfam titulado, para más inri, La desigualdad mata, que explica que en pandemia aumentan los supermillonarios, esos que según los presidentes se ven afectados por las mismas leyes que los demás. El informe indica además que la desigualdad económica y social contribuye a la muerte de al menos 21 000 personas al día, una cada cuatro segundos. El informe es la anécdota de los informativos, se trata de no amargar al personal. Pero nadie contesta las cifras.

Caben unas preguntas inocentes: ¿Es bueno que las reglas sean iguales para todos si unos lo pagan con su vida y otros ni se enteran? ¿Cuándo los de arriba presumen orgullosos de que las reglas son iguales para todos nos están diciendo que así entienden ellos la igualdad? ¿Las mismas normas, las mismas políticas, para los millonarios que para los pobres?

Hay que suponer que los infantes y adolescentes con problemas crecientes de salud mental se sentirán satisfechos porque se les aplican las mismas reglas que Djokovic (¡Qué suerte!). Los que viven en la parte del mundo que no tiene acceso a las vacunas, los que no pueden permitirse las cuarentenas, los que viven en infraviviendas, todos son iguales que el súper campeón, se les aplican las mismas reglas. Ya puede el mundo respirar tranquilo. Se acabó la arbitrariedad. Viva la libertad de las reglas.

Cuando un político corrupto eventualmente pisa una cárcel, cuando un empresario paga una multa de vez en cuando o a un deportista se le niegan sus privilegios, se multiplican las declaraciones que nos recuerdan que las normas son iguales para todos. Yo, que soy un mal pensado, siempre he creído que las normas están hechas siempre a favor de los poderosos y por eso tenemos que cumplirlas todos. Para que el truco sea digerible es bueno que de vez en cuando alguno se lo salte y así podamos dedicarle diez días de titulares que servirán para convencer al personal de lo bueno que es que las reglas hechas a medida de unos pocos, las tengamos que cumplir todos.

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