“Salta a los ojos de todos, en primer lugar, que en nuestros tiempos no sólo se acumulan riquezas, sino que también se acumula una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son dueños, sino sólo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que ellos manejan a su voluntad y arbitrio.
Dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el crédito, y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad.
Esta acumulación de poder y de recursos, nota casi característica de la economía contemporánea, es el fruto natural de la ilimitada libertad de los competidores, de la que han sobrevivido sólo los más poderosos, lo que con frecuencia es tanto como decir los más violentos y los más desprovistos de conciencia.
Tal acumulación de riquezas y de poder origina, a su vez, tres tipos de lucha: se lucha en primer lugar por la hegemonía económica; se entabla luego el rudo combate para adueñarse del poder público, para poder abusar de su influencia y autoridad en los conflictos económicos; finalmente, pugnan entre sí los diferentes Estados, ya porque las naciones emplean su fuerza y su política para promover cada cual los intereses económicos de sus súbditos, ya porque tratan de dirimir las controversias políticas surgidas entre las naciones recurriendo a su poderío y recursos económicos.
Últimas consecuencias del espíritu individualista en economía son esas que vosotros mismos no sólo estáis viendo, sino también padeciendo: la libre concurrencia se ha destruido a sí misma; la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente, al deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía toda se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz…”
Este texto lo he utilizado en mis actividades en diversos contextos. Cuando pregunto quién será su autor las respuestas son de lo más plural e incorrectas. Poco después de la crisis de 2008 y del rescate que se hizo de ciertas instituciones de crédito, me dijeron en algún claustro de profesores que describía la situación económica tal y como era. En alguna exposición formativa que hice, donde había personas que si habían leído el documento del que procede el texto, no lograron reconocerlo.
Esto me recuerda lo que le sucedió a Guillermo Rovirosa según nos contó un gran amigo suyo. Rovirosa a mitad del siglo pasado había hecho un artículo para una revista de la diócesis de Madrid y el censor le había tachado muchas líneas y párrafos. Cuando Rovirosa vio las correcciones le dijo que le acababa de enseñar lo mucho que le faltaba para ser fiel al magisterio de la Iglesia, porque en todo lo tachado no había nada de lo escrito por él, sino que eran afirmaciones literales del magisterio. Entonces el censor le comenta que deberían ir los textos del magisterio entre comillas, a lo que Rovirosa respondió que no, pues él quería hacer pensamiento propio las enseñanzas de la Iglesia. Por eso tiene lógica, y no nos debería extrañar, que Guillermo Rovirosa esté hoy en proceso de beatificación en la Iglesia.
Ciertamente que hoy también muchos cristianos suprimiríamos el texto que cité antes, porque no lo consideraríamos acorde con la fe cristiana. De hecho no está incluido en diversos programas de formación cristiana. Este texto pertenece a la encíclica Quadragesimo Anno de Pío XI, números 105 al 109. Del texto suprimí las palabras que tienen por finalidad dirigirse a los lectores y personalizarlos, y que son: “venerables hermanos y amados hijos” (nº 109), pero que no añaden nada al contenido de la citada encíclica papal.
Finalmente, también sorprende que este texto no aparezca citado por personas de fuera de la Iglesia y que, a mi no me cabe duda, están de acuerdo con los contenidos de estas afirmaciones del papa Pío XI, ¿o acaso estoy exagerando?
Ahora más que nunca: Mirada limpia
Antón Negro
Antón Negro
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