El libro del año (el mío, claro) es este: Gestar, de Ibone Olza (Vergara 2024) . Es un ir brotando -flor a flor- las experiencias de manera magistral a través de palabras certeras a veces cálidas, a veces duras. Feminismo del bueno, radical. Se quiera gestar una nueva vida o una revolución social, Gestar es un libro sugerente. Seis capítulos bien equilibrados despliegan aspectos del Gestar.
El embarazo esté atravesado por el miedo que, lamentablemente, para las mujeres viene desde niñas porque el cuerpo, especialmente femenino, es un enemigo que hay que domesticar, mediante pequeñas y grandes cosas como la alimentación, la depilación y hasta la cirugía. Señala que es dramático que se viva el embarazo a veces como una enfermedad y en otras ocasiones como una circunstancia que no debe modificar la vida laboral hasta el último minuto. El embarazo es un proceso delicado que debe cuidarse y disfrutarse. Los cambios son de tal calibre que se ha acuñado la palabra matrescencia pare evocar los cambios de la adolescencia.
Concebir es un acto esencialmente cooperativo. Los espermatozoides nadan en equipo. El óvulo parece que baila con ellos y elige uno. Habla la psiquiatra Ibone Olza del componente naturalmente placentero de la concepción: “Nos habríamos extinguido hace tiempo si la reproducción no fuera enormemente placentera”. Explica diferentes circunstancias en que las células se ayudan unas a otros.
Gestar es una experiencia colosal..En esta etapa se da un mutuo enriquecimiento entre la madre y el bebé. Continúa la cooperación incluso intergeneracional: cuando una mujer está gestando en su vientre ya están ahí los óvulos de la que será madre muchos años después. Una parte de nuestras células ha estado el útero de nuestra abuela materna. La autora alude a otras culturas y observa que por otros lares no se menosprecia la placenta como entre nosotros. Propone honrar la placenta, que hasta tiene forma de árbol, está creada colaborativamente y nos pone sobre la pista de que debe cuidarse también el alumbramiento.
Gestar para otros, problema ético y médico. La actual y polémica llamada reproducción asistida (tienen razón las que prefieren llamarla explotación reproductiva) tiene un problema ético. La mirada de la autora es claramente comprometida desde el punto de vista social y critica la paradoja de que a la edad en que sería mas lógico reproducir apenas se pueda por razones económicas y años después se proponga la eufemísticamente llamada reproducción asistida. Es espeluznante: a la mejor edad para reproducir no puedes por razones económicas pero puedes obtener un ingreso por donación de óvulos, y cuando económicamente puedes gestar tienes que explotar a otras porque biológicamente ya no puedes. Además de un problema ético es un problema médico porque no es bueno ni para el bebé ni para la madre. Ahora tenemos claro que lo mejor es planear vínculo y cuidar el vínculo. Para la criatura, su madre es la que lo gesta, no sabe de contratos. Quitar a esa criatura la experiencia de ser amado por la mujer que le gesta (¡las animan a no vincularse al bebé, a llevarlo "como una incubadora”!) tiene consecuencias graves. Con todo esta crítica no es una condena de las personas que entran en ello, más bien lo es de la estructura socioeconómica.
En el capítulo titulado Obstare critica la excesiva medicalización del proceso y las formas concretas de trato. No ve razonable la obsesión por el peso ni que haya que pesarse en consulta en vez de en casa. Muchas mujeres se sienten tratadas como “portadoras” de un “producto”. Ibone propone unas gafas violetas que permitan ver una forma de trato infantilizado que es injusto. La violencia obstétrica -explica- es algo estructural. Se amenaza con frecuencia desde la institución con tratamientos que científicamente son discutibles. Entre otras muchas formas de violencia alude también a algunos dichos cono “mujer legrada, mujer preñada”. No elude temas polémicos como la eugenesia que se esconde tras la desaparición de los niños con síndrome de down.
Procrear es una experiencia hermosa si no se interviene donde no se debe. Si se usa el sentido común, la experiencia histórica y la de otras culturas. Si se incorpora la mejor ciencia actual y no cae en las redes de intervenciones que pretendan hacer un negocio. “Somos mamíferas” -repite Ibone- y el proceso natural está bien diseñado. A veces es una experiencia que se complica por el estrés que puede generar la vida laboral o la medicalización. Ya se sabe que el estrés tiene consecuencias. Por contra en esta etapa la madre puede ser especialmente creativa en muchos sentidos. Plantea también cuestiones abiertas en estos momentos como qué grado de conciencia tienen los bebés.
En este gran libro que une ciencia y experiencia la autora se inspira en muchos otros científicos pero sin resultar cargante. El texto resulta ágil y atractivo aunque se traslucen los conocimientos de gran nivel de que goza la autora. Uno de los más impactantes para el lector no experto es la explicación científica de la hipeméresis (los vómitos) y detalla cómo tiene una base hormonal y no tiene nada que ver que una deficiencia psicológica.
En este momento histórico cuando hasta forma parte del título de un ministerio “el reto demográfico” es momento de plantearse unas cuestiones que afectan al futuro de la humanidad, al mejor desarrollo de los niños y al cuidado de todas las mujeres, de todas las madres, de sus parejas, de su vida laboral, de su vida política, de su salud, de su esperanza. Gestar una nueva vida, una acción pequeña o una revolución es una experiencia que es fuente de esperanza. No nos lo pueden robar.
Ahora más que nunca: Verdad en Salud
Eugenio A. Rodríguez. [Aquí entrevista de radio con autora]
Mientras el horario laboral no se ajuste solo la fisiología masculina sino también a la femenina, no hay solución. Y eso supone un cambio radical del orden económico.
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