La Iglesia Católica desde los comienzos del siglo pasado, 1914, dedica una jornada (ya la 107ª) a los migrantes y refugiados con la finalidad de orar, reflexionar y poner en marcha acciones para apoyar, defender y acompaña ra las personas que por diversos motivos salen de su país o se ven forzadas a huir por causa de conflictos, represiones, guerras y falta de medios de subsistencia.Cambiar el "me" por el "we"
Pasar del "ego" al "nosotros"
Cada poco tiempo los medios de comunicación nos muestran imágenes de refugiados y migrantes que ponen en peligro sus vidas para buscar un lugar seguro para vivir. En estos momentos ocupanel primer plano los de Afganistán por causas bien conocidas.
Ante la cuestión de los migrantes y refugiados la Doctrina de la Iglesia afirma claramente dos derechos: el derecho a emigrar y el derecho a permanecer en el propio país, pues es consciente que la humanidad tiene que ser una sola familia humana, ya que cuando reza la oración que enseñóJesús (Mt 6, 9) se dice PADRENUESTRO en cualquier aldea, región, país o continente.
Desde esta realidad es lógica la actitud que el papa Francisco pide poner en práctica a todas las personas y paísesy que resume en estos cuatro verbos: ACOGER, PROTEGER, PROMOVER e INTEGRAR, pues somos miembros de una única humanidad, de la única raza humana o dicho en un lenguaje específicamente cristiano: Somos Hermanos en Cristo e Hijos de Dios Nuestro Padre.
Pero en nuestras sociedades esto no sucede así como denuncia el Papa en su mensaje titulado, “Hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande”, para este día 26 de septiembre en el que escribe:
“El tiempo presente nos muestra que el ‘nosotros’ querido por Dios está roto yfragmentado, herido y desfigurado. Yesto tiene lugar especialmente en los momentos de mayor crisis, como ahora por la pandemia. Los nacionalismos cerrados y agresivos y el individualismo radical resquebrajan o dividen el ‘nosotros’, tanto en el mundo como dentro de la Iglesia. Y el precio más elevado lo pagan quienes más fácilmente pueden convertirse en los ‘otros’: los extranjeros, los migrantes, los marginados, que habitan las periferias existenciales”.
En los estudios sociológicos e históricos serios se ve claramente que la mezcla de personas y pueblos es una constante en la historia de la humanidad, siendo por ejemplo muchos los pueblos que se asentaron en la península Ibérica ola atravesaron hacia el Norte o Sur, elEste u Oeste. Lo mismo pasa en los otros países del mundo. En los mapas de la evolución y expansión de los seres humanos por el planeta, vemos que la humanidad aparecióen el centro-este de África y, partiendo de ahí, se extiende por todalatierra. Por tanto no hay etnias claramente distintas, aunque sí regiones más apartadas o más vinculadas con las diversas movilizaciones humanas en la historia.
Esta conciencia de ser una única familia humana que recibió un planeta para vivir en él está muy arraigada en los Padres de la Iglesia, y sacan consecuencias para la vida social. Essuficienteeste breve pasaje de S. Ambrosio: “La naturaleza ha producido todas las cosas en común para todos. Pues Dios ordenó que todo se engendrase de manera que el sustento fuese común a todos yla tierra una especie de posesión colectiva de todos. La naturaleza engendró un derecho común y la usurpación creóel derecho privado”.
Desde el punto de vista socioeconómico los inmigrantes son un empobrecimiento para su país de origen y una riqueza para el de acogida. En el libro de Bricker e Ibbitson, El Planeta vacío (p. 106), se afirma que criar a un niño de clase media hasta los 19 años cuesta 250.000 $ y luego vienen los estudios superiores. Teniendo sólo en cuenta los costes hasta los 19 años cabría preguntar: ¿Cuánta sería la deuda contraída,y ni siquiera reconocida, que se tiene por los inmigrantes adultos llegados a un país enun período de tiempo concreto?
El mensaje antes citado del Papa clama:“Estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más ‘otros’, sino sólo un ‘nosotros’, grande como toda la humanidad. (...) Todo bautizado, donde quiera que se encuentre, es miembro de pleno derecho de la comunidad eclesial local, miembro de la única Iglesia, residente en la única casa, componente de la única familia. (...) El encuentro con los migrantes y refugiados de otras confesiones y religiones es un terreno fértil para el desarrollo de un diálogo ecuménico e interreligioso sincero y enriquecedor”
Así que ante cualquier persona nuestra responsabilidad y tarea debe ser esforzarse por ser hermano de todas las personas.
Ahora más que nunca: Solidaridad
Antón Negro
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