miércoles, 28 de abril de 2021

No quiero acostumbrarme

No, no quiero. Cuando todos los días escuchas tiroteos al lado de casa, …; cuando todos los días ves a decenas de personas comiendo junto a las ratas, literalmente, de las bolsas rotas de basura que yacen en las aceras de la capital, …; cuando en las colas de las oficinas o de las tiendas, o de los transportes públicos ves casi todas las caras tristes, cansadas, la ropa remendada, …; cuando en la capital se recibe agua en las casas después de una o dos semanas, cuando el salario mensual de un funcionario no da para comprar cuatro barras de pan… Un día tras otro… hasta que parece normal.

No, no quiero acostumbrarme.

No quiero acostumbrarme al temor a hablar, porque pierdes el trabajo y la bolsa de comida que podrías recibir una vez al mes (después de varios meses en los caños),…

No quiero que mi conciencia vea normal el contrabando como única alternativa para conseguir un poco de jabón y de pasta de dientes, si no quieres pasar una semana remando para ver si el bono que te ha ofrecido el gobierno te llega para ello…

No quiero acostumbrarme a ver morir enfermos de tuberculosis desatendidos porque no pueden llegar a la ciudad… No quiero acostumbrarme a ver niños, jóvenes y adultos privados de posibilidades de estudiar por falta de cuadernos y demás materiales didácticos, por falta de libros, por falta de salario digno para los maestros…

No quiero acostumbrarme a escuchar todos los días que “los otros son los culpables”, los otros no nos dejan, los otros…

No quiero acostumbrarme a pensar que el corona-virus es el culpable de todo, también de lo que sigue como antes…

Tampoco quiero acostumbrarme a ver la resiliencia de tantas personas:

Quiero gozar de alegría con cada persona que se levanta, con cada intento, con cada suspiro de esperanza.

Quiero soñar de nuevo con cada sonrisa, con cada caricia, con cada esfuerzo.

Quiero que en mi alma se grave a fuego la alegría de esa niña diciendo a su mamá que ya sabe las vocales y la expresión de triunfo de su hermanito mayor diciéndome que él ya sabe leer y escribir.

Quiero seguir emocionándome al ver a dos ancianos paseando por la calle tomados de la mano, enamorados; y al escuchar a esos novios jóvenes soñando como será su familia, su historia de amor.

Quiero quedarme sin palabras ante la belleza de la flor que se alza humildemente completando con su color y su fragancia la sinfonía de la selva y también ante la que crece en la ciudad…

Quiero sentirme uno con el universo en medio de la tormenta y cuando la brisa suave nos abraza…

Quiero estremecerme con cada persona que sueña con una nueva humanidad y comprometerme con cada persona que construye la justicia y la paz desde su estilo de vida y también con aquella que lo hace desde los movimientos sociales y los tribunales…

Quiero gozar con todos los esfuerzos por la reconciliación de personas y pueblos.

Quiero cantar con cada persona que se levanta después de cada caída, intentando ser mejor.

Quiero contar que hoy miles de personas se han reconciliado, que miles de niños nacieron, que cientos de miles de enamorados se besaron (sí, también en cuarentena), que cientos de pueblos siguen organizándose para retomar sus derechos, para recuperar su historia, sus tierras, su cultura, su dignidad…

Hoy, también hoy, como ayer y como mañana, el amor sigue venciendo y engendrando vida en todo el universo.

Quiero contaros lo que ya sabéis: que Dios es Amor y que Él vence siempre, para siempre. ¿No lo veis?

Andrés García Fernández

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