Hace unos años en la A6 de Lugo a Madrid a la altura de Ponferrada ya habíamos contado 50 video-cámaras. ¿Para qué seguir contando? Es decir, el Estado sabe quién, cómo y dónde entramos o salimos de la autovía. Hace días viniendo del Escorial en la misma autopista aparecía este anuncio: “250 cámaras para vigilar el cinturón de seguridad”. Lo que viene ser una amenaza: “¡ten cuidado que te estoy vigilando por todos los lados! ¡No tienes escapatoria!”. Por si faltaba algo ha aparecido en los medios el espionaje con “Pegasus” que la empresa israelí dice que sólo vende a gobiernos y organismos oficiales. Siendo así la realidad, los gobiernos nos distraen con la protección de datos. Nos malvenden que sólo ellos nos defienden y, por tanto, debemos confiar en el gobierno y desconfiar de los demás ciudadanos e instituciones. Esto termina siendo un obstáculo para las relaciones de amistad y genera una cultura de desconfianza entre las personas.
En esta sociedad las leyes y los usos sociales obligan y empujan a hacer los pagos por el banco, por tarjeta de crédito y teléfono móvil. En el futuro nos anuncian que podremos entrar en edificios públicos e incluso pagar consumiciones por el reconocimiento de la voz, del iris... como ya sucede en algún edificio estatal en Madrid. Así con los aparatos correspondientes conectados a una base de datos podrán saber a quién invitas a un café, a comer, con quién fuiste a ciertos lugares... con lo que tu privacidad y la de otras personas desaparecen. ¿Y por qué no? Te podrán cobrar los impuestos por esas invitaciones que son ingresos en especies.
Para ordenar todos estos datos e informaciones sobre los ciudadanos hay unas megaempresas que Amy Webb estudia en su libro de 2019, “LOS NUEVE GIGANTES. Como las grandes tecnológicas amenazan el futuro de la humanidad” (Península). Seis son de USA: Google, Amazon, Apple, IBM, Microsof y Facebook (ahora se llama Meta e incluye WhatsApp, Instagram, Quest, Messenger y Horizon) y tres de China (Baidu, Alibaba y Tencent) donde afirma que: “Es la infraestructura invisible que dirige el tráfico, que encuentra el sentido a las palabras que tecleamos mal y que determina lo que debemos comprar, mirar, escuchar y leer. Es la tecnología sobre la cual se construye nuestro futuro, pues tiene que ver con todos los aspectos de nuestra vida: la salud y la medicina, la vivienda, la agricultura, el transporte, los deportes e, incluso, el amor, el sexo y la muerte” (p. 13).
Esta nueva situación lleva a Shoshana Zuboff a titular su libro “La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder” (Paidós). En el describe un Gran Otro (similar al Big Brother de Orwell) que derriba todas las paredes y muros de protección penetrando en nuestros hogares. Con ese Gran Otro el universo entero se instala a vivir entre nuestras paredes, que no son ya centinelas de nuestro refugio, ni hay espacios para esconderse tras las cerraduras. Así las casas “son simplemente coordenadas para toda esa plétora de termostatos, cámaras de seguridad, altavoces e interruptores de la luz inteligentes que extraen, convierten y transfieren nuestra experiencia para accionar nuestra conducta (...) No puede haber escondites secretos, porque no puede haber secretos.” (p. 634)
En el pasado para defenderse de la tiranía del poder había el derecho de asilo que consistía en entrar en una ciudad, comunidad o templo. La palabra griega Asylon significa inexpoliable. En la Europa cristiana iba unido a lugares santos, iglesias y monasterios. Hoy para que renunciemos a ese “asilo” nos hacen una pregunta para culpabilizarnos: Tú, ¿qué tienes que ocultar? Pero para desarrollar la maduración de la propia personalidad y conciencia se necesita un espacio y un tiempo de silencio para la reflexión sobre uno mismo y la propia misión-vocación existencial, de soledad y aislamiento de los ruidos para encontrarle sentido a la vida. Se necesita intimidad con la familia y con los amigos, privacidad y reserva, pues se ve como verdad psicológica que si no tienes nada que ocultar no eres nada.
Frente a todo este control totalizante firmamos “formularios de protección de datos” delante de personas que en general son de confianza y quieren nuestro derecho a la intimidad, al honor y a la buena fama. Con eso los poderes nos hacen creer que está protegida nuestra buena imagen mientras que nos controlan exhaustivamente y en otros niveles comercializan con informaciones sobre nosotros y hacen un gran negocio con el control de nuestro comportamiento. La información acumulada es para predecir y controlar la conducta en beneficio de otros. Como dice la contraportada del libro de Zuboff: “Hoy se acumula un enorme volumen de riqueza y poder en los llamados ‘mercados de futuros conductuales’ en los que se compran predicciones sobre nuestro comportamiento, y hasta la producción de bienes y servicios se supedita a un nuevo ‘medio de modificación de la conducta’ (...) y todo a costa de la democracia, la libertad y nuestro futuro como seres humanos”. El Estado y este Capitalismo nos controlan por todos lados, mientras firmamos protección de datos delante de los “de confianza”. ¡Vaya timo nos hace el gobierno!
Si queremos ser personas, debemos afirmar y ejercer el derecho a la soledad, a la intimidad, a la confidencia, a la autonomía, a la contemplación, a la reflexión, a la libertad y a la creatividad para desarrollar la propia personalidad en diálogo con los demás. Es de vital importancia para la sociedad (incluidos los ateos y agnósticos) que la Iglesia no decaiga sino que aumente el esfuerzo en la defensa de la dignidad humana, de la primacía de la conciencia y de la objeción de conciencia, pues ahí está la raíz fundamental de la libertad personal y social.
Ahora más que nunca: Verdad en política
Antón Negro