Llama poderosamente la atención leer los artículos de prensa que atacan a estas mujeres migrantes que usan el teatro como una forma de investigación y diálogo sobre problemas migratorios. Desde medios oficialmente subvencionados se les acusa de ser un grupo subvencionado, lo cual hemos podido comprobar que no es verdad; se las acusa de estar dirigidas desde Madrid a pesar de ser todas residentes en Barcelona; se les echa en cara que tengan estudios universitarios y que hayan pagado matriculas muy caras por estudiar. Y como no, se las acusa de racistas y supremacistas. Sorprende el poco pudor y la falta de escrúpulos del “periodismo” de consignas.
Si a esto añadimos que algunas organizaciones y partidos políticos quieren llevarlas a los tribunales, que otros piden el amparo del defensor del pueblo y que no ha faltado quien proponga su expulsión, el estupor aumenta.
Sería gracioso si no fuera trágico.
Trágico porque evidencia la piel fina de quien no soporta una crítica, ni siquiera desde el teatro. Que autoridades políticas se rasguen las vestiduras y a continuación acusen de delito de odio a la compañía deja ver las graves carencias de una política basada en el resentimiento y el victimismo. En realidad un negocio.
Pero hay más. Y más grave si cabe. Resulta que la actuación se produce en un acto institucional en el que se presenta el informe del Observatorio contra la discriminación. Resulta que ese informe explica que los temas tratados por Esas latinas son los principales hechos de discriminación en Cataluña y resulta que después de la “performance” de los “agraviados” y de pedir dimisiones ya solo se habla de la discriminación del catalán. ¿Casualidad?
Además, desde altas instancias, organizaciones que forman parte de ese observatorio, señalan a un grupo minoritario con acusaciones muy forzadas, lo que provoca una campaña de acoso a las actrices. Cualquiera que haga un cursillo de primero de observatorio contra la discriminación debería saber que señalar públicamente en un ambiente polarizado siempre provocará ese tipo de reacciones ¿No lo sabían? ¿Lo hicieron a sabiendas? No sé qué es peor. En la campaña de acoso, no rechazada por los que la instigaron, la acusación de “catalanofobia” era convenientemente aderezaba con miles de insultos machistas y racistas. Claramente, este sí, un delito de odio.
Podríamos hablar de otras muchas cosas, simpáticas y trágicas, dado que ocho días después se sigue estirando el chicle, pero más de trescientas organizaciones sociales, entre ellas las más relevantes de Cataluña, ya se han posicionado al lado de las actrices denunciando la instrumentalización y el acoso al que han sido sometidas. Nos queda la extraña alegría, de ver cómo el poder se retuerce ante las críticas y la intuición de que lo que ha molestado realmente es que esas mujeres tuvieran voz propia. En ese acto todos esperaban que fueran sumisas y agradecidas. Y no pasó. Una lección inolvidable.
Ahora más que nunca: SOLIDARIDAD
Eugenio A. Rodríguez
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