1- Que embarazo, parto, puerperio y lactancia son procesos con una enorme carga emocional y simbólica que conviene respetar así como las pautas locales, por cuestión de valores pero también por razones prácticas.
3.- Que la muerte puede ser sentida como parte del ciclo de la vida y ello la descarga del dramatismo que tantas veces atormenta a los moribundos y a sus familiares y amigos.
4.- Que es imprescindible el dominio de los idiomas locales para trabajar en el sistema sanitario, pues el idioma local expresa los valores locales.
5.- Que las leyes y normas determinan en mucho las limitaciones prácticas para una interacción fructífera entre el sistema “occidental” y el sistema “tradicional” pues con la buena voluntad no basta.
La vida, la salud, la enfermedad, el sufrimiento, el nacimiento y la muerte son hechos cuya interpretación es muy variable según culturas, lugares y tiempos. Así, no cabe la aceptación acrítica de la definición de la salud perfecta de la Organización Mundial de la Salud esa del completo estado de bienestar, un absurdo que enferma a la población y al sistema sanitario pues sólo la experimenta el común de los mortales en pleno orgasmo, o bajo el efecto de drogas.
Conviene la aceptación de otras formas del disfrute de la vida y del enfrentarse a la muerte que tengan en cuenta la salud global (“One Health”); es decir, la salud global, la de todas las formas de vida y la del medio ambiente.
Por ello es importante la cosmovisión andina que incorpora lo comunitario y ecosistémico, es decir que lo individual no se desliga de su vinculación con el Universo.
Ahora más que nunca: Verdad en Salud
Juan Gérvas
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