Hace pocos meses pude hacerme consciente, una vez más, del desprecio que sufren “los de abajo”. Acompañando a una amiga a hacerse una cuenta en Torrelaguna, un pueblo de Madrid, con la normativa europea de una mano, y el teléfono de un abogado amigo que nos asesoraba en el proceso de la otra, llamamos a la puerta del primer banco, en el que nos echaron con cajas destempladas, malos modos y maneras, y mintiendo abiertamente al negar un derecho que nosotras conocíamos.
Tras insistir, protestar y querer poner una reclamación, intentaron meternos miedo, amenazándonos con el cierre automático de la cuenta una vez abierta, con el riesgo de ver el dinero bloqueado.
Nos “invitan” a preguntar en el banco de enfrente, y allí recibimos el mismo trato: rechazo y humillación cuando exigimos nuestro derecho.
Personas sin recursos de cualquier nacionalidad tienen derecho a abrir una cuenta, los bancos lo saben, y aunque no pierden nada con estas cuentas, dejan de ganar comisiones, que en estas situaciones están prohibidas.
Tras pelear, y vivir varias conversaciones desagradables, conseguimos nuestro objetivo. Y de paso abrir mejor los ojos a la realidad de la banca, que a pequeña y gran escala, aplasta al pequeño, y regala sonrisas, alfombras rojas y todo tipo de facilidades a los grandes.
Ahora más que nunca: Honradez
Nuria Sánchez Díaz de Isla
Nos “invitan” a preguntar en el banco de enfrente, y allí recibimos el mismo trato: rechazo y humillación cuando exigimos nuestro derecho.
Personas sin recursos de cualquier nacionalidad tienen derecho a abrir una cuenta, los bancos lo saben, y aunque no pierden nada con estas cuentas, dejan de ganar comisiones, que en estas situaciones están prohibidas.
Tras pelear, y vivir varias conversaciones desagradables, conseguimos nuestro objetivo. Y de paso abrir mejor los ojos a la realidad de la banca, que a pequeña y gran escala, aplasta al pequeño, y regala sonrisas, alfombras rojas y todo tipo de facilidades a los grandes.
Ahora más que nunca: Honradez
Nuria Sánchez Díaz de Isla
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