jueves, 14 de enero de 2021

SOBRE LA INMUNIDAD DE REBAÑO: QUE NO NOS TRATEN COMO BORREGOS

Negar la posibilidad de alcanzar una inmunidad de grupo y insistir en que es una meta muy distante es parte del discurso oficial. Para respaldarlo ofrecen estimaciones de las personas que han sido infectadas que suponen porcentajes bajos de la población. Calculan, por ejemplo, que en España -según la encuesta de seroprevalencia recientemente concluida-  solamente el 10%-11% de la población ha pasado la enfermedad y  está inmune. Añaden que se necesitarían al menos 70% de inmunizados para considerar que se puede detener la infección sin medidas restrictivas severas. Ni una ni otra afirmación son exactas y se pueden poner en cuestión.

Declarar que solo el 10-11% tiene anticuerpos detectables no significa que esa sea el número de inmunizados. Personas que han pasado cuadros leves o no han tenido síntomas pueden hacer pocos anticuerpos séricos y a pesar de ello tener inmunidad, los linfocitos T pueden conservar memoria inmunológica aunque no haya en sangre anticuerpos circulantes con niveles que puedan ser detectados en las pruebas utilizadas en los estudios de seroprevalencia. Pero a este hecho hay que añadir el fenómeno de  la seronegativización: personas que han pasado la infección con síntomas y PCR + a las pocas semanas se vuelven negativo. Este fenómeno ha sido detectado incluso en las tres rondas del estudio realizado en abril-mayo separadas por pocas semanas: personas que habían sido testadas como poseedoras de anticuerpos en una ronda ya eran negativas en las siguientes. A estas personas se le debería aplicar la mismas consideraciones. Todos los datos que tenemos hasta ahora apuntan a que son personas que siguen conservando memoria inmunitaria. Por lo tanto habría que sumar un porcentaje no despreciable al 10-11% que se calcula ciñéndose estrictamente a los estudios de seroprevalencia. 

Pero cuando se establece el porcentajes de personas con inmunidad por haber tenido contacto con el virus de la COVID-19 (SARS-COV-2) no debemos olvidar otros datos:  en toda pandemia, la proporción de la población total afectada es relativamente baja. Es decir, hay un número importante de personas que nunca desarrollarán la enfermedad ni incluso anticuerpos, simplemente porque el virus no entra en su cuerpo. Probablemente, entre otras, haya razones de receptores celulares. En este caso también habría que añadir a las personas que tienen una inmunidad relativa debida a haber sido infectada por otro coronavirus. Esta inmunidad cruzada parece que esta demostrada. 

Si la cifra del porcentaje de inmunizados que se está calculando es discutible y probablemente esté infradimensionada, al mismo tiempo cuando se calcula el porcentaje necesario para que exista inmunidad de rebaño y se habla de porcentajes altos como el 70 o 80% claramente se esta exagerando y partiendo de una concepción equivoca de la inmunidad de rebaño. Las instituciones oficiales, los que proclaman que son necesarias esas altas tasas cifras para alcanzar una inmunidad de grupo que merezca tal adjetivo, son unos ignorantes o unos malintencionados. LA INMUNIDAD DE GRUPO ES UN HECHO y ya nos está protegiendo. No para de crecer y cuánto más crece, más nos protege. Ahora mismo, más que suficiente para pasar por los 6 meses más cálidos en nuestro clima sin que la Pandemia tuviera un impacto excesivo en morbilidad y letalidad (aunque todas las muertes sean lamentables). Pero vimos muchos casos debidos al gran numero de PCR pero no un aluvión de hospitalizados y fallecidos.

Nos pretende vender la idea insensata de que la Inmunidad de grupo se consigue cuando se alcanza una determinada cifra (que se puede aumentar o disminuir a gusto de los que gestionan nuestra sociedad) y hasta ese punto no sirve de nada. Como esa cifra está alejada de la que ellos afirman que existe, un cifra que supone, como hemos explicado, una subvaloración del número de inmunizados, concluyen con la idea de que hay que mantener las medidas restrictivas de la vida social. Cuando se habla de esa necesidad de cifras de inmunizados tan alta para lograr inmunidad de grupo se olvidan varias cuestiones. La primera es que no hay una cifra mágica sino un continuo que incide desde el primer momento. Desde los primeros casos los que han superado la enfermedad y quedan inmunes forman un “colchón”, en su inmensa mayoría no son contagiables, por lo que una parte creciente (al principio pequeña pero que cada día aumenta) de los contactos sociales, aquellos en los que participan estas personas son inocuos. Al aumentar los contactos sin transmisión del virus el numero replicativo tiende a disminuir, aunque puede haber otros factores que tiendan a aumentarlo y neutralizar esa presión a la baja, por lo tanto se pueden dar aumentos transitorios de número replicativo (como estamos viendo) pero la tendencia es que esos aumentos sean más limitados y breves.

Por lo tanto, con cada contagio la inmunidad de grupo aumenta y reduce la velocidad de transmisión del virus. Incluso sin acercarse a cifras cercanas a la mayoría de la población nos podemos encontrar que el hecho de  que valores, en teoría  muy bajos, nos protegen de nuevos estallidos epidémicos. Un porcentaje bajo de la población inmunizada ya produce un importante efecto de deceleración de los contagios. Tanto que incluso valores bajísimos, <5%, sumados a la colaboración del buen tiempo HAN sido capaces de detener la epidemia en los meses finales de la primavera. De hecho la única explicación de que la segunda “ola” de la Pandemia hay sido mucho más limitada que la primera nos indica que algo está frenando una posible trasmisión explosiva y lo más probable, dado que ni la trasmisibilidad ni la virulencia del vius han cambiado, es que haya sido la inmunidad colectiva el factor más influyente aunque hay otros.

Cuando el Número Replicativo inicial del virus (cuando toda la población es susceptible) sigue siendo discutido. Ese numero no depende solo de características intrínsecas del virus sino de factores socioculturales como son el patrón de reacciones sociales de una sociedad (social mixing)  es difícil determinar que grado de inmunidad de grupo se necesita pero es muy improbable que la cifra necesaria sea muy alta, de hecho y sin tener en cuenta la heterogeneidad de la que hablaremos luego con un numero replicativo de 2, con el 50% de la población inmunizada o no susceptible lo esperable es que la epidemia desaparecería rápidamente, para continuar, en todo caso, de forma endémica. A esto hay que añadir otro factor muy decisivo y es que existe más heterogeneidad en la población de la que los modelos matematicos incorporan y es una de las razones de sus errores predictivos. Esos modelos matemáticos más “populares” y utilizados por los Gobiernos para justificar sus políticas restrictivas, han mostrado una incapacidad manifiesta para mostrar la dinámica de trasmisión del virus y han tendido a sobredimensionar la difusión de casos y por lo tanto de hospitalizados y muertes.

Cuando hablamos de heterogeneidad nos referimos a que no todos los individuos tienen el mismo peso en la difusión de la epidemia y que existen diferencias y son importantes en la dinámica de trasmisión: los llamados superpropagadores. La heterogeneidad de transmisibilidad en la población también explica por qué las alarmistas predicciones que proclamaban una y otra vez que estábamos a las puertas de un desbordamiento de los servicios asistenciales, no han acertado y ese desbordamiento solo se ha producido en contadas ocasiones. La razón es muy simple no es lo mismo una persona cuya vida social implica relacionarse con 500 personas diferentes a la semana (un repartidor domiciliario de un supermercado o un comercial) que una persona mayor que se relaciona con un grupo de personas limitado y constantes. Precisamente la COVID-19  ha puesto de manifiesto que los ancianos que se relacionaban con muchas personas porque acudían a centros de jubilados, a actividades para la tercera edad y/o vivían en instituciones sociosanitarias han sido carne de cañón. Ni siquiera hace falta considerar los grupos, estudiando la sociología, el mismo análisis matemático de heterogeneidad demuestra que ese umbral se alcanza en valores muy bajos. La ignorancia general de la población en matemáticas, su analfabetismo, ha sido muy útil para conseguir una ciudadanía tan miedosa y por ello tan cobarde. Pero que la población general no pueda juzgar la evolución de una pandemia no justifica que los expertos se nieguen a reconocer y ver la aplicabilidad a este caso de la función de Gompertz (https://es.wikipedia.org/wiki/Funci%C3%B3n_de_Gompertz). En suma vamos a seguir viviendo ondas alcistas de contagios sobre todo si el virus, estacional como hemos repetido, tiene factores que favorecen su difusión y su virulencia (dosis virales más altas) pero pensamos que esas ondas serán decrecientes. 

Sobre todo reclamamos un debate sobre estas cuestiones, un debate transparente y serio sin tantas descalificaciones y con más argumentos. Si siguen insistiendo en que estamos muy lejos de la inmunidad de grupo sin ofrecer razones sólidas pensaremos que hay intereses espureos y que a las motivaciones anteriores, mantener a la ciudadanía pasiva y asustada se añade la de  vender cuanta más dosis posibles de vacuna.

Ahora más que nunca: AUTOGESTIÓN

José R. Loayssa

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