Hace ya más de un mes que acabé de leer el libro escrito por el director de cine Woody Allen titulado «A propósito de nada».
Tiene un montón de páginas que se leen con bastante facilidad especialmente cuando cuenta el tiempo de su infancia y adolescencia y después, cuando ya «consagrado», se dedica sobre todo a escribir los guiones y rodar sus películas. Es muy interesante conocer el origen de sus filmes, las circunstancias del rodaje, la relación con los actores. Es bastante reiterativo cuando quiere convencernos de su poca cultura que desdice lógicamente el tópico de que Allen es un intelectual muy pedante. Desde luego da la sensación de que es un libro prácticamente inútil, que parece más bien escrito como una especie de "apología pro vita sua".
Aburre en algunos momentos cuando habla de muchos personajes del mundo del espectáculo de Broadway y que el lector español desconoce. Pero se hace cansino, muy cansino, cuando con páginas y páginas intenta explicar todo este lío de la acusación de violación de una de sus hijas o de hablarnos de lo desquiciada que estaba su pareja. (Contra lo que muchos piensan Woody Allen y Mia Farrow nunca estuvieron casados aunque convivieron algunos años).
«A propósito de nada» parece escrito pues para exculparse de algo que los mismos tribunales en su momento lo absolvieron. Pero a raíz del surgimiento del movimiento «Me Too» las acusaciones y persecuciones en Estados Unidos han convertido en Woody Allen en un apestado, pasto de las llamas del mundo del espectáculo. Yo creo que este libro escrito aún empeora su situación.
En verdad es que la forma de vida bastante amoral que proclama y el nihilismo radical que nos narra puede hacer al lector sospechar que podría haber algo de verdad. Si los jueces han hablado, conviene entonces aplicarle la presunción de inocencia. Tan nihilista como siempre con el cinismo que le caracteriza y el sarcasmo muchas veces de su humor, ahora Woody Allen ha presentado su última película "Rifking's festival" que es un filme ya menor, de escaso interés y reiterativo. Se repite hasta la saciedad, y sus chistes y sarcasmos no producen mucha risa. Está claro que es el canto del cisne para los cinéfilos que durante muchos años hemos disfrutado de su extensísima filmografía.
La última película de Woody Allen cuenta en un tono muy amable y muy autocomplaciente, la historia de un matrimonio estadounidense que acude al Festival de San Sebastián. La pareja queda prendada de la ciudad, así como de la belleza y encanto de España y la fantasía del mundo del cine. Ella tiene un affaire con un aclamado director de cine francés y él se enamora de una bella médica española residente en la ciudad. Es verdad que a los que les gusta mucho Woody Allen en todas sus películas y hasta en las más malas (esta es una de ellas) siempre hay momentos y secuencias de gran interés y divertidas. Aquí no son muchas y la conocida causticidad del director judío americano ha desaparecido prácticamente. La cinta es también un gran homenaje a las grandes películas de la historia del cine y que son favoritas del director.
No sabemos si esta va a ser su última película, dada la edad del director y también la situación precaria en que se encuentra en su propio país. El festival de Rifkin mezcla una vez más todos esos jaleos sentimentales, espejismos amorosos, las fracasos y frustraciones de la vida sentimental de la vida del director de Brooklin con la necesidad de crear que todo artista tiene y la experiencia de una vida instalada en el absurdo. Todo esto narrado con muy poca convicción y con menos inspiración, con algunas secuencias de muy poca altura, (la secuencia del pintor en su estudio interpretada por Sergio López) que no parecen salidas de la mano de Woody Allen.
José Luis Barrera Calahorro
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