Un
mundo lleno de pantallas nos habla de nuestra capacidad de acceder a
la información y a la vez nos alerta de las muchas posibilidades de
ser víctimas de la manipulación. Lamentablemente el acceso masivo a
una infinidad de datos no garantiza necesariamente un mayor
conocimiento de la realidad. Hay que hacer un esfuerzo importante
para distinguir la propaganda, los bots, las fake news, las
informaciones tendenciosas o las burdas manipulaciones interesadas.
Es necesario un empeño consciente y crítico por buscar la verdad
para no ser víctima de campañas orquestadas por los poderes
fácticos cuyo fin último es mantenerse en el poder.
Las
estrategias de manipulación aspiran a modificar nuestra conciencia y
orientarla en una determinada dirección. Para ello se utilizan
determinadas técnicas que inciden sobre nuestros instintos, deseos y
sentimientos. Si hablamos de una campaña política, pocas
estrategias son tan efectivas como la construcción de un enemigo y
la consecuente activación del odio, en diferentes grados de
expresión. Es un clásico que resiste muy bien el paso del tiempo.
Afirma Carolin Emcke que “El odio solo se combate rechazando la
invitación al contagio”. En su libro “Contra el odio”
sentencia “que quién pretenda hacer frente al odio con más odio,
ya se ha dejado manipular”. Es fácil encontrar hechos que
sostengan estas afirmaciones.
Recordamos
estos días la final del mundial de rugby celebrado en Johanesburgo
el 24 de junio de 1995. Nelson Mandela llevaba poco más de un año
como presidente de Sudáfrica y se había propuesto la inmensa tarea
de reconciliar a un país roto por el racismo, el clasismo y la
pobreza. Contra todo pronóstico inició una arriesgada campaña que
buscaba el apoyo masivo de la población negra a la selección
nacional de rugby, los springboks, formada por jugadores blancos.
Hasta ese día la selección era odiada por los negros en la misma
proporción que significa el mayor orgullo de los blancos. El empeño
de Mandela parecía suicida. Sin embargo veintisiete largos años en
la cárcel le permitieron entender la sentencia de Abraham Linconl
que reza que “la mejor manera de eliminar a un enemigo es
convertirlo en amigo”. Mientras cumplía condena estudió afrikáans
por correspondencia y se concentró en el estudio de la cultura y la
literatura de los bóeres. ¿Qué lleva a un ser humano, condenado
injustamente, a desear conocer a fondo a quién le castiga? La
comprensión de que la violencia, la mentira y el odio sólo generan
más violencia, más mentira y más odio. Era necesario explorar otra
vía si realmente quería avanzar en su objetivo políticos de una
Sudáfrica reconciliada. Esa tarde, en la que los springboks ganaron
una agónica a la favorita, Nueva Zelanda, negros y blancos
celebraron la victoria como algo de todos. Ese día se rompió la
espiral de violencia. Seguían existiendo muchos agravios y muchos
problemas por resolver pero ya todos sabían que frenar el odio abría
nuevas posibilidades.
Entonces
como ahora, en muchas partes del mundo y en nuestro país es
necesario acabar con el racismo, la pobreza, la exclusión y la
desigualdad y hay que acabar con todas las construcciones ideológicas
que las sostienen, pero si queremos ser realmente eficaces, si nos
mueve realmente la búsqueda del bien común, descubriremos que
existen otros caminos más lúcidos que el que nos propone gran
parte del entramado de redes de comunicación a las que estamos
permanentemente conectados. Buscar alternativas al odio sin duda nos
hace menos manipulables y más creativos. También nos acerca a la
lucidez de la noviolencia que se concentra en el odio a las
injusticias, no a las personas. Esa distinción, hizo de Mandela, un
hombre libre, a pesar de estar encerrado en una prisión. No
distinguir eso nos puede introducir en una prisión a pesar de
caminar libres por las calles.
Ahora
más que nunca noviolencia.
Moisés
Mato
Muy buenas conexiones (odio-prisión, verdad/amor/perdón-libertad personal y colectiva) que dan mucha luz. Gracias, Moisés.
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